Renca: 150 días después
Después de casi cinco meses en cuarentena, este lunes Renca pasará a Fase 2. ¿Qué les dejó el encierro? Aquí los números: 200 negocios cerrados, 107 ollas comunes, más de cinco mil personas buscando trabajo y, también, una certeza: que el confinamiento por períodos tan largos como los que les tocó a ellos no es sostenible.
Al principio era lo que necesitaban. Eso creía el alcalde de Renca, Claudio Castro, cuando el pasado 8 de mayo el gobierno anunciaba que su comuna entraba a cuarentena. Y tenía sus motivos: porque a pesar de que la primera víctima en suelo nacional de Covid 19 -una mujer de 82 años- había fallecido el 21 de marzo en ese sector del occidente de Santiago, donde él es la autoridad comunal desde 2016, por las calles de Renca aún no se percibía el miedo a la pandemia.
−Veía con mucha frustración lo que pasaba −cuenta−. Porque varios alcaldes y alcaldesas anticipábamos que cuando el virus llegara a los sectores populares, íbamos a tener un crecimiento del contagio que se iba a comportar muy distinto a como lo había hecho en el sector oriente, donde hay una situación de viviendas, de acceso a espacios públicos y de recursos financieros distinta a la de acá.
Mientras la conversación pública giraba en torno al uso de mascarillas y de la aplicación de alcohol gel y la distancia social, César Sepúlveda, un relojero de 55 años, de la población John Kennedy, no veía nada de eso cuando día a día se trasladaba hasta su trabajo en el centro.
−Yo estaba preocupado de lo que se venía y en Renca no anunciaban la cuarentena. Incluso, a medida que iban aumentando los contagios. Porque acá todo era normal. La gente creía que era algo pasajero y por eso se lo tomaban a la ligera. Eran muy pocos los que andaban con mascarilla.
Su vecino, el conductor de camiones Gustavo Beltrán, dice lo mismo. Que en su barrio sólo hubo conciencia del virus cuando un vecino se contagió. Porque ni siquiera la historia de la primera víctima fatal en Chile los había alterado. Quizás por eso, cuando anunciaron el confinamiento en mayo, tuvo la noción de que tal vez no sería suficiente.
−Se hizo muy tarde. Fuimos de los últimos en entrar a la cuarentena y eso nos afectó harto, la gente no le tomó el peso.
El encierro, a pesar de todo, sí logró cambiarle los ritmos a Renca. La Universidad del Desarrollo estudió la movilidad de distintas comunas de Santiago en cuarentena, comparando los desplazamientos durante el encierro, con los que se hicieron la semana del 9 de marzo.
Esos números mostraron que el 18 de mayo, 10 días después de que se prohibiera el desplazamiento en Renca, la movilidad de la comuna era un 34,8% menor.
−La cuarentena tiene como objetivo reducir la movilidad y eso se logró. Nunca es completa, cierto, pero se logró reducir de manera importante −explica el alcalde Castro.
Aunque para que eso fuese sostenible, agrega, se necesitaba un plan contundente de fiscalización y un plan robusto de asistencia social. Sólo eso, cree el alcalde, que renunció a la Democracia Cristiana el año pasado, permitiría que quedarse en casa fuera algo efectivo:
−Y lamentablemente ese plan nunca llegó.
Pero no fue algo que percibieron de inmediato, sino que algo que fue creciendo. Que se hizo evidente cuando los resultados de los test PCR se demoraban 20 días, pero licencias médicas que recibían los pacientes sólo se extendían por cuatro días. Entonces varios, dice Castro, comenzaron a perder sus trabajos o irse a casa con Ley de Protección del Empleo.
Le pasó a César Sepúlveda, que vivió gracias a su seguro de cesantía durante esos tres meses y con la creciente incertidumbre sobre qué pasaría con él si la relojería no volvía a abrir pronto.
Gustavo Beltrán también lo escuchó:
−Toda la gente con la que conversaba estaban desesperados por poder trabajar, a pesar de que muchos tenían ingreso. Pero es que es mucha la angustia de no saber si esos ingresos se iban a mantener.
Volver a las ollas
A medida que el frío avanzaba, el dinero, o la falta de él, empezó a ser un problema. Por eso es que ayudas económicas gubernamentales como el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) eran tan importantes para muchos vecinos. Pero en Renca, al igual que en otras comunas, se encontraron con una barrera inesperada: la dificultad de poder postular en línea.
−En un principio las personas que solicitaban el IFE tenían que actualizar su registro social de hogares. Luego de eso podían postular. Pero lo que vimos en la medida en que muchos vecinos declaraban en su registro social de hogares que se habían quedado sin trabajo, es que sus fichas no se actualizaban. Por eso, la gran mayoría de las postulaciones al IFE salían rechazadas -sostiene el alcalde Castro.
Fue así para la nuera de César Sepúlveda. Tuvieron que pasar por varias apelaciones antes de recibir la ayuda. Pero la cuarentena también lo golpeó a él, que desde marzo decidió encerrarse.
−Me vino una depresión -dice Sepúlveda−. No quería ni salir de la pieza. Tomaba desayuno y me encerraba. Almorzaba y me encerraba. Estuve como un mes y medio así.
Sólo pudo salir de ese estado obligándose a hacer cosas, forzándose una rutina. Partió por arreglar lámparas y los baños. Luego se puso a fabricar vasos a partir de botellas de vidrio. El punto de inflexión, cree, fue cuando su madre de 80 años entró a su pieza y lo miraba desencajada, como sin entender qué le pasaba. Eso lo impulsó a tratar de conseguir trabajos esporádicos para ayudar en la casa. Un día fue a lijar una reja. Luego de tanto tiempo confinado, terminó lesionado del hombro.
El momento de mayor contagio llegó la semana del 29 de junio. En ese período, Renca llegó a tener 900 casos activos. Fueron las semanas en que la emergencia sanitaria comenzó a correr en un carril paralelo a la emergencia social. Desde el municipio informan, por ejemplo, que alrededor de 200 negocios locales debieron cerrar durante el confinamiento. Al mismo tiempo, las ollas comunes volvieron a ser masivas. Llegaron a tener 107 de ellas sólo dentro de la comuna.
Denisse Escobar, una profesora de Educación Física de 41 años, cesante desde diciembre, tuvo que participar este año, por primera vez, en una de ellas:
−Las familias aquí en la población Las Javas se empobrecieron un poco. Con los colegios cerrados, sin poder salir a buscar pega y sin plata, yo decía “¿qué hago? Nos vamos a quedar sin nada”. Ahí uno empieza a ver que algunos vecinos comenzaron a vender sus teles, a preguntar si íbamos a hacer olla común. Creo que así varios nos dimos cuenta de que todos estábamos en las mismas, que no había que sentir vergüenza de pedir ayuda a los vecinos.
La olla común de Las Javas partió el 4 de mayo, alimentando a 60 personas. Mientras más días pasaban, más personas llegaban. Llegaron a darle comida a 120. Un tercio, dice Escobar, son extranjeros. Sobre todo, madres con sus hijos.
−El costo de la cuarentena lo supimos siempre -dice Castro.
La municipalidad, de hecho, también tuvo que aportar. Durante la cuarentena entregaron 4.978 cajas de alimentos, 332 camas o camarotes y 5.255 planchas de volcanita o zinc. La suma de toda esa premura económica hacía, sostiene Denisse Escobar, que cada vez fuera más difícil quedarse en casa:
−Al principio, uno veía a la vecina afuera y te preguntabas ¿para qué salen? Si están diciendo que hay que quedarse encerrado. Pero luego de unos meses te das cuenta de que tus vecinos, al igual que tú, tienen necesidades y tienen que arreglárselas como sea. Además de trabajar en la olla tres días a la semana, vendo algunas cosas. Si tengo que seguir viviendo. No puedo estar sentada en la casa si falta el pan.
Claudio Castro cree que hubo un momento clave para esa sensación que describe Escobar: el 19 de julio, cuando el gobierno anunció el plan Paso a Paso:
−Ahí la cuarentena, definitivamente, se relajó. De hecho, así nos dimos cuenta de que la cuarentena ya no era efectiva.
El edil hace referencia al estudio de movilidad de la UDD.
−La información que recibimos fue que en las primeras comunas que salieron de cuarentena la movilidad aumentó un 11%. Pero en las comunas que no salían de cuarentena, la movilidad igual aumentaba 7%. Creo que eso refuerza la idea de que en Santiago, que tiene 36 comunas, dividirlas o subdividirlas, tanto para confinar como para desconfinar, es un error.
El 7 de septiembre, y aún en cuarentena, Renca mostraba un 4% más de movilidad que la que tuvo la semana del 9 de marzo, sin confinamiento.
Eso los vecinos lo percibían. En la población John Kennedy, Gustavo Beltrán lo analizaba con disgusto. Casi como una maldición:
−Lamentablemente, empezamos la cuarentena tarde. Y por eso, estábamos condenados a terminarla tarde. Incluso si ya era absurdo, porque la gente necesitaba hacer su vida.
Salir en cuarentena
La pandemia derrumbó varias cosas que Renca había conseguido. Una de ellas, especialmente dolorosa, eran las mejores cifras de empleo. En el municipio no tienen cifras exactas, pero sí algunos indicadores que muestran que de esta cuarentena sí saldrán como una comuna más pobre. Si antes de 2020 un 29% de sus vecinos trabajaba por cuenta propia, hoy al menos es un 34%. Solamente este año, 5.157 personas se han acercado a la oficina de información laboral comunal. A su correo electrónico ya han llegado 800 currículos. Todo ese le hace pensar al alcalde Castro que el 11% de cesantía que una encuesta propia había detectado en enero, y que ya era más alto que la cifra país, seguramente debe haber crecido.
Lo otro que siente que ha crecido son las denuncias por violencia intrafamiliar. No da una cifra, pero sí dice que “hemos tenido un aumento bien impresionante de estos casos”.
Las estadísticas de la Séptima Comisaría de Renca tampoco dan luces sobre eso, pero sí da otras cifras. Los homicidios han subido un 67% respecto del año pasado. Lo mismo sucede con los robos con violencia, que han experimentado un alza de 9%.
A Gustavo Beltrán y a César Sepúlveda los asaltaron, de hecho, el lunes. Habían sacado sus permisos e iban caminando por la población John Kennedy, armando una lista de cuántos niños necesitarían un regalo de Navidad de su junta de vecinos.
−En eso llegaron tres autos, llenos de cabros chicos con pistolas. Yo alcancé a arrancar, pero al César le robaron el teléfono. Y eran las 21.00. De Seguridad Ciudadana nos dijeron que eran unos cabros que andaban dando vueltas, robando lo que pillaran -relata Beltrán.
Los 287 fallecidos que sumaba la comuna durante la pandemia, a pesar de lo que pasaba en terreno, parecían ser una cifra demasiado alta como para soltarla.
−Cada vez que salía un informe epidemiológico nosotros éramos la comuna número uno en la tasa de casos activos. Y generaba esa pregunta: ¿Qué pasa en Renca? Eso no se transformó en una presión de nuestra comunidad, pero sí evidenciaba que hace semanas la cuarentena no estaba cumpliendo su objetivo de reducir la movilidad -asegura Claudio Castro.
No era por porfía. Muchos renquinos, explica César Sepúlveda, se vieron obligados. Como su mujer, que trabaja en Estación Central, una comuna que se desconfinó en septiembre y, por lo mismo, hace un par de semanas que ya se vio en la necesidad de regresar a la oficina.
Denisse Escobar también lo vio. Cuando el resto de las comunas de Santiago pasaron a Fase 2 o 3, cinco personas dejaron de ir a la olla común. Tenían empleos, le dijeron, y no podían faltar. Su marido también consiguió algo. Es algo temporal, pero sirve. Pasa que ella no cree que pueda volver a conseguir trabajo como profesora antes de marzo.
Esas situaciones, dice el alcalde de Renca, lo empujaron a pedir una reunión con el ministro de Salud, Enrique Paris. Se juntaron hace tres semanas. Según Castro, él le preguntó por qué si el Minsal aplaudía el sistema de trazabilidad de Renca, no revisaban la cuarentena, que era una medida que ya no estaba cumpliendo su objetivo.
−Quise, sobre todo, manifestarle que nuestro sistema de trazabilidad era una fortaleza y no debilidad. Que detectar más casos no debía tener una connotación negativa, sino que todo lo contrario (…). Y bueno, busqué activamente que el gobierno revisara la situación de nuestra comuna.
La reunión puede haber servido. Este jueves el Minsal anunció que Renca terminará su cuarentena el 5 de octubre, después de 150 días encerrada. Veintidós menos que Puente Alto y 13 más que Santiago Centro.
Castro dice que esa era la única decisión posible. Porque cuando mira atrás a los últimos cinco meses, buscando qué les dejó la cuarentena, no duda: “Creo que todos hemos perdido”.
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