La caída en las tasas de natalidad perjudica los ingresos tributarios
La semana pasada, Reino Unido se obsesionó con la guagua real. Pero en medio de toda esta fascinación con el nuevo príncipe, hay una pregunta más importante que los inversionistas debieran considerar: ¿dónde están los bebés que no nacen en el mundo occidental?
Un informe que recientemente dio a conocer la agencia de estadísticas europea, Eurostat, muestra que se ha abierto una sutil brecha en la trayectoria de la fertilidad de diferentes países europeos durante las últimas décadas. En regiones como España e Italia, las tasas de fecundidad han caído fuertemente desde los años '70 (aunque desde sus máximos niveles de la posguerra).
Sin embargo, en los países del centro de la eurozona, como Alemania y Francia, las tasas de fertilidad han estado planas o han subido.
Más interesante aún es la tendencia de los últimos años. Entre 2008 y 2011 la tasa de fecundidad en Austria subió un poco, mientras en Francia se mantuvo sin cambios y en Alemania y Holanda cayó un poco. Sin embargo, la tasa de fecundidad en España, Grecia e Irlanda ha caído de manera notable. En Alemania, la tasa de fertilidad entre las mujeres desempleadas ha subido desde 2008, por ejemplo, quizás porque la crisis creó una "ventana de oportunidad para procrear", como sugiere una nota de la corredora Jefferies. "En España, sin embargo, ha ocurrido lo contrario y la tasa de fecundidad para este grupo de mujeres, de hecho, ha caído".
En otro informe de un grupo de economistas alemanes (ver informe en iPad), destacan: "La reciente crisis económica ha dejado una impronta en los patrones de fertilidad en Europa. Para algunos países, puso un freno a la tendencia positiva de fertilidad que se había comenzado a desarrollar. En otros países, vemos caídas significativas en la fertilidad (…) y el desempleo ha reducido la fertilidad en el sur de Europa en particular".
En cierto nivel este acontecimiento no es sorprendente. Después de todo, las tasas de fecundidad a menudo han caído en períodos de tensión económica. Cayeron durante la Gran Depresión de Estados Unidos en los años '30, por ejemplo, y en Rusia, cuando cayó la Unión Soviética a comienzos de los '90.
Pero lo que hace al tema de la fertilidad en Europa doblemente notable es que ha ocurrido en medio de un cambio en la población en edad de trabajar también. Justo antes de la crisis económica, la población en edad de trabajar en Irlanda, España e Italia crecían respectivamente a 3%, 2% y 1% cada año. El año pasado, sin embargo, los tres países vieron una notable caída de entre 1% y 2%, aparentemente como resultado de la emigración y el envejecimiento de la población. Por el contrario, en los países del centro, como Alemania, Holanda y Austria, la población trabajadora subió.
Es posible interpretar esto simplemente como parte de un proceso de ajuste económico. Después de todo, si los trabajadores se están moviendo desde la periferia en problemas al más próspero centro, eso podría ser beneficioso. También es posible que estos cambios demográficos resulten ser temporales; si (o cuando) la crisis de la eurozona retrocede, los trabajadores volverían a casa, y las mujeres podrían tener los hijos que antes habían retrasado en respuesta a la recesión.
Pero si eso no ocurre, podría haber mayores implicancias para la eurozona. En la práctica, una caída en la población trabajadora también genera grandes cuestionamientos a nivel fiscal: ¿habrá suficientes trabajadores para generar el crecimiento necesario para pagar la deuda gubernamental?
Por supuesto, este no es un dolor de cabeza sólo para la eurozona. Aunque EEUU tiene la bendición de una demografía más favorable que la eurozona, partes de ese país se ven golpeadas también por los cambios en la población. Desde 2010, por ejemplo, se estima que Detroit ha perdido cerca de 25% de su población en edad de trabajar debido a los flujos migratorios; esto ha devastado su base tributaria y ha contribuido a la crisis fiscal actual. Y en Japón, la demografía está mucho peor que en la eurozona. Como Paul Volcker recientemente observó en una conferencia en Nueva York: "No sé por qué nadie ni siquiera espera que la economía japonesa crezca, cuando su población se está contrayendo. Debiéramos observar el PIB per cápita, no el PIB, en Japón".
Por supuesto, algunos economistas podrían hacer la sutileza: en teoría, el daño causado por una población que se contrae podría siempre contrarrestarse por los incrementos en productividad o por los crecientes niveles de participación laboral. Pero el tema clave es este: las estadísticas de la población no son sólo una señal del actual dolor económico; pueden llevar a un legado que pudiera durar por años. Y eso da mucho que pensar, particularmente en una eurozona que enfrenta tantas tensiones sociales y económicas.
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