Japón no está listo para la cuarta flecha de Shinzo Abe
Es el momento correcto para que el primer ministro japonés, Shinzo Abe dispare la cuarta flecha? Ha habido tanto énfasis en el número de flechas uno a tres que muchos se han olvidado de las cuatro en conjunto. Esta implica duplicar el impuesto al consumo en dos etapas, empezando en abril del próximo año, a 10%. Según los cálculos de algunos, la cuarta flecha, el principal disparo en un esfuerzo por reparar las finanzas de Japón después de años de déficit, es la más importante de todas. Decidir cuándo dispararla podría ser la decisión más difícil.
Primero, la historia hasta el momento. Apenas llegó al poder en diciembre, Abe dio a conocer una primera flecha: un paquete de estímulo de US$110 mil millones, equivalente al 2% del PIB, para mejorar las carreteras y puentes. La segunda flecha, lanzada con la mayor fanfarria, fue un compromiso de escapar a años de deflación, respaldada con el nombramiento de un gobernador del banco central definitivamente comprometido a una meta de inflación de 2%. La tercera flecha, considerada la más débil, es un grupo de reformas estructurales que apuntan a elevar la tasa de crecimiento de largo plazo. Estrictamente hablando, la cuarta flecha -duplicar el impuesto al consumo- es parte de la primera flecha. Abe ha prometido no una política fiscal expansiva sino una "flexible". Si presiona más ahora con la legislación para elevar el impuesto al consumidor (inicialmente a 8%) desde abril, sabremos qué significa flecha: expansión fiscal seguida por contracción. La pregunta es si este es el enfoque correcto.
El consenso es que casi con certeza lo es. Si se busca tomar en serio Abenomics, argumentan, el primer ministro no debiera frustrarse en su primer paso por salvar las complicadas finanzas niponas.
Hay varias razones para apoyar esta visión. Primero, la deuda de Japón es más de 240% del PIB. Desde comienzos de los '90, Japón ha sumado a su enorme deuda un déficit primario (antes de pago de intereses) de 4% del PIB. Japón necesita poner sus cuentas en orden. Recaudar más será parte de este plan.
El segundo argumento es que Abe debiera comenzar mientras su aprobación es de casi 70%. Si, como se espera, gana las elecciones de la Cámara Alta este mes, quienes proponen un alza de impuestos dicen que debiera usar su capital político para tomar una decisión impopular, aunque necesaria.
Tercero, los mercados de bonos están observando de cerca. Si sienten una falta de resolución, se pondrán nerviosos. Eso podría elevar las tasas de interés fuertemente, elevando el costo del servicio de deuda, o provocando una fuga de capital. Una teoría económica plantea que es más probable que la gente ahorre si se imaginan que las finanzas públicas son insostenibles y que luego se verán llamados a cerrar la brecha. Por el contrario, si sienten que las finanzas están en buena forma, podrían sacar sus billeteras. Estos son buenos argumentos, con la posible excepción del último. Argumentar que la gente con menos dinero en su bolsillo probablemente gastará más requiere mucha fe. Lo más probable es que gasten menos.
Pero si la prioridad de Abe es alcanzar su meta de 2% de inflación, debiera retrasar tal alza de impuesto. De otra forma, Japón estará presionando el acelerador monetario con un pie y presionando el freno fiscal con la otra. Paul Sheard, economista jefe de Standard & Poor's, piensa que sería un error. Él y otros recuerdan el aumento del impuesto al consumidor por el cual se culpó de la caída de la economía en recesión.
Pero el tema no está zanjado. Por un lado están los que ven las flechas monetaria y fiscal como esfuerzos superficiales por mejorar la economía. Mucho más importante, argumentan, son las reformas estructurales que apuntan a mejorar la productividad y reparar las finanzas públicas. En el otro lado están quienes argumentan que alcanzar el crecimiento nominal -principalmente a través de inflación- está lejos de ser superficial. La deuda de Japón se ve enorme porque, gracias a la deflación, el PIB nominal se ha estancado a los niveles de los años '90 y la recaudación tributaria se ha reducido. Con la inflación en 2% y el crecimiento entre 1% y 2%, Japón alcanzaría un crecimiento nominal de 3% o 4%. Eso haría que la deuda se viera más manejable. En algún punto, Japón tendrá que elevar los impuestos a las ventas desde su nivel de 5%. Abe debiera cuestionarse que ese momento sea ahora.
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