El almanaque del tenis chileno
El libro Grandes historias del tenis chileno, de Mario Cavalla y Rodrigo Hernández, reúne imperdibles anécdotas de los personajes que marcaron el deporte blanco.
Las locuras de Hammersley
Andrés Hammersley fue uno de los primeros héroes del tenis chileno. Apodado Huaso, alemán de padre y chileno de madre, combinó sus estudios de contactología (fue el primero de su especialidad) con el tenis.
Llegó a ser el mejor de Sudamérica en la época en que el mundo era dominado por la Segunda Guerra Mundial. Muy a desgano de su padre, que veía el tenis sólo como un pasatiempo, realizó una gira de seis meses por Estados Unidos y Latinoamérica.
Así, se convirtió en el primer tenista masculino nacional en jugar en Forest Hills (hoy US Open), en 1945, ocho años después de que Anita Lizana se coronara ahí. Luego, estuvo en Wimbledon donde no rindió lo esperado, producto del agotamiento mental que arrastraba, y que lo tuvo en malas condiciones.
En Santiago le vino un nueva crisis, que lo dejó sin habla y sin movimiento por un tiempo. Incluso, fue internado en un manicomio y le realizaron terapias de electroschock e insulina.
Sin embargo, una de las anécdotas más increíbles que se cuentan sobre él, tiene relación con uno de sus tres matrimonios, el que celebró junto a la bella Carla Timmerman. Mientras la novia caminaba al altar, el jugador figuraba disputando un partido en el Club Santiago. Sus familiares, preocupados por la ausencia, lo fueron a buscar al recinto. Ni siquiera se cambió las calcetas de tenis. Se casó, pero luego... ¡regresó a la cancha para terminar el partido!
El otro cabro es importado
Nicolás Massú y Fernando González forjaron una gran amistad. Pero la primera vez en que se encontraron, el ambiente fue distinto. En la Copa Milo de 1995, jugada en Villa Alemana, ambos se enfrentaron en semifinales. El partido era igualado y tenso. En las tribunas también. Ahí, apareció Sonia Fried, madre del futuro doble campeón olímpico. Mientras los González seguían el duelo en silencio, la Tía Sonia arengaba con gritos. "Apoyen al Nico, que el otro cabro es importado", vociferaba, en alusión a Feña, que en esa época residía en Estados Unidos junto a su familia. El partido favoreció al Bombardero en tres sets. Lejos de las odiosidades, la dupla se hizo inseparable dentro y fuera de la cancha.
Las trenzas del Chino
Uno de los capítulos imperdibles del libro es el que tiene relación con la primera vez de Marcelo Ríos en Roland Garros. Todavía juvenil, el Chino se midió con Pete Sampras, número uno del mundo. Cayó en tres estrechísimos sets y maravilló al planeta con su tenis y con su desenfadado look.
Después de su actuación, debió quedarse en París para la gala de la Federación Internacional de Tenis. Ahí sería premiado por ser el mejor tenista juvenil de 1993.
Con trenzas a lo Bo Derek y vestido de frac, el Chino llegó a la ceremonia. Su aspecto se debió a una apuesta que realizó con su entrenador, Erwin Dannemberg. "Perdió y debió hacerse trenzas", cuenta el ex técnico del zurdo de Vitacura.
El rey del bolero
Lucho Gática es probablemente uno de los más grande cantantes que ha parido esta tierra. Sin embargo, pocos saben que su gran pasión era el tenis, deporte en el que mostró interesantes condiciones técnicas. Asiduo visitante del Club Santiago, el rancagüino hizo una gran amistad con los hermanos Luis y Carlos Ayala. Fue tan cercana la relación, que el intérprete se convertiría en el padrino de Ana María, una de las hijas del hermano del doble finalista de Roland Garros. En México, el súperventas también desarrolló su gusto por esta disciplina y hasta el día de hoy se sienta frente al televisor para ver a los exponentes de la raqueta. Ivan Lendl, Pete Sampras y Roger Federer son sus preferidos.
El Viruta González
Efraín González Venegas fue un extraordinario jugador que desperdició su talento en la bebida. Se crió solo en los alrededores del Club Santiago y vio en el tenis una posibilidad para ser feliz. Llegó como pasapelotas y pronto descubriría unas increíbles condiciones con la raqueta. Voleaba como los dioses y se movía como un felino en la red. Su habilidad lo llevó a ser partner en una exhibición del estadounidense Jack Kramer, quien luego sería número uno del mundo. Ahí se lució. Sin embargo, su afición por el alcohol pudo más. A tal punto, que un amigo suyo, capitán de Carabineros, lo metía preso en la víspera de cada partido importante, para que llegara descansado. Murió a los 52 años.
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