Josefina Araos: “Va a ser imposible para el Presidente eludir el giro al centro en su cambio de gabinete, si quiere tener éxito”
La historiadora e investigadora del IES analiza los resultados del plebiscito constitucional, que arrojaron un abrumador triunfo del Rechazo. Una derrota apabullante para los sectores más radicales de la Convención y también para el gobierno, que se identificó con la propuesta de Nueva Constitución. "Es evidente que el Presidente queda debilitado, pero esto puede ser una oportunidad en la medida que esté dispuesto a asumir ciertos costos, a tomar decisiones contundentes", dice.
En su abrumadora elocuencia, el resultado del plebiscito constitucional abre preguntas y sugiere algunas cosas. Y una de ellas es la enorme distancia y desconexión de la Convención y la ciudadanía. Al comprometerse tan decididamente con la propuesta, ¿el Presidente también se alejó de las preocupaciones de la gente? ¿El resultado es un rechazo hacia su gobierno? “Yo creo que refleja un cuestionamiento muy fuerte”, dice la historiadora Josefina Araos, investigadora del IES.
El apabullante triunfo del Rechazo, un 62% de los votos con una participación de 13 millones de electores, constituye una severa derrota de los sectores más radicales y más ideologizados de la Convención. Aquellos que dominaron el discurso constituyente, piensa la autora de El pueblo olvidado.
-En primer lugar el triunfo del Rechazo es la derrota de los ideólogos que de alguna manera hegemonizaron la deliberación: Fernando Atria, Jaime Bassa, Marcos Barraza. Y es una oportunidad para que los grupos más moderados, más dispuestos a dialogar en la centroizquierda y en la centroderecha puedan adquirir influencia en el ciclo que viene.
Desde la centro derecha al gobierno, pasando por la centroizquierda por el Rechazo, parece haber consenso en la continuidad del proceso constituyente. De hecho, durante esta mañana el Presidente se reunió con los presidentes de la Cámara de Diputados y del Senado, Raúl Soto (PPD) y Alvaro Elizalde (PS), para avanzar en un nuevo itinerario constituyente, como lo anunció anoche.
-Fue muy claro en las voces que salieron rápidamente desde la centroderecha, desde la centroizquierda que fue por el rechazo y también los voceros del mundo del Apruebo, de que el proceso continúa. Álvaro Elizalde decía ayer que el triunfo del rechazo se basa también en decir que el proceso constituyente continúa y por lo tanto, interpretar este triunfo es inseparable de una de las promesas más importantes de su campaña: rechazar para reformar, una que nos una.
¿El resultado se puede leer como un rechazo también hacia el Presidente o al gobierno?
No sé si rechazo, pero creo que refleja un cuestionamiento.
Si uno observa la aprobación del Presidente o de su gabinete, han bajado notoriamente. Todo su gabinete baja en la medición pre plebiscito….
El Presidente ya dio señales claras en su discurso: habló de inmediatos ajustes en los equipos de gobierno. Quizás uno habría esperado un poco más de autocrítica en un gobierno que se involucró tan activamente en la campaña y se identificó tan claramente con la propuesta de Nueva Constitución. Pero aunque no haga ese reconocimiento, dice acá se rechaza la propuesta, el texto. No habla de él porque no lo va a hacer, es un reconocimiento demasiado duro. Aún así, le asigna muchísimo protagonismo, y él se pone a disposición, al Congreso, donde vuelve la iniciativa. Y recuerda la gran cantidad de demandas y preocupaciones que tiene la ciudadanía en materias que no involucran de forma inmediata al tema constitucional, sino a política pública y discusiones entre el Ejecutivo y el Legislativo. Entonces insinúa, uno podría leerlo así, nosotros ahora volvemos a gobernar. No hay una autocrítica explícita, pero toma nota el Presidente de que este resultado es también una llamada de atención de una ciudadanía que siente que el Gobierno no solo se identificó demasiado con esta propuesta, sino que al liderar la campaña dejó de gobernar.
¿El Presidente queda debilitado? ¿Debiera conducir el nuevo proceso constituyente?
Es evidente que queda debilitado, pero esto puede ser una oportunidad en la medida que el Presidente esté dispuesto a asumir ciertos costos, a darse cuenta de cómo los resultados, el cambio de momento político, obligan a tomar decisiones contundentes. Acá hay una ciudadanía que está diciendo ojo, las cosas no queremos que vayan hacia donde todos ustedes estaban apuntando que fueran. Y eso va a exigir modificaciones sustantivas, en primer lugar, a nivel del gobierno, de los equipos, como dijo el Presidente. Necesita incorporar personas al mismo tiempo con mayor vocación de transversalidad y con experiencia de Estado. Y eso le va a exigir algo que es doloroso para él, que es que pierdan hegemonía, fuerza, protagonismo, ciertas voces más cerradas, más identificadas plenamente con el proyecto de la Convención y con poca vocación de construir mayorías electorales que parecen ineludibles para hacer cualquier cosa. O sea, el Presidente no solo necesita acompañar lo que siga el proceso constituyente, sino aprobar reformas de su propio gobierno, y eso no tiene cómo construirlo hoy día.
¿Debiera modificar su hoja de ruta, moderar sus ambiciones transformadoras?
Quizás en algunas materias uno podría decir que sí, por ejemplo, en el protagonismo que va a tener que tomar el tema de seguridad, aunque eso ya lo tiene asumido, o el control del narcotráfico, que es algo que al gobierno le hubiera gustado que no le tocara. Eso va a exigir prioridad. La cuestión económica también va a exigir prioridades, pero a mí no me parece que tenga que modificar su foco en las grandes reformas sociales, en salud, pensiones, fundamentalmente.
Pero sin mayorías en el Congreso va a tener que salir a buscar consensos
Yo creo que el desafío está en cómo descubre que para esas reformas y el contenido de esa ellas, la convocatoria va a tener que ser mucho más transversal de lo que pensaban, aunque esto lo debieron haber entendido hace 10 meses. No lo entendió ni la Convención ni el gobierno y creyeron que podían prescindir de eso. Y resulta que ahora tienen que salir a construir mayorías legislativas. Y hoy día eso es más difícil porque están en una posición de derrota que va a exigir más concesiones. No se hizo antes, pero espero que lo haga porque la sostenibilidad de su gobierno también depende de que sea capaz de construirla. Y creo que va a tener que estar disponible igual y acompañar el proceso constituyente también, no sé si con quien nombre a cargo o él mismo, pero obviamente el Ejecutivo no puede prescindir de algún rol en la continuación de este proceso.
El cambio de gabinete es inminente. Uno de los nombres que parece seguro de salir es Giorgio Jackson. El senador Fidel Espinoza (PS) lo responsabilizó de la derrota, y desde la derecha esperan que salga del gabinete. ¿Es uno de los responsables del fracaso?
Yo creo que son siempre responsabilidades compartidas. Acá hay muchas cosas en juego, mucha responsabilidad. Uno podrá juzgar cómo el gobierno interpretó su papel en este proceso, sobre todo en esta última etapa, pero la responsabilidad central del resultado está en la Convención. Hay un trabajo gigante que hacer de autocrítica y de lecciones que sacar, de errores de diagnóstico. Pero es evidente que frente a este resultado se termina de abrir un conflicto que sabemos estaba contenido de antes: el ministro Jackson ha sido un problema, ha tenido dificultades no solo en la relación entre Congreso y Ejecutivo, que es su tarea, sino en los vínculos en el oficialismo. Después de esas declaraciones sobre la superioridad moral, hubo una ruptura muy evidente donde varias y varios personeros del socialismo democrático hicieron explícita su distancia total con él. Hay una fractura a nivel de gobierno que es insostenible, y por el bien de la coalición y el oficialismo parece necesario buscar una figura que genere menos tensión y menos fricciones. El es uno de los rostros responsables de esta decisión tan equívoca de identificar tan fuertemente al gobierno con esta propuesta y no ver que con eso dejaba de gobernar. No ver que era demasiado arriesgado si ganaba el Rechazo. En fin, muchos lo advertimos y eso no se escuchó. Y en eso tiene una responsabilidad importante el ministro Jackson. Al Presidente se le viene algo difícil porque no solo tiene que manejar resquemores y tensiones en la coalición, sino romper con cuestiones que están muy metidas en su identidad y su trayectoria, sus afinidades personales, va a ser un proceso doloroso.
A la luz de esta derrota, ¿debiera ser el socialismo democrático el que gane más mayor protagonismo?
Yo tiendo a pensar en el socialismo democrático, porque creo que reúne transversalidad y experiencia de Estado. Algunos comentaban ayer la idea de meter ex convencionales, pero lo veo difícil porque perdieron piso electoral, pero se hablaba de figuras del mundo independiente o convencionales que han mostrado una habilidad política distinta. Como sea, creo que es muy necesario reunir habilidad política, vocación de transversalidad y experiencia, porque hay muchos problemas acá de amateurismo, o sea, de falta de experiencia en manejar y en administrar el poder, de creer en un adanismo, que con uno está partiendo todo y hay que simplemente llegar a reemplazar las cosas, porque todo lo que se estaba haciendo antes estaba mal. Esto lo decía Elizalde ayer como una afirmación muy de sentido común: había cosas que estaban mal, que tenemos que cambiar a nivel de Constitución, a nivel de gobierno, pero no todo. Esa premisa tan elemental parece que estuvo tan ausente en la Convención y al interior del gobierno. Yo espero que los cambios vayan por ese lado y tiendo a pensar que va a ser imposible para el Presidente eludir ese giro al centro en su cambio de gabinete, si quiere tener éxito.
De hecho la centroderecha condicionó su reunión con el Presidente a la espera del cambio de gabinete
Así lo dijo Jaime Macaya, necesitamos saber con quiénes vamos a conversar. Y no vamos a conversar con cualquiera, claro. Ellos están poniendo ciertas condiciones, pero que tienen sentido, porque si el propio Presidente reconoce que se viene un ajuste, bueno, no nos pida que nos juntemos todavía si no sabemos con quién vamos a tener que conversar todo este tiempo. Creo que tiene sentido plantear ese tipo de exigencias que no modifican en nada el compromiso que ha mostrado todo ese mundo del Rechazo por conversar y continuar el proceso de cambio constitucional. Pero está en manos del Presidente apurar esa decisión y hacerla de manera eficaz para poder sentarse a conversar, porque el tiempo apremia.
¿Cuál debiera ser el camino de la derecha? ¿Tiene razones para sentirse victoriosa?
Creo que la mejor disposición la resumió anoche Javier Macaya. El se quitó un poco el protagonismo, dijo no es un triunfo de la centroderecha, es un triunfo de la ciudadanía, el sentido común y el rechazo a una forma de entender la política y a una interpretación de nuestra sociedad y nuestra historia, y a un proyecto de país que no le hizo sentido a las grandes mayorías. Esa es la gran noticia de hoy día. Creo que esa es la actitud que tiene que primar en esa centroderecha consciente de que este triunfo no significa que no pueda interpretar con optimismo y esperanza para sí misma como algo que la fortalece, pero sabiendo que no es un triunfo de ella ni solo por ella. Esto también se debe a grupos que cruzaron el charco, como han dicho por ahí en la centroizquierda, y a una ciudadanía que había dejado de votar y ahora decidió ir a votar. Creo que lo que tiene que primar es la humildad y la grandeza al mismo tiempo en derrotados y ganadores. Y estos recordar todos los compromisos hechos a la ciudadanía y al resto de la política de que esto continúa, de que es necesario conversar con todos los actores, de que es necesario sacar lecciones para corregir procedimientos y asegurar un texto lo más convocante posible. Donde, ojo, también hay consensos mínimos en temas que no pueden quedar atrás. No será la plurinacionalidad, no será el modo en que quedó el Estado regional, pero sabemos que hay demandas de regionalización, demandas de reconocimiento indígena, de medio ambiente, derechos sociales.
¿Y la centroizquierda se puede considerar también dentro de este escenario como triunfadora?
Sin duda. Y bueno, la pregunta es ¿qué va a pasar con ellos? Muchos han levantado esta inquietud estos días. Por ahí alguien decía, bueno, el Presidente tuvo un resultado tan brutal que hasta debiera preguntarse si no tiene que meter a esa centroizquierda en el gabinete. Cuesta imaginarlo, porque hay cuestionamientos muy duros a ese mundo o amenazas de suspensión de militancia.
La centroizquierda cruzó el charco por primera vez. ¿Puede tener proyección una alianza con la centroderecha?
Creo que es la pregunta más relevante, si se van a hacer articulaciones futuras con la centroderecha y dar paso a alianzas nuevas, inéditas, que pueden ser bien interesantes, sobre todo para la continuación del proceso constituyente. Todo eso está por verse, pero también son grandes triunfadores.
El sábado Fernando Atria defendía que el sistema político de la propuesta había quedado muy bien. Y ayer Marcos Barraza adjudicó la derrota al miedo y las mentiras. ¿Extraña autocrítica en el PC y el Frente Amplio?
Lo eché de menos antes. Creo que no era necesario tener la contundencia del resultado de ayer para iniciar un proceso de autocrítica. Más o menos desde inicios de año que cambia la valoración de la Convención y de a poco se va volviendo cada vez más irreversible. Desde ahí se instala esta lectura de que toda esta resistencia se debe a un coro catastrofista que nunca quiso el triunfo del proceso, a grupos que quieren defender sus privilegios, a medios que manipulan, que logran que triunfe el miedo. En fin, todas las peores interpretaciones posibles. Yo eché de menos una autocrítica durante todo el proceso para tratar de explicar con un poco más de sofisticación qué estaba pasando y que fueran capaces de decir oye, parece que acá nos equivocamos en algún minuto, nos desconectamos en algún momento. Un par de convencionales salieron a decirlo ayer. Pero la verdad es que afirmaciones como la de Marcos Barraza y otras en redes sociales son brutales: “como vimos para el Brexit”, “como vimos para Trump”, “la ignorancia”, “la gente de Petorca sigue sin querer agua”. Un desprecio por el votante. Puras barbaridades que solo confirman la distancia abismal que se produjo entre entre la Convención y las personas que salieron a rechazar con esa contundencia.
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