La libertad de las cifras de la Universidad de Michigan
En Estados Unidos y otros lugares del mundo es ilegal lucrar con información, como estados financieros de una empresa abierta a bolsa, que son confidenciales y que pueden mover los mercados. Ahora las autoridades de Nueva York están considerando ampliar este principio a los datos inéditos de influyentes encuestas económicas. No deberían hacerlo.
Lo que está en juego es una encuesta bimensual realizada por la Universidad de Michigan, que destila la opinión de 500 estadounidenses en un índice de confianza de los consumidores, que es visto de cerca por los inversionistas. En virtud de un acuerdo de larga data con Thomson Reuters, los suscriptores de la compañía pueden ver el índice cinco minutos antes de que se publique en el sitio web de la universidad.
Hasta la semana pasada, Reuters había estado ofreciendo otros dos segundos previos a los clientes que pagaban más. Después de la presión de Eric Schneiderman, el fiscal general del estado de Nueva York, eso se ha detenido. Schneiderman se queja de que esos dos segundos dan una injusta ventaja a los operadores de alta frecuencia, cuyos sistemas electrónicos podían ajustarse a los cambios del mercado, a diferencia de los operadores comunes que aún no han visto los cambios.
Es cierto que los índices de confianza del consumidor pueden mover los mercados. Pero dicha información no atrae automáticamente privilegio legal. Las instituciones que recogen datos privados no están obligadas a revelar la información o presentar sus informes a todo el mundo al mismo tiempo.
Los informes financieros de las empresas públicas o la información de datos oficiales son un caso especial. La información que contienen no se encuentra en ninguna otra fuente y podría crear confusión. Pero nada de esto se aplica a la encuesta de la Universidad de Michigan, que no es la única autorizada ni es indispensable.
También es un caso de igualdad de acceso a datos económicos recogidos por instituciones públicas, que no deben ser manchados por intereses comerciales. Pero esto difícilmente se extiende a las universidades, que a menudo tratan de lucrar con sus descubrimientos.
Schneiderman tiene razón en estar alerta al hecho de que los comerciantes de alta frecuencia están alterando el funcionamiento de los mercados financieros y también derecho de preocuparse de su impacto a inversionistas. Sin embargo, las preguntas planteadas por estos avances tecnológicos no pueden ser resueltos por los principios acuñados apresuradamente sobre la igualdad de acceso a la información .
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© The Financial Times Ltd, 2011.
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