James Comey, el adiós del hombre que sabía demasiado
El despedido director del FBI ocupó el centro de la atención pública durante el último año en Estados Unidos por jugar un rol clave con investigaciones vinculadas a los más altos niveles de la política.
Es difícil, sobre todo en el ultrarretratado mundo de las agencias de inteligencia, encontrar una trama que supere la ficción. Sin embargo, aunque James Comey sólo comparta el primer nombre con James Bond, el rol y las peripecias que ha vivido en su último año no tienen nada que envidiarle a las del agente 007.
Justamente, si hubiera que escribir hoy su historia, "De Rusia con amor" sería uno de los obligados subtítulos. Porque Comey, hasta este martes director del FBI estadounidense, tuvo uno de los momentos de mayor relevancia cuando reconoció en marzo que su agencia estaba investigando algo sumamente delicado, con potencial desestabilizador: los vínculos entre los esfuerzos rusos para alterar el curso de la campaña presidencial de 2016 y la campaña del actual presidente Donald Trump.
Era un giro inesperado para quien, en ojos de los analistas, tuvo un rol crucial y quizás definitorio en los comicios, al anunciar, apenas dos semanas antes de la elección, la reapertura de la investigación a la entonces candidata Hillary Clinton por el uso de un servidor privado para los correos que enviaba como secretaria de Estado. El asunto golpeó a Clinton, marcó la recta final de la campaña y, en una contienda definida en cuatro estados por menos de un punto porcentual, puede haberle entregado la Casa Blanca a Trump.
Los ejemplos coinciden en un punto: Comey fue un jefe del FBI atípico, incómodo y con tendencia a hacer gestos que tenían implicancias muy fuertes en el mundo político. Así como Hillary Clinton y su equipo no le perdonan que haya comunicado públicamente la reapertura de su investigación mientras mantuvo en secreto la indagatoria a la campaña de Trump por sus lazos con Rusia y Vladimir Putin, en el entorno del actual mandatario no se olvidan que el propio Comey se había prestado antes para dar oficialmente por cerrada la indagatoria a la ex primera dama.
Sus maniobras, a veces carentes de tacto o racionalidad política, habían tenido sin embargo un efecto: no eran muchos los analistas que apostaban por su salida. Sobre todo por el costo en imagen que puede pagar un Donald Trump que, en esa eventualidad, aparecería destituyendo al jefe de la agencia de inteligencia que está llevando una investigación en su contra.
Pero porfiadamente Trump sigue dando la misma lección que viene ejecutando hace dos décadas: nunca es bueno apostar qué va a hacer. Si recobró la fama al comienzo del milenio con una frase clave, "Estás despedido", este martes no le tembló la mano para realizar una destitución cuyo efecto político es aún impredecible.
Porque ahora James Comey, el ciudadano, aparece como una sombra que abre un nuevo capítulo de la serie sobre el poder en que se ha convertido la presidencia de Trump. Ahora, Comey ya no es Bond, pero quizás sí puede ser protagonista de una película de suspenso como las de Alfred Hitchcock: Comey es el hombre que sabía demasiado.
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