Los beneficios y peligros de depender del ascenso de China
Pocos lugares en el mundo se han beneficiado tanto del ascenso de China como América Latina. En 1990, China estaba en el humilde lugar 17 de la lista de destinos de las exportaciones de la región.
Para 2011, se había convertido en el principal mercado de exportación para Brasil, Chile y Perú, y el número dos de Argentina, Cuba, Uruguay, Colombia y Venezuela. Durante ese tiempo, el comercio anual pasó de mediocres US$8 mil millones a un insustituible US$230 mil millones. Los chinos prevén que llegará a US$400 mil millones en 2017.
A medida que China construye sus colosales ciudades, Latinoamérica tiene mucho de lo que se necesita para construir sus carreteras y ferrocarriles. El cobre chileno, el zinc peruano y el hierro brasileño están siendo enviados en grandes cantidades.
La región representa el 40% de las exportaciones agrícolas mundiales. Provee de cantidades vertiginosas de carne, pollo, soya, maíz, café y alimentos para animales a las regiones de China pobres en agua.
GANADORES Y PERDEDORES
La velocidad con que las relaciones económicas han florecido plantea dos cuestiones importantes aplicables en todo el mundo.
Primero, ¿qué sucede cuando el crecimiento y la inversión china se desaceleran? Este proceso ya comenzó.
Segundo, ¿cómo puede América Latina forjar una relación económica que es algo más que una repetición de la dependencia de commodities de épocas pasadas?
Para averiguar lo que podría suceder cuando China se frene, primro debemos mirar cómo les fue a diferentes países al inicio de 1990. Como Alfredo Toro Hardy, académico y diplomático venezolano, deja claro en su libro, "El mundo al revés", hay perdedores y ganadores.
En términos generales, los perdedores fueron las "economías tipo México" de América Central con las plantas industriales de bajo costo para el montaje y fabricación. Los ganadores fueron Brasil y las "economías tipo brasileñas" de América del Sur.
No sólo China, aumentó enormemente de las importaciones de los productos de Perú y Chile. El superciclo de los commodities también impulsó los precios de las materias primas a niveles récord. Kevin Gallagher y Roberto Porzecanski en su libro "El dragón en la habitación", estimaron que las tres cuartas partes del crecimiento reciente de América Latina se pueden atribuir a las exportaciones de productos básicos. Las tasas de crecimiento en los países con vínculos comerciales más estrechos con China alcanzaron un promedio aproximado del 5%.
Sin embargo, incluso durante los años de bonanza, que terminan ahora, había preocupaciones. Las importaciones chinas baratas socavaron a los fabricantes de América Latina, incluso en países como Brasil, con una base industrial sofisticada.
Las divisas de los exportadores de commodities se apreciaron -un caso clásico de "enfermedad holandesa"- hicieron a los productos manufacturados mucho menos competitivos.
Algunos, como Toro Hardy, comenzaron a preocuparse de que la excesiva dependencia de los commodities podría implicar "retroceder en el tiempo" a una economía primaria exportadora. Para un productor de alta tecnología, como Brasil, esto huele a neo-colonialismo, dijo.
VALOR AGREGADO
Estas preocupaciones, aunque tienen una resonancia particular en América Latina, se aplican a otros países que se han montado en el ascenso de China, de Australia a Mongolia.
Muchos países han apostado la granja, o más bien la mina, a la demanda eterna de una China cuya economía ya se está desacelerando.
La clave para América Latina, y otros proveedores para China, es construir una relación comercial que maximice el valor agregado, aún si solo se trata de materias primas. Canadá, Australia y Chile muestran que ser un exportador de materias primas de primera calidad, no significa necesariamente tener una economía de segunda categoría.
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