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Motivados por la crisis económica, los puertorriqueños siguen dejando su isla. Pero ya no van a Nueva York, sino a Florida, lo que podría cambiar el destino de las elecciones presidenciales.
Nueva York siempre fue un segundo hogar para los puertorriqueños, quienes no dudaron en llamar El Barrio a East Harlem, Losaida al Lower East Side y tomarse el lado sur de Williamsburg, el que todavía para los locales es conocido como Los Sures. Pero en los últimos años, el nuevo San Juan parece estar muchísimo más abajo: en el área central de Florida. Ahí es donde hay que ir si se quiere encontrar migrantes recientes desde la isla.
En 1980, los puertorriqueños en ese estado eran alrededor de cien mil. Ahora se calcula que pasan el millón de personas. "La población puertorriqueña ha crecido considerablemente durante la última década, y más todavía ahora, en respuesta a las peores condiciones económicas en Puerto Rico", comenta Susan MacManus, experta de la University of South Florida. "La mayor parte de esta oleada se ha instalado en el área metropolitana de Orlando, cercanos a empleos relacionados a la fuerte industria turística y a otros residentes puertorriqueños de largo plazo".
Así como en Nueva York se les pasó a llamar "nuyoricans", en Florida se está hablando de los "Disney ricans" o de los "Mickey ricans", debido a que muchos trabajan en los parques de diversiones, apodo resistido por muchos. Lo que sí está claro es que la masiva llegada de puertorriqueños ha transformado a ciudades como Kissimmee, Daytona Beach y Tampa. Pero, además, podría transformar el panorama de las elecciones no sólo del estado, sino del país. Primero, porque los puertorriqueños, al ser ciudadanos estadounidenses, pueden votar en las presidenciales una vez que se hacen residentes de uno de los 50 estados, algo que no sucede de manera tan fácil con otros inmigrantes.
A esto se suma otro gran detalle: la relevancia de este cambio demográfico tiene que ver con el lugar donde los puertorriqueños están haciendo su hogar. Florida es un "swing state", uno de esos estados que no se sabe hacia dónde se van a inclinar y el centro de Florida es uno de los puntos clave para saber si la balanza se carga hacia los demócratas o hacia los republicanos.
"En un estado donde las últimas tres elecciones han sido ganadas por apenas el 1%, cualquier cambio mayor en el voto puertorriqueño tiene el potencial para afectar el resultado final de la elección", explica Susan MacManus. "Históricamente, los recién llegados directamente de la isla muestran un voto más fácil de captar que quienes son residentes de larga data. Por eso es precisamente que ambos partidos en Florida están luchando duramente por este nuevo voto".
La ventaja, eso sí, la llevan los demócratas. Un estudio del Pew Research Center, hecho en 2013, mostró que un 57% de los puertorriqueños en Estados Unidos se inclinan hacia ese partido, mientras que un 22% manifiesta ser republicanos o cercanos a esta facción. Un 21%, mientras tanto, dijo no tener preferencia. Esto marca una distancia con el voto tradicional de los latinos en Florida, caracterizada por la presencia de los cubanos, mucho más cercanos al voto conservador.
Pero, además, los demócratas se han manifestado más activos a la hora de buscar soluciones a la crisis financiera que vive Puerto Rico. Debido a esa especial situación de ser "estado libre asociado", la isla no puede declararse en quiebra, como sí lo han hecho numerosas veces otros estados en el continente. El miedo de los puertorriqueños es que se tomen medidas severas de austeridad, como cortes en la educación pública o en la ya en crisis salud de la isla.
Muchos demócratas, especialmente en Nueva York, han pedido que se permita la bancarrota, algo que probablemente será utilizado en la campaña. Aunque, para los expertos, esto no quiere decir que Washington logre tomar esta acción. "Quizás esto estará más presente desde una perspectiva de las promesas, pero dudo que exista un real cambio en la perspectiva de las políticas", dice MacManus. "Esto requeriría acción del congreso y ayuda financiera".
Y a no ser que haya un cambio más fundamental aún en EE.UU., esto —que el Congreso actúe— aún se ve muy lejano.
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