Lady Gaga despliega su poderío y extravagancia en su debut en Chile

La cantante juntó a 40 mil personas en el Estadio Nacional con un concierto marcado por sus éxitos y las frases de autoayuda.




Cualquiera que ayer hubiera sido arrojado a una de las esquinas más reconocidas de Ñuñoa sin mapas, calendarios o relojes habría concluido que esto no correspondía a un martes 20 de noviembre. Lo que se veía era patrimonio de las últimas horas del 31 de octubre: lo más cercano a una noche de Halloween. Sombreros con forma de teléfono, maquillajes que parecían robados de algún viejo armario de Alice Cooper, tacones altos que desafiaban el vértigo, trajes decorados con peluche de la rana René y máscaras desahuciadas en el casting de alguna cinta de Ridley Scott. Todo era válido para el concierto de Lady Gaga en el Estadio Nacional, en el debut en el país de la última gran estrella fabricada por la industria pop y en el espectáculo que ha arrojado las postales más estrafalarias y coloridas que recuerde un megaevento local.

Pero tanto preparativo guardaba premio: gran parte de los que llegaron con la cara pintada pertenecía al grupo de los 400 fans que ingresaron a la exclusiva zona bautizada como Monster Pit, situada en casi el centro del escenario. Muchos -denominados "little monsters"- llevaban cuatro, seis, 12 y hasta 16 días acampando en las afueras del reducto, en el récord más absoluto que ostente el fanatismo chileno de toda índole. Eso sí, hubo conatos de riña y altercado. Cerca de las ocho de la mañana, y por calle Pedro de Valdivia, comenzaron a ordenarse con un número asignado escrito en sus manos o brazos. Pero muchos se quisieron pasar de listos, algunos alteraron sus números y varios intentaron colarse, lo que detonó peleas animadas por puñetazos y empujones

De hecho, algunos reclamaban apelando a la misma instrucción que los organizadores del espectáculo difundieron en los días previos: al Monster Pit sólo ingresarían los que llegaran ayer después de las ocho de la mañana, condición que nunca se respetó. Las más afectadas fueron dos hermanas, de 13 y 15 años, que, debido a su estampa más diminuta, fueron empujadas de la fila y no pudieron acceder a la zona privilegiada. Carabineros debió intervenir en varias de las grescas.

Ya en el recinto, las diferencias eran claras: mientras los que lucían disfraces y pelucas estaban en las áreas más exclusivas, en cancha preferencial y general el público era familiar, con variada presencia de escolares, adolescentes y hasta oficinistas que desteñían con el colorido de los comensales más acérrimos. Entre todos formaron una audiencia de casi 40 mil personas, que jamás hizo ver lleno un recinto con capacidad para 53 mil (ver ficha).

Como fuere, no había tiempo para el análisis en el Monster Pit: cuatro de los cinco fanáticos que llegaron el pasado domingo 4 a dormir al estadio y que fueron los que más tiempo contaron -Felipe Longoni, Jaime Soto, Militza Gascon y Giannina Fregonara- se subieron con la artista a escena para cantar Hair en piano. Ahí, le enseñaron frases en español, la abrazaron y lloraron.

Antes, Lady Gaga había empezado su concierto cerca de las 21.45 horas (con 15 minutos de retraso), elogió a Santiago, preguntó quién fumaba marihuana y largó sus ya conocidos discursos de aceptación, autoayuda y tolerancia. "Ustedes me crearon a mí. Sean libres", dijo en varios pasajes de la cita. Todo secundado por un castillo gótico de tres pisos que se devora gran parte de la escenografía.

Mucho antes, la neoyorquina aterrizó desde EE.UU. a las 12.47 horas en su avión particular. A la distancia, la cantante apareció con pelo tomado, lentes oscuros y un rostro que parecía recién haber abandonado el pijama.

Luego de subirse a una de las tres vans oscuras que la sacaron desde Pudahuel, los vehículos debieron parar por varios segundos debido a la congestión en plena rotonda Pérez Zujovic. Ahí, tres fotógrafos se acercaron para capturarla desde uno de los costados, pero recibieron la virulenta respuesta de un puñado de guardaespaldas, que se bajaron raudos y que comenzaron a tapar las lentes e intentaron reducirlos en medio del resto de los autos. Ya en el hotel W, la norteamericana se fue directo a la suite presidencial y tampoco saludó a sus fans, los que sumaban cerca de 100. Ahí se mantuvo toda la tarde y bajo una orden clara: tras su show del viernes  en Buenos Aires, pidió partir a Chicago para descansar antes del último tramo de su recorrido latino, el que sigue por Lima y Asunción. Otras versiones apuntan a que aprovechó sus días libres para ir a buscar varias de sus pertenencias, entre las que destacaría su perro Fozzi. A las 20.57 dejó el lugar rumbo al estadio, trayecto que hizo en 10 minutos. La artista se iría hoy, dejando como estela parte de las imágenes más estimulantes  de la cartelera en los últimos años.

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