Columna de opinión: La influencia de Thomas Bernhard
El escritor austríaco es la contraseña que une a autores tan diversos como Ricardo Piglia, Juan José Saer, Fogwill, Javier Marías, Fernando Vallejo y Bolaño, por mencionar a algunos de los mejores escritores hispanoamericanos del último tiempo.
En el prólogo a Relatos autobiográficos, de Thomas Bernhard, el traductor Miguel Sáenz dice que la aparición de El origen, en 1983, modificó para siempre la literatura en español. Pienso que tiene razón, pues al fin y al cabo Bernhard (1931-1989) es la contraseña que une a autores tan diversos como Ricardo Piglia, Juan José Saer, Fogwill, Javier Marías, Fernando Vallejo y Roberto Bolaño, por mencionar sólo a algunos de los mejores escritores hispanoamericanos de las últimas décadas. Fue justamente Marías quien abogó porque las obras de Bernhard se tradujeran al español y, sin duda, aprendió todo lo que se puede aprender de un autor enemigo de las pedagogías, así como Bolaño en buena parte aprendió de Bernhard a través de Marías.
Ricardo Piglia, en tanto, homenajea de pasada a Bernhard en su novela Respiración artificial, mientras que Fernando Vallejo dice no haberlo leído, aunque es el que más se le parece. No se trata de una mera cercanía estilística: sería difícil decidir si Vallejo odia a Colombia más de lo que Bernhard odiaba a Austria, y el paralelo biográfico es, en algunos puntos, asombroso, tal vez porque ambos llenan la vida de pistas falsas. Ni Bernhard ni Vallejo dicen la verdad en sus respectivas pentalogías autobiográficas, pero tampoco sería exacto decir que mienten: simplemente se atreven a describir lo que en verdad sucede cuando alguien se encierra en un cuarto a recordar lo vivido. No confían en el recuerdo sino en el acto de recordar, en las emociones extremas y casi siempre arbitrarias que emergen al momento de recuperar los trozos de vida.
También Horacio Castellanos Moya escribió un homenaje a Thomas Bernhard que es, consecuentemente, un contrahomenaje a El Salvador, y la lista podría extenderse hasta llegar al libro de relatos en que Pablo Torche imposta la voz para construir, con obligado humor, la vida exagerada y mínima de un chileno culposo. El efecto Bernhard, en todo caso, depende bastante de las brillantes traducciones de Sáenz; el afortunado encuentro entre un gran escritor y un gran traductor nos ha permitido una aproximación real a un estilo adictivo e incesante, fogueado en la tradición pero irreductible, original, personalísimo.
Sería sencillo llenar la página inventariando las salidas de madre de Bernhard o sus contradicciones o sus raptos egocéntricos (más frecuentes que sus insinceros arrebatos de humildad), pero el misterio no está en la biografía, sino en la prosa. Su estilo se basa en la repetición de frases y en el aliento de una respiración milagrosa, sin puntos aparte ni remansos de diálogo. Pero es arduo explicar cómo consigue borrar los matices positivos de la experiencia sin restarle complejidad a aquello que relata. Me lo pregunto ahora, al comenzar a releer El origen, llevado por la escena inicial en que el niño se encierra en la pieza de los zapatos a ensayar violín, aunque en verdad se encierra allí para abandonarse, en libertad, a la idea de un suicidio que nunca realiza. "La época de aprender y estudiar es, principalmente, una época de pensar en el suicidio, y quien lo niega, lo ha olvidado todo", dice Bernhard, y le creemos; no deberíamos creerle, pero le creemos.
La complicidad que genera Bernhard es extraña, pues en sus novelas lo que hace, en apariencia, es rechazar al lector, contrariar una a una las ilusiones que rondan la lectura; leerlo es intuir o asumir una herencia incómoda y acaso enfrentar el llamado a guardar silencio, pues la obra de Bernhard puede leerse como un vibrante y majadero alegato a favor del silencio, una demostración de la incapacidad del lenguaje realizada por un escritor que manejaba la lengua como nadie. El virtuosismo de Bernhard quiere decirnos que el virtuosismo no sirve para nada y esa lección lúcida y dolorosa la aprendemos muy de a poco, página a página, en sus libros.
Alejandro Zambra es autor de Bonsái y La vida privada de los árboles. Profesor de la UDP.
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