Navalny vs. Putin: Qué hay tras las protestas que sacuden a Rusia y amenazan al régimen
Tras la detención del líder opositor ruso, miles de personas han salido a protestar para manifestar su descontento con el mandatario. Si bien los analistas concuerdan en que el Kremlin no se encuentra amenazado, Navalny ha ido consolidando su respaldo.
“Estamos cansados, hace años que acá no hay oportunidades para nosotros. Hay mucha corrupción y se están robando el país. Creo que por eso hemos salido a protestar, porque ya no queremos más esto. A mí me gustaría irme a Barcelona, para poder tener una mejor calidad de vida”, cuenta a La Tercera Ekaterina, una joven de 25 años que vive en Moscú.
La llegada a Moscú del líder opositor ruso, Alexei Navalny, el 17 de enero pasado y su posterior detención ese mismo día, han desatado una serie de protestas tanto en la capital como en San Petersburgo, Vladivostok y otras ciudades del país. El político se encontraba hace cinco meses en Alemania donde recibió tratamiento tras ser envenenado por el agente nervioso novichok, acción que tanto él como Occidente han atribuido al servicio de seguridad cercano al Presidente Vladimir Putin.
El jueves de la semana pasada un tribunal confirmó la prisión preventiva de Navalny por 30 días, mientras que el martes se hizo efectiva la pena de tres años y medio de cárcel dictada en 2014 en contra del dirigente de 44 años.
El enojo se apoderó de los ciudadanos en Rusia quienes han salido a las calles gritando distintas consignas contra el Presidente Putin. Las protestas han sido reprimidas duramente y el domingo, la policía detuvo a más de 5.100 personas en ciudades de todo el país, según OVD-Info, un grupo que monitorea los arrestos políticos. Una cifra que supera a los 4.000 arrestos registrados en las manifestaciones del 23 de enero.
En Moscú, las autoridades introdujeron medidas de seguridad sin precedentes en el centro de la ciudad: cerraron las estaciones de metro cerca del Kremlin, cortaron el tráfico de los buses y ordenaron que los restaurantes y tiendas permanecieran cerrados.
“En nuestro país no hay represión, lo que sí hay son medidas contra los que quebrantan las leyes en los actos no autorizados”, dijo el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov. Asimismo, destacó que el Ministerio del Interior y la Guardia Nacional ya han dicho que investigarán posibles excesos por parte de las fuerzas de seguridad durante las protestas y ha agregado que la Presidencia “no puede dedicarse a investigar esos casos individuales”.
Pese a las medidas tomadas por las autoridades, los manifestantes -en su mayoría jóvenes- siguen saliendo a protestar. Para los observadores estas movilizaciones tienen semejanzas con lo ocurrido de 2011, cuando miles se manifestaron contra los resultados de las elecciones legislativas de diciembre de ese año, que tanto activistas como electores consideraron un fraude.
Aunque advierten que el Kremlin no está siendo amenazado y que tampoco las manifestaciones se parecen a lo que ocurre en Bielorrusia, donde miles de personas ha salido a las calles a pedir la salida del mandatario Alexander Lukashenko. En un podcast del centro de estudios Carnegie, el editor de la revista The Economist, Arkady Ostrovsky, señala que la amenaza que enfrenta Putin es la caída de la legitimidad dentro del mismo sistema. Mientras que otros expertos destacan que si bien las manifestaciones fueron gatilladas por la detención de Navalny, las personas protestan contra Putin.
“El arresto de Navalny se ha convertido en la gota que rebalsó el vaso para muchas personas. La mayoría de las personas salió a las calles por primera vez para protestar contra el régimen político de Putin en general, pero en particular por dos razones interrelacionadas: la monstruosa corrupción y el creciente autoritarismo de las autoridades. En este sentido, la protesta no es tanto ‘por Navalny’ como ‘contra Putin’”, explica en conversación con La Tercera, Alexander Reznik, académico de la Escuela Superior de Economía de San Petersburgo.
En todo caso, tanto las manifestaciones como la dura represión han tenido poco impacto hasta ahora en el índice de aprobación de Putin. Un estudio del centro Levada reveló un descenso general de un punto porcentual en la aprobación del mandatario, que cayó al 64% desde el 65% en noviembre. En el transcurso del año, su calificación entre los encuestados más jóvenes retrocedió de un 51% al 17%.
Eso sí, Putin, de 68 años, sigue siendo el político más fiable de Rusia, con una calificación del 29%, cinco puntos porcentuales menos que en octubre, mientras que la de Navalny subió al 5%, situándolo en el sexto lugar, dijo Levada.
“Creo que la principal causa de la protesta es que las personas, especialmente los más jóvenes, consideran que el sistema no es justo para ellos, que ellos son privados de oportunidades, que no son tratados apropiadamente. Básicamente, no tienen oportunidad de ser exitosos. No hay calidad de vida, no tienen acceso igualitario a las oportunidades. Sienten que el sistema necesita un cambio más radical”, indicó a La Tercera, Andrey Kortunov, director general del centro de estudios Russian International Affairs Council.
De bloguero a político
El ascenso de Navalny como fuerza en la política rusa comenzó en 2008, al denunciar en su blog las malas prácticas y la corrupción en algunas de las grandes corporaciones controladas por el Estado en Rusia. En redes sociales, sus seguidores son predominantemente jóvenes y se dirige a ellos con un lenguaje agudo y contundente, burlándose del establishment leal al Presidente Putin. El joven político ha usado las redes sociales como una de sus principales plataformas, esto considerando lo centralizado que es el sistema en Rusia y el rol que ocupa la televisión en la política.
En una columna publicada por el centro de estudios Carnegie, la analista Tatiana Stanovaya señaló que existe división al interior de la elite rusa con respecto a Navalny. Para algunos es considerado una amenaza al régimen de Putin, producto de sus denuncias.
Por ejemplo, tras su arresto, el equipo de Navalny publicó un video de dos horas en YouTube sobre una opulenta residencia en el Mar Negro construida presuntamente para Putin. El video ya acumula más de 100 millones de visualizaciones y ha avivado el descontento.
Sin embargo, quien tuvo una reacción sorprendente fue el mismo Kremlin, que por años lo ha ignorado. Esto porque el Presidente Putin señaló la semana pasada que ni él ni sus familiares poseen ninguna de las propiedades mencionadas en el video y su confidente, el magnate de la construcción Arkady Rotenberg, dijo ser el dueño.
“Durante años, el Kremlin había intentado tratar a Navalny como una molestia corriente. Ahora lo ha transformado en una especie de héroe popular para un número creciente de rusos”, escribió Stanovaya.
En este sentido, Kortunov señaló que “uno de los acontecimientos importantes recientemente fue que las últimas actividades de protesta ocurrieron más allá de las grandes metrópolis”. “Las manifestaciones sucedieron incluso en pueblos pequeños. Parece que gradualmente Navalny ha ido expandiendo su base de respaldo en el país, especialmente entre los más jóvenes. Por supuesto, tiene gran parte de su respaldo en las grandes áreas metropolitanas como Moscú, San Petersburgo, Ekaterimburgo, ciudades con una población de un millón o más de habitantes. Hay una proliferación geográfica de su movimiento y esto es uno de sus mayores logros en el último año”, indicó.
En la misma línea, Reznik sostuvo que “la principal diferencia respecto con otras protestas fue que las manifestaciones tuvieron lugar en casi 200 ciudades, incluidos pueblos pequeños donde tanta gente no había salido desde la Revolución Rusa de 1905”. “En Moscú y San Petersburgo, los manifestantes utilizaron la táctica ‘bielorrusa’ de ir cambiando constantemente su ubicación para evadir el acoso policial. En cuanto a la acción policial, a partir de la segunda manifestación del 31 de enero, la protesta fue reprimida duramente, algo sin precedentes”, agregó.
Un desafío a las elecciones
Si bien existe el consenso que las manifestaciones no representan en lo inmediato una grave amenaza para el control del poder por parte de Presidente Putin, el amplio alcance y el notable desafío mostrado por muchos de los manifestantes, dan cuenta del hartazgo de la ciudadanía con el orden político. Reznik advierte que las “protestas pacíficas no son en sí mismas una amenaza inmediata para el Kremlin. Pero las consecuencias serán la politización de una parte creciente de la población, el crecimiento de la autoorganización política y, en algunos lugares, su radicalización”.
“El sistema todavía tiene márgenes de seguridad, no sabemos cuán amplio es este margen, pero es claro que el vínculo entre la sociedad y el Estado se está erosionando y Putin, que es el político más popular en el país, ha ido reduciendo gradualmente su popularidad”, dijo Kortunov. “Ciertamente hay razones para estar preocupado sobre el futuro. No creo que el sistema explote mañana, definitivamente hay instituciones que son bastante robustas, pero hay una importante señal de que algo no está bien, que algo tiene que cambiar”, agregó.
Al margen de las movilizaciones ciudadanas, los ojos están puestos en las elecciones legislativas de septiembre. Actualmente, el partido de Putin, Rusia Unida, tiene 343 escaños de un total de 450. “Creo que van a ser elecciones muy difíciles para el partido gobernante, no sé cómo van a mantener el actual equilibrio de poder, a menos que decapiten a la oposición, que todas estas personas, como Navalny, sean eliminadas de la escena política, que sean puestos en la cárcel. De otro modo, será muy difícil, porque definitivamente el partido Rusia Unida está perdiendo popularidad, está perdiendo respaldo”, sostuvo Kortunov.
Para Reznik, “las autoridades tendrán que posponer las elecciones o recurrir a la más extensa falsedad y represión, porque el ‘voto inteligente’ propuesto por Navalny ya ha demostrado su eficacia contra los candidatos del ‘partido del poder’”. “No se sabe nada sobre la estrategia específica del Kremlin, pero el referéndum pasado sobre enmiendas constitucionales ha demostrado que es muy probable que se elija el escenario más duro”, concluyó el académico.
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