Las historias detrás del barro

Pobladores que caminaron durante horas para ayudar a localidades vecinas, carabineros cubiertos de lodo que evitan muertes, gente que perdió todo menos la voluntad de apoyar a otros. Estos son algunos de los grandes ejemplos de vida que deja la tragedia que golpea al norte.




Unidos pese a la tragedia

Fueron años de espera hasta que pudo tener cumplir el sueño que tenía junto a su pareja. Fueron finalmente 15 años los que tuvo para vivir en una de las decenas de viviendas entregadas durante el gobierno de Ricardo Lagos, en el año 2000, en Chañaral.

Ahí, Cristián Hernández, de 42 años, formó lo que sería su familia de cuatro hijos junto a su esposa, y empezó a edificar su vida; compró muebles, objetos de valor material y sentimental, y decoró la casa en la que pensaba quedarse el resto de sus días y heredársela a alguno de sus hijos en algún momento.

El aluvión que golpeó a la ciudad destruyó todo lo que había logrado. Hernández trató de rescatar algunas de las cosas que le había tomado años reunir, como sus muebles. Sin embargo, estos resultaron totalmente dañados tras el pasó del agua y los desperdicios que venían con ella. Nada de lo que alguna vez poseyó pudo ser salvado. Después de todo, el aluvión afectó principalmente la calle Salado, donde vivía.

Ahora, el futuro le depara una complejidad enorme, a él y a su familia. Lo que habían reunido por casi dos décadas ha desaparecido debajo de los escombros que ahora yacen en el lugar. Tendrán que esperar a que la zona se tranquilice para poder comenzar la limpieza y recuperación. Un triste golpe del que le costará reponerse. "Lo único que quiero es un techo propio como lo fue esta casa, y ahora solo tengo un techo donde vivo como allegado donde un cuñado", comenta sobre su situación, pensando a futuro cuando la realidad de la perdida los afecte por completo. También agrega que "ahora el gobierno va a tener que ver qué va a pasar",

Aún así, a pesar de todas las pérdidas y el temor por la catástrofe que ha afectado a la Región de Atacama, para Hernández y sus seres querido todavía hay esperanza, y quizás lo más importante: unión entre ellos. El hecho de que tanto él como su familia permanecieran con vida y sin daños a su integridad física ha logrado que sus emociones no sean tan negativas, contentos por que están juntos y sobre todo unidos ante lo que ha ocurrido.

Esto ha logrado que entre tanta desgracia general que ven en el ambiente, nazca un poco de luz para ellos, quienes esperan poder volver a levantar lo que alguna vez tuvieron.

Carabineros de Copiapó: héroes entre agua y lodo

Fue parte de una icónica foto de los primeros rescates en Copiapó apenas iniciada la emergencia el miércoles. Casi irreconocible bajo una capa de barro, y a sus 30 años, el carabinero Claudio Medina, de la Subcomisaría de Fuerzas Especiales Atacama, fue inmortalizado junto a sus compañeros como los primeros héroes de la catástrofe, y su imagen viralizada en las redes sociales. Hoy continúa trabajando en Copiapó para mantener el orden y colaborar con la comunidad.

A primera hora de ese día,  su labor fue avisar a la gente que se venía una crecida del río. Los vecinos pasaron de la alegría inicial por ver  el lecho con agua, al pánico al comprobar cómo el cauce crecía vertiginosamente. "Cuando llegó el río había gente afirmada a postes que se  los iba a llevar la corriente, entonces nos organizamos con cuerdas para sacarlas y llevarlas a lugar seguro. La profundidad no era tanta, unos 60 centímetros, pero el fango y la basura que se arrastraba era un volumen muy pesado por metro cuadrado, muchos no habrían podido sobrevivir si se soltaban. Afortunadamente los salvamos a todos". Medina no  sabe en qué momento le sacaron las  fotos, pues hizo más de 70 rescates con sus compañeros en esa jornada. "Sólo por la noche me di cuenta de lo que había pasado, porque mis familiares estaban muy preocupados  cuando vieron lo peligroso del torrente en televisión".

En Chañaral, el teniente Cristián Silva, de la 1a Comisaría y de sólo 22 años, se lanzó al mar a rescatar de un niño, que aferrado a una roca, resistía a duras penas la fuerza de los escombros y el mar, tras el aluvión que se llevó su casa, con toda su familia dentro. "Primero escuchamos sus gritos de desesperación... cuando llegué a él, traté de tranquilizarlo, estaba muy nervioso y no sabía nada de sus familiares. Me  contó que les dijo a sus padres que era mejor salir, que el río venía muy grande, pero  que no le hicieron caso".

Durante dos horas, Silva afirmó al menor, evitando que muriera ahogado, mientras otros carabineros, bomberos y los marinos trataban de salvarlos desde tierra. Luego de cinco horas pudieron sacar al niño del agua para que recibiera asistencia médica.

Los universitarios que se organizaron para llevar comida a Paipote

Fue la primera en llegar al liceo Palomar de Copiapó para organizar la ayuda. Daniela Padilla, estudiante de enfermería de la U. de Atacama, madrugó ayer para juntarse con sus compañeros en el liceo, centro de acopio improvisado, y organizar desde ahí la ayuda para la gente de Paipote, localidad arrasada por dos aluviones el jueves. "Fui la primera en llegar al liceo para organizar la ayuda, porque no había quien más lo hiciera y hay que motivar a los demás".

Al igual que Daniela, son los mismos ciudadanos que se activan para buscar soluciones. Estudiantes fueron los primeros en llegar a Paipote atravesando los cerros, en largas caminatas y con el agua hasta el cuello. "Ahora estamos haciendo almuerzo para 300 personas y cargando las camionetas para subir y llevar ayuda a Paipote. Ahí hay gente que no ha comido en dos días", comenta Daniela.  En muy pocas horas lograron juntar galletas, jugo y mucha  ropa. Pero se necesita con urgencia más alimento, leche en polvo, leche especial para lactantes y, sobre todo, agua. "El problema es que ha llegado gente que quiere pasar a ver a sus familiares, pero el camino está tan malo que se quedan pegados en el fango. No estamos pudiendo pasar con las camionetas con la ayuda. Solo pasan 4x4, que son las que pueden cargarse con ayuda", plantea la joven.

Los  universitarios de otras partes del país también están enviando ayuda que Daniela distribuye. "Estamos contentos porque logramos enviar dos camionetas a Los Llanos y ahora vamos saliendo a Fundación Paipote, donde nos han dicho que le faltan cosas. Veremos qué más necesitan y volveremos al colegio".

Un padre que caminó 3 horas en el fango buscando a su hija

"Estaba intentando limpiar un poco y rescatar algunas cosas, cuando sentí un golpe en donde está la entrada de la casa. Me costó llegar, porque estaba en una de las piezas, pero cuando lo logré ahí estaba mi papá, lleno de barro, con los pantalones arremangados entregándome una sonrisa. Verlo así fue impresionante". De esta manera Alexandra Gutiérrez cuenta el reencuentro con su padre tras 4 días sin saber si estaba con vida.

Tras la salida del río Copiapó, que inundó su casa en el sector Rinconada de San Fernando, perdió toda comunicación con su familia, que vive en Avenida Henríquez, casi al llegar al centro de Copiapó. "Perdí toda comunicación, porque ese día salí tan rápido que en la desesperación mi celular se me soltó de las manos y lo perdí en el  barro", cuenta.

Así estuvo desde el martes intentando comunicarse. Tuvo que dejar su casa llena de lodo, para pedir ayuda a una amiga que vive en el mismo sector, pero en una calle en altura. "Recuerdo que corrí hacia allá. No recuerdo cómo llegué, pero lo hice. Ahí intenté ponerme en contacto con mi familia, pero fue imposible, cada vez que discaba a mi papá o mi mamá había buzón de voz", relata. La mañana de ayer, Alexandra decidió volver a su casa y por fin ir a ver la magnitud del daño. Fue impresionante. "Estaba impactada. Todo bajo el agua, pero afortunadamente salvé con vida. No queda más que empezar de nuevo", dice.

Un vecino la estaba ayudando a rescatar las cosas cuando los golpes en la entrada la pusieron alerta. Ahí estaba su padre, Carlos Gutiérrez, quien había cruzado a pie gran parte de la ciudad para saber de su hija. "Para ella fue extraño, porque por mi trabajo siempre estoy vestido correctamente. Creo que nunca pensó que iba a ser capaz de caminar por el barro más de tres horas para llegar hasta ella", dice con una sonrisa.

Aferrado a un árbol y a la vida

Andrés Valenzuela nunca esperó encontrarse en las condiciones por las que tuvo que pasar cuando la tormenta golpeó la Región de Atacama. Para él, ha sido el tiempo más difícil que le ha tocado vivir en sus 60 años de vida. Con todo a su alrededor siendo arrasado, Valenzuela, oriundo de Chañaral, donde ha vivido todos sus años y en la que trabaja de colectivero, se encontró en medio de lo que pensó podría quitarle la vida, y lo que ya le había quitado a muchos sus viviendas.

El aluvión lo tomó por sorpresa, y no pudo más que aferrarse a un árbol con el que chocó en el camino, cuando el agua fluía con rapidez por la calle principal de la ciudad. Cuatro frías e intensas horas fueron las que estuvo agarrado al tronco con los brazos dormidos, temiendo por su integridad física y esperando por un milagro que lo pudiera sacar de aquella pesadilla.

Fue ahí cuando vio con sus ojos cansados a un bote que venía acercándose hacia donde estaba. Era la ayuda que al fin venía llegando después de tanto tiempo.

"Me aferré a un árbol por instinto, como que me pegué solo al tronco casi como si alguien quisiera que no me moviera. Ahí estuve horas hasta que apareció Carabineros y logró rescatarme", cuenta sobre el momento en el que pudo ponerse a salvo, cuando los policías de la zona lo encontraron, pasándole una frazada para evitar que el frío lo afectara aún más.

El hombre,"nacido y malcriado" en la ciudad, se siente agradecido de la ayuda y del esfuerzo que tuvieron las fuerzas policiales, las que lo sacaron con suavidad de su salvadidas vegetal, algo por lo que cree nunca poder pagarles por completo.

Actualmente se encuentra refugiado y recuperándose de la experiencia, que a su edad lo ha afectado mucho, más aún por la traumática que fue la espera en duda de su vida. Ahora, está durmiendo y comiendo en uno de los albergues dispuestos por la municipalidad, el que se encuentra en el Liceo de Chañaral, donde le ha comentado a más de un compañero, su paso y salvada de lo que pudo ser su final. Y en estos momentos, lo que más le importa a Valenzuela, lo que lo tiene en suspenso, es saber qué fue lo que pasó con su casa y con el auto que tiene para trabajar.

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