La vida después de Saif
Cuando a Saif Khan lo acusaron de estar ligado a grupos terroristas, luego de que le hallaran rastros de explosivos en su visita a la embajada de EE.UU. en Chile, su novia -Lorena Cotroneo- salió en su defensa. Lo acompañó en los siete meses de investigación. En diciembre pasado se convirtió en su esposa. Un mes después, el paquistaní abandonó el país y la dejó a ella en Santiago. Aquí cuenta su historia.
"Me casé con Saif Khan el 13 de diciembre de 2010, a las 10 de la mañana, en el Registro Civil de Vitacura. Mi esposo se fue de Chile un mes después con rumbo a Pakistán. Fue un viaje apurado, porque su padre había ingresado a la clínica por problemas al corazón y quería que su hijo estuviera allá, en Islamabad, con él. La familia lo presionó para que viajara de inmediato. Y Saif hizo lo que cualquier hijo haría: fue a estar con su padre enfermo.
Yo estaba tranquila: me despedí con la seguridad de que él iba a volver en cuatro meses. En ese momento no podía adivinar que nunca más volveríamos a encontrarnos.
Ese día de enero, en el aeropuerto, no me di cuenta, pero Saif se llevó una parte de mí".
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"Lo que más me gustó de Saif, cuando lo conocí, fue la forma en que me veía. Es una persona súper respetuosa, preocupada, muy buena para apoyar. Y le gusta vivir la vida como me gusta a mí, de forma relajada, sin estrés por tener un gran auto o mirando la casa que tiene el vecino. Saif es una persona muy profunda, muy inteligente.
Cuando en mayo del año pasado lo detuvieron (fue acusado de cargar restos de explosivos cuando hacía trámites en la embajada de Estados Unidos en Santiago), él nunca dijo que estaba conmigo, para protegerme. Esos detalles me atrajeron mucho. Cuando entró a la CAS (14 días en prisión preventiva), me di cuenta de lo importante que él era para mí. Cuando lo fui a ver a la cárcel, cinco días después de su ingreso allí, sentí algo muy fuerte por él. Esa vez le llevé comida, porque Saif tiene el estómago delicado. Le llevé pechugas de pollo y arroz, que le encantaba, harta fruta y postres que le hacía con leche evaporada y jalea.
Si ayudé a Saif fue porque él lo necesitaba. Necesitaba un soporte emocional. Fue en ese proceso que me fui enamorando más. No es que yo haya estado ciegamente enamorada de él. Pero si tú conoces a alguien noble, que está pasando por una situación complicada e injusta, es un deber ayudarlo. Me puse en su lugar.
Creo que en este caso todos querían lograr algo. Un abogado se quería hacer famoso, un fiscal quería llegar a trabajar al Ministerio del Interior, el ministro del Interior que quería ser la cara visible del hombre duro que iba a imponer las reglas en este país… La única persona que no quería sacar nada de este cuento y que quería quedar libre fue Saif".
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"Estuvimos como tres semanas tratando de casarnos. Todos los días era un posible matrimonio. El problema era que él no tenía visa y en el Registro Civil nadie se casa sin ella. Entonces, Saif tuvo que darle un poder a uno de los abogados que lo defendía (Francisco Baeza) para poder casarse conmigo. El ni siquiera pudo estar ese día en la oficina del Registro Civil de Vitacura.
Después volví a nuestro departamento en el centro y le dije que estábamos casados. Celebramos con un trago junto a unos amigos y luego nos fuimos cinco días a Viña, a una seudo luna de miel. Estábamos felices. Pensábamos que saliendo el sobreseimiento (a principios de diciembre, después de siete meses de investigación, Saif había sido liberado del cargo de tener vínculos con grupos terroristas islámicos) quedábamos listos. Pero eso no ocurrió. El caso quedó, y está hasta hoy, con puntos suspensivos…
Cuando nos casamos, no teníamos ningún plan definido. La idea era que él se quedara acá y luego nosotros viajáramos a Pakistán de vez en cuando. Eso sí, Saif siempre tuvo la idea de quedarse sólo en la eventualidad de que lo declararan inocente. O sea, si el caso se sobreseía. Quería garantías de que no lo fueran a estar persiguiendo y no se fuera a reabrir la investigación en cualquier minuto. Pero el juez del caso optó por no perseverar. En otras palabras, todo quedó en stand by, lo que significa que si salen nuevas aristas de la investigación, el caso puede ser reabierto en cualquier minuto. Ni él ni su familia iban a estar tranquilos así. Yo tampoco.
Cuando a principios de enero el juez comunicó que no otorgaría el sobreseimiento, Saif se vino abajo. Y los planes cambiaron. Hubo un giro, empezamos a hablar que él tenía que viajar y estar con su familia. Todo eso se aceleró con la enfermedad del papá. El me pidió que me fuera con él, pero para mí es imposible. Yo tengo dos gemelos de nueve años, que viven con mi mamá en Rancagua, y yo no podía dejarlos botados".
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"La familia de Saif estaba preocupada de cómo íbamos a vivir nosotros acá. Nos mandaban plata, pero el cambio es muy malo para ellos. Tenían que mandarnos mucho dinero desde Pakistán para que Saif se mantuviera apenas. Además, teníamos dudas de que Saif fuera a encontrar trabajo. Y las posibilidades de que le dieran una visa de residente, después de lo que pasó, eran mínimas. Mucha gente se daba cuenta que teníamos todo cuesta arriba. Nosotros no queríamos verlo.
Me dolió un artículo que salió hace poco, en el que se decía que nuestro matrimonio puede haber sido algo instrumental, un tongo. A Saif ya lo habían dejado libre cuando nosotros nos casamos. Nuestra decisión nació del amor. Nadie sabe lo que nosotros vivimos y lo que pasamos.
Aunque nunca me sentí utilizada por Saif, sí sentí que él no fue 100% sincero conmigo. Después que él volvió a Pakistán, fueron tres meses en los que yo pensaba que él iba a volver… Yo creo que él sabía de antemano que no volvería, pero al ver que yo tenía un castillo de naipes armado, no fue capaz de decírmelo.
Hasta que me lo dijo".
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"Fui yo quien pidió los trámites de divorcio. Hace unos dos meses, le escribí un mail a Saif. Le dije que en vista de que nuestra relación estaba lejos de tener algo que ver con el matrimonio, que significa estar juntos, no tenía ningún sentido seguir casados. Que me sonaba hasta ridículo ser la esposa de un fantasma, que no está aquí y que nunca va a volver. Le pedí como favor que agilizara los trámites, que hablara con los abogados, porque al fin y al cabo fue él quien abandonó la relación.
Fue súper duro cuando Saif me dijo que no volvía. Fue en abril de este año. A eso siguieron los peores meses de mi vida. Estuve con una depresión aguda. No quise salir de la casa. Quería dormir todo el día. Me quería morir. Mis papás tuvieron que venir a cuidarme, porque no quería comer. Debo haber bajado unos 10 kilos. Fue muy fuerte, porque era la primera vez que me casaba y tenía toda la ilusión de tener una familia con él. Cuando supe que él no iba a volver, yo estaba trabajando de sicóloga en un consultorio en Quilicura y el ambiente de trabajo se hizo insostenible. Todos se enteraron de que yo era la esposa del 'paquistaní', entonces hubo tomaduras de pelo, conversaciones de pasillo a mis espaldas, no me tomaban en serio en el trabajo.
Hasta el día de hoy sigo con antidepresivos. Cuando veo fotos de él, me da una especie de punzada. Es algo que me duele, y que creo voy a cargar siempre. Todo lo que pasamos con Saif nos hizo más fuertes. Son situaciones potentes, que te marcan. Cada vez que hablaba con él por cam, terminaba llorando".
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"Hace dos meses empecé a salir del hoyo. Por otro golpe aún más duro. A mi hija le dio mielitis transversa, una enfermedad que inflama la columna vertebral y deja con parálisis de la cintura hacia arriba.
Ha sido otro gran sufrimiento, pero me ha hecho poner las cosas en perspectiva, me ha anclado a la realidad. Tengo que ir a ver a mi hija todos los días a la clínica, donde ha pasado los últimos dos meses. El diagnóstico es súper incierto. Hasta ahora, su cuerpo no ha reaccionado bien a los tratamientos de los doctores. Sigue con respirador artificial. Ha sufrido una enormidad.
La enfermedad de mi hija también ha significado un gran estrés en lo económico. Las cuentas que se han acumulado sobrepasan los 25 millones… Pero todos estos malos momentos me han hecho luchar y recuperarme en algo de lo de Saif. Ahora estoy tratando de montar algún negocio: estoy importando productos digitales desde China para venderlos aquí. Es lo único que me da algo de flexibilidad para pasar las tardes con mi hija en la clínica. Su enfermedad toma casi toda mi energía".
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"Con Saif seguimos en contacto. Nos hablamos una o dos veces por semana. El está contento allá. Retomó sus estudios, está haciendo un máster en Comercio Internacional. También está con su familia y rodeado de su cultura.
Para él, su familia es muy importante. Y la presión de ellos para que él regresara fue muy grande. Allá, los hijos nunca se separan de sus padres. Y si lo hacen, es por un período corto de tiempo para estudiar. Luego vuelven y viven en la casa paterna o cerca. Ese tema es intransable, y Saif viene de una familia muy tradicional.
En Pakistán, además, todos querían ver a Saif, porque era una especie de héroe nacional. Allá, cuando a un compatriota lo toman preso por terrorismo, lo primero que piensan es que no va a salir nunca más. Menos si está involucrado Estados Unidos. Para ellos, era caso cerrado. Entonces su historia llamó mucho la atención.
A Saif le gustaba Chile, pero igual se sentía como un bicho raro. De todas formas, cuando conversamos, siempre me deja entrever que nunca se va a olvidar de lo que tuvimos nosotros. Que nunca me va a dejar sola. Nunca me ha dejado de contestar un mail. Me dice que mientras esté vivo, no va a dejar que nadie me toque un pelo".
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