Carlos Cáceres y la nueva Constitución: “Más que pesimista u optimista, estoy escéptico”
“Espero que lo ocurrido ayer no genere expectativas apresuradas de que la nueva Constitución va a traer la felicidad del país y que se van a resolver todos los problemas”, afirma quien fuera el último ministro del Interior de Augusto Pinochet. "Espero que no (sea el fin de la Carta Magna de 1980). Tal vez tengo una expectativa en el sentido de que las constituciones nunca parten de cero", dice.
Sorprendido por el amplio apoyo del Apruebo en el plebiscito de ayer y escéptico del proceso que debe conducir a la redacción de una nueva Constitución, se declara Carlos Cáceres, el último ministro del Interior del régimen militar antes del regreso a la democracia. Insiste en que el cambio de la Carta Magna no estuvo en la base del estallido social ocurrido en octubre del año pasado y que tanto el Presidente Piñera como el Congreso entregaron sus facultades cuando en el acuerdo de la noche del 15 de noviembre, decidieron optar por el actual camino.
¿Esperaba un triunfo tan amplio del Apruebo y de la Convención Constituyente?
-No lo esperaba. Siempre pensé que el Rechazo iba a tener un porcentaje superior al 30% y lo que hemos conocido está bastante distante de esa expectativa. Por lo tanto, para mí fue una sorpresa lo que aconteció ayer en materia de votación y que el Apruebo haya obtenido ese porcentaje tan importante.
¿A qué atribuye ese margen tan amplio?
-Creo que hay algo tal vez sicológico. La idea del cambio siempre atrae de manera muy notable a la mentalidad de las personas, independiente de lo que significa, para qué es o cuál es su contenido. Lo otro que evidentemente se manifestó es el deseo de cambiar la Constitución. No sé si habrá un conocimiento claro del contenido de ella, pero más allá de eso, hubo una manifestación clara de que se desea convocar a elaborar una nueva Constitución.
¿Es este el fin de la Constitución de Pinochet?
-Yo espero que no. Tal vez tengo una expectativa en el sentido de que las constituciones nunca parten de cero. Esto de la idea de la hoja en blanco creo que no cabe en el orden constitucional. Siempre hay herencias que se reciben, y así como la Constitución de 1980 recibió la herencia de constituciones anteriores, pienso que la que se va a elaborar en la nueva convención constituyente va a tomar en cuenta cuáles son las tradiciones de Chile. Lo que manifiesta la Constitución como punto de partida son los valores de la nación y eso tiene un carácter permanente y debe servir siempre como marco de referencia.
Pero a la luz de este resultado, pareciera que hay un sector muy amplio que hace rato no se sentía compartiendo los valores de esa Constitución.
-Yo tengo mis dudas sobre eso, porque uno tiene que recordar lo que ocurría en noviembre de 2019, cuando la Constitución y el cambio constitucional tenía como porcentaje de la preocupación de la ciudadanía chilena solo el 3%. No es un elemento que estaba en juego en el momento que surgió la violencia y fue esa misma violencia la que trajo consigo, posteriormente, la decisión de llevar adelante la elaboración de una nueva Constitución. Hay que atenerse a los hechos, pero honestamente creo que la Constitución de 1980 no constituía un elemento de división de la sociedad chilena. No estaba en la base de lo ocurrido el año pasado.
¿Comparte lo que dijo anoche el Presidente Piñera de que aquí triunfó la ciudadanía y la democracia?
-Sí, fue un acto democrático ejemplar. Aparte del nuevo ultraje que se hizo a la figura del general Baquedano, el resto de las manifestaciones fue de alegría. Eso abre un espacio para que ojalá el período que viene se genere un ambiente de paz social, que es lo que la sociedad chilena pide.
¿Cree que este resultado puede ayudar a ponerle fin a la violencia?
-Espero que sí, aunque soy escéptico, porque hay sectores que quieren que la violencia sea una nueva forma activa de alcanzar el poder. Espero que la madurez que mostró el pueblo de Chile en la votación de ayer sirva como un testimonio contra eso.
¿Cuál es la responsabilidad de Piñera en todo esto? Usted señaló hace unos días que él había entregado la Constitución…
-Creo que efectivamente ocurrió eso. Aquí hubo una entrega de la Constitución tanto por parte del Presidente, como por parte del Congreso que tiene facultades constituyentes. La forma de hacerlo era mandando un proyecto al seno del Congreso de nueva Constitución. Esa habría sido la salida conforme al orden institucional que estaba vigente en ese momento.
Pero ese camino probablemente no lograba el acuerdo político que se consiguió.
-Bueno, pero un Presidente para ejercer el mando tiene que ejercer sus atribuciones y el tenía esa atribución. Ahora, lo otro es especular de qué hubiese pasado si no se hubiese llevado por ese conducto la elaboración de una nueva Constitución.
Para mucha gente este resultado abre un camino de esperanza para Chile, de un país mejor. ¿Para usted qué representa?
-Yo espero que lo ocurrido ayer no genere expectativas apresuradas en el sentido de que la nueva Constitución va a traer la felicidad del país y que se van a resolver todos los problemas. Se requiere un marco de referencia institucional que garantice, por una parte, cuál es la misión del Estado, cuál es la misión de los privados, cuáles son las reglas del juego, cuál va a ser el ejercicio de la responsabilidad individual en el nuevo orden. Ojalá esto genere un nuevo pacto social que, partiendo de ciertos valores que todos compartimos, se traduzca en un nuevo orden institucional y que ayude en las condiciones para resolver las necesidades de la población chilena. Pero no tenemos que hacernos expectativas de que por la nueva Constitución va a emerger la felicidad o va a emerger la satisfacción de todos los problemas que hoy tiene la ciudadanía.
-¿Qué es lo que más le preocupa del proceso constituyente?
-Es importante cierto antagonismo que se ha planteado entre la idea de la subsidiariedad y la solidaridad del Estado. Yo creo que no son conceptos antagónicos, sino totalmente complementarios. Otro elemento muy importante es lo que se denomina como democracia limitada, en el sentido que se acepta que sea la soberanía nacional la que decida el marco de las autoridades públicas, pero eso no puede conculcar los derechos que emanan de la naturaleza de los individuos y entre ellos uno muy importante es el derecho de propiedad, que garantiza el ejercicio de una sociedad en libertad. También esencial es que se mantenga la facultad exclusiva del Presidente de la República en mantener el orden fiscal. Desde el punto de vista de los derechos sociales, me preocupa que se deje el espacio para que en su satisfacción participe tanto el Estado como el sector privado. Por último, es muy relevante que los quórum finales de una reforma constitucional sean elevados, para efecto de darle una estabilidad institucional que requiere toda sociedad para tener una mirada de mediano y largo plazo. Dejar a la simple mayoría el orden institucional chileno, va a generar un grado de vulnerabilidad y de inestabilidad que no me cabe la menor duda que va a afectar el orden de la economía. La economía requiere de una certeza jurídica para tomar decisiones de inversión y bien sabemos que si no hay inversión, las posibilidades de crecimiento económico se limitan considerablemente.
-¿Pero ve posibilidad de que todo este proceso que parte hoy se pueda conducir bien o está muy pesimista?
-Más que pesimista u optimista, estoy escéptico. Aquí vamos a tener un hecho inédito, por primera vez una Constitución va a ser elaborada por un número grande de personas -155-. Cuál va a ser la formación, la capacitación de este grupo, cuál es la cercanía que tienen con el conocimiento de materias constitucionales… bueno, hay muchos signos de interrogación. Por eso mi escepticismo, que debiera ir produciendo optimismo o pesimismo, según avance este proceso, en que va a ser fundamental la elección de los constituyentes en abril.
-En todo caso, si es por hechos inéditos, usted fue parte del plebiscito del SÍ y el No de 1988, cuyo resultado fue bueno para el país, permitiéndole recuperar la democracia de manera pacífica. ¿No puede ocurrir ahora lo mismo? ¿No puede estar equivocado en su escepticismo?
-Hay que hacer una diferencia con respecto al plebiscito de 1988, y es que estaba establecido en el orden constitucional. Estaba señalada claramente cuál iba a ser la forma de entrega del gobierno militar al gobierno civil. Se sabía perfectamente bien que si era derrotada la propuesta de la junta de gobierno había un año y medio de transición, en el que seguía gobernando el gobierno militar y que durante ese período se iban a elaborar las leyes que no estaban aprobadas todavía. Por lo tanto, había un camino establecido y eso se cumplió rigurosamente. Se hizo una transición calificada de ejemplar, en que las Fuerzas Armadas ni dejaron ni abandonaron el poder. Las Fuerzas Armadas entregaron el poder, conforme al compromiso que habían tomado cuando ocurren los hechos de 1973, de restablecer el orden de la democracia. Entonces son dos situaciones radicalmente distintas. Aquí estamos en un camino desconocido. Sabemos que habrá una elección en abril para elegir a los constituyentes, pero después cómo va a ser el proceso de elaboración, cuáles van a ser los aspectos principales del reglamento que va a normar esa Asamblea Constituyente, son materias hoy día que están sujetas a un signo de interrogación.
¿En qué pie deja este resultado a los candidatos presidenciales de centroderecha?
-No creo que sea el único elemento que vaya a definir ni las candidaturas presidenciales, ni tampoco los resultados de las elecciones. Aquí hubo una pregunta muy concreta, mientras que el devenir político va a estar fundamentalmente inspirado por lo que hagan, primero, los partidos políticos, y por cómo el gobierno del Presidente Piñera aproveche este año y medio que le queda para recuperar la economía, generar empleos y conducir un proceso electoral que va a ser bastante complejo en el curso de 2021.
Usted en 1999-2000 apoyó la candidatura presidencial de Joaquín Lavín. Esta vez, si se postula de nuevo, ¿contará con su respaldo?
-Esta definición que ha dado Joaquín Lavín, de buscar un gobierno de socialdemocracia, en que no se establece cuáles son las tareas que le competen al Estado, me deja a mí un signo de interrogación. Hoy día, en esa perspectiva de indefinición, no lo apoyaría. Espero que haya otras alternativas. Está el caso de Evelyn Matthei, de José Antonio Kast. La centroderecha va a tener distintas opciones.
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