Ilustración Ciudad / Camila Aravena
Ilustración: Camila Aravena

15 minutos, 9%

“Ciudad de proximidad es un sinónimo de ciudad de 15 minutos. O sea, que en 15 minutos promedio, caminando o en bicicleta, puedas conseguir lo que necesitas para vivir, ya sea un supermercado, una notaría, un cajero automático, una plaza o un parque, una librería, un banco, el registro civil, la farmacia, el colegio o el consultorio”.


Desde que comenzó la pandemia del coronavirus en el mundo, uno de los conceptos nuevos que hemos escuchado es el de “ciudad de quince minutos”. Lo popularizó la alcaldesa de París, Anne Hidalgo. Y es parte, también, de las recomendaciones frente a la pandemia del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano (CNDU), organismo consultivo creado en Chile en 2014 y en el cual participan más de treinta autoridades y especialistas.

Tiene total sentido, pues esta idea permitiría, al mismo tiempo, hacer de nuestras ciudades lugares menos segregados y mejor dispuestos para enfrentar la vida post Covid-19. Y si bien las comunas del Gran Santiago están en las antípodas de los 15 minutos, hay ciudades en Chile que pueden decir, con orgullo, que cumplen con los estándares. Como, por ejemplo, Chillán.

Para entender de qué se trata, lo mejor es citar a Carlos Moreno, el urbanista colombiano-francés que acuñó el concepto y que asesora a la alcaldesa parisina. “¿Cómo ofrecer a los residentes urbanos una ciudad serena, con más proximidad, menos estrés, menos horas de transporte y, al mismo tiempo, satisfacer sus funciones sociales urbanas esenciales?”, se pregunta el especialista. “Es hora de avanzar no más hacia la planificación urbana, sino hacia la planificación de la vida urbana. Se trata de operar una transformación muy en profundidad del espacio urbano todavía altamente monofuncional, con la ciudad central y sus diversas especializaciones, hacia una ciudad policéntrica, para ofrecer esta calidad de vida en distancias cortas, la cronotopía, para acceder más fácilmente a las seis funciones sociales urbanas esenciales que son: habitar, trabajar, aprovisionarse, cuidarse, aprender, descansar”, agrega.

Ciudad de proximidad es un sinónimo de ciudad de 15 minutos. O sea, que en 15 minutos promedio, caminando o en bicicleta, puedas conseguir lo que necesitas para vivir, ya sea un supermercado, una notaría, un cajero automático, una plaza o un parque, una librería, un banco, el registro civil, la farmacia, el colegio o el consultorio. Que eso inhiba la necesidad de tomar una micro o el Metro o el auto para hacer tus trámites, que te permita sentir que tienes los servicios básicos a una distancia razonable, que no percibas que el Estado te mandó a una vivienda social, a esa periferia donde no hay nada más que otros departamentos hacinados y sin siquiera una comisaría o un parque, como ocurrió en Bajos de Mena durante un largo período.

“Es, igualmente, reconstruir la solidaridad en ciudades en las cuales el anonimato va de par con el sentimiento de soledad y sufrimiento. Se trata de avanzar hacia un nuevo modelo de vida urbana con multicentralidades, rompiendo con un urbanismo funcional segmentado y dando lugar a una gran segregación espacial y social, fuente de un gran malestar y tensiones sociales urbanas mayores. Igualmente, trabajando por redescubrir la proximidad, se trata de regenerar el sentimiento de amar sus lugares de vida de cercanía, la topofilia, para crear las indispensables nuevas urbanidades”, dice Carlos Moreno.

“Funciones sociales urbanas esenciales” le llama el CNDU a habitar, trabajar, aprovisionarse, realizar actividad física, educarse, descansar y realizar actividades de ocio. Todo eso debe estar cerca. Debes poder acceder de manera fácil y rápida. Y agrega este organismo que “además de los servicios, es clave para la vida de barrio la consolidación del comercio de escala local y el acceso a espacios de áreas verdes y esparcimiento. Esta proximidad permite promover la movilidad activa más saludable, reduce tiempos de prolongados viajes en el transporte, sus costos, emisiones contaminantes y finalmente fortalece los vínculos comunitarios”.

No hay duda. Necesitamos que las comunas de las grandes conurbaciones de Chile, especialmente la segregada y desigual ciudad de Santiago, apunten en esa dirección. Pero la realidad de nuestra capital es triste. Para llorar. Sólo el 9% de la población del Santiago urbano tiene acceso a servicios y equipamientos básicos a 15 minutos caminando, dice un documento preparado por el Centro de Inteligencia Territorial de la Universidad Adolfo Ibáñez. “Sólo 9%” se llama el documento.

Un número terrible que evidencia, al mismo tiempo, la precariedad de las comunas vulnerables y la dependencia del auto de las comunas más ricas. La única comuna que queda dignamente ubicada en el ranking es la que le da el nombre a la ciudad: Santiago. Un 27% de sus habitantes vive en la ciudad de 15 minutos; muy lejos viene Ñuñoa (5%), luego Independencia (4%), y con un 3% están San Miguel, Las Condes, Recoleta, Conchalí, La Florida, Providencia, Quilicura y Peñalolén. Todas las que faltan van de un 2% hacia abajo. Pucha que nos falta y caramba que es urgente.

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