Accidente del Costa Concordia: los errores del “Capitán cobarde” que viajaba con su amante como polizona
Se ganó ese apodo tras escapar de un barco de lujo mientras se hundía, incluso con pasajeros en su interior. En el momento en que ocurrió el impacto, él disfrutaba de una romántica velada con su amante, pero ese no fue el único motivo que desató una catástrofe que acabó con más de treinta muertos y un centenar de heridos.
El 13 de enero de 2012, los habitantes de la Isla del Giglio —una localidad italiana de cerca de 800 personas— fueron testigos de una catástrofe que dio la vuelta al mundo: el choque de un crucero de lujo cerca de la costa, el cual dejó 32 muertos y más de 100 heridos.
Aquella embarcación, bautizada como Costa Concordia, contaba con todas las comodidades de un hotel cinco estrellas e, incluso, más.
Contaba con cinco restaurantes, 13 bares, teatros, discotecas, piscinas, un simulador de la Fórmula 1 y una pista para correr, entre múltiples atracciones que entretenían a los 4.229 pasajeros y tripulantes que iban a bordo.
Pero ese viaje de vacaciones que disfrutaban miles de personas pasó de ser un paraíso en medio del mar a convertirse en una gran pesadilla, luego que el barco chocara contra unas rocas tras desviar su rumbo intencionalmente, a causa de una decisión del capitán.
A partir de ese día, Francesco Schettino, después de la tragedia fue apodado popularmente como el “Capitán Cobarde”.
El Costa Concordia, un capitán y su amante
La noche en que ocurrió la catástrofe, Schettino se encontraba con Domnica Cemortan, una bailarina moldava de 25 años que había entrado al barco como polizona, es decir, de manera irregular.
A pesar de aquello, tenía todas las comodidades de una pasajera VIP. ¿Por qué? Según la investigación, porque era la amante del navegante.
Antes de que se desatara la tragedia, ambos cenaron juntos en el salón principal, para luego subir y ver la Isla del Giglio a la distancia desde el puente de mando, en una escena romántica sacada de una película de Hollywood.
Fue ahí cuando ocurrió el choque, el cual cortó las luces instantáneamente y tuvo un impacto tan fuerte que no pasó desapercibido para nadie.
Los tripulantes, con su experiencia, notaron que ocurría un evento fuera de lo común.
En un inicio, tras percatarse de la situación, el capitán llamó a la calma y argumentó por el altavoz que se trataba de un problema eléctrico, el cual sería solucionado pronto.
Pero aquello nunca ocurrió y esa tampoco era la causa del corte de luz.
De hecho, perdió más de una hora minimizando los riesgos antes de que los daños entraran en su punto más crítico —en que el barco empezó a hundirse—, una situación que desató la ira del Comandante de la Capitanía de Livorno, Gregorio De Falco, quien empezó a coordinar los rescates por su cuenta desde tierra firme.
La polémica conversación entre del capitán y su comandante
Mientras miles de personas buscaban chalecos salvavidas y un espacio en los botes para escapar, Schettino ya iba en camino a la playa de la Isla del Giglio.
Un registro telefónico que se filtró en los medios de manera anónima reveló cómo fue su polémica discusión telefónica con De Falco.
“En este momento el barco está inclinado…”, le dijo el capitán según la investigación, ante lo que el comandante respondió “hay gente bajando por la escalera de proa, usted haga el camino inverso”.
“Suba y me dice cuántas personas hay (...) ¿Está claro? Y dígame si hay chicos, mujeres o personas que necesiten asistencia, el número exacto en cada una de esas categorías”, añadió De Falco, pero al percatarse de que Schettino no tenía intenciones de volver, le advirtió en un tono exacerbado “usted tal vez se haya salvado del mar, pero ahora le va ir mal de verdad, yo voy a hacer que lo pase muy mal”.
“Comandante, por favor…”, insistió Schettino, para luego detallar que estaba coordinando el rescate desde una lancha.
“¡Qué va a estar coordinando ahí! Vaya a bordo. Coordine el rescate desde ahí. ¿Se está negando?”, le gritó De Falco. Pero el capitán no dio marcha atrás.
Una amante y un cambio en la ruta
Ese día, antes de que estallara el caos, un miembro de la tripulación se acercó a Schettino para preguntarle si podían hacer un desvió en el camino, para así pasar por las cercanías de la costa de la Isla del Giglio, su tierra natal.
Él aceptó y argumentó el cambio de ruta bajo la idea de que también saludarían —a lo lejos, con el sonido de las sirenas— a un ex capitán de la empresa para la que trabajaban.
Ese tipo de alteraciones de agenda suelen ser permitidas en los cruceros, aunque no así la presencia de polizones.
Según relató Cemortan pausadamente durante el juicio en el que se evaluó el caso, “cuando eres la amante del capitán, al subir no te piden el boleto”.
Contó que se conocieron en un viaje previo y que se subió varias veces al lujoso crucero, sin pagar un peso y sin aparecer en los registros formales, a pesar de que paseaba libremente junto al capitán por la embarcación, frente a los tripulantes y pasajeros, y a escondidas de la esposa de Schettino.
Otros oficiales declararon que cada noche acudía a la cabina cerca de las dos de la mañana, lo cual explicaría por qué el “Capitán Cobarde” andaba cansado y con sueño durante los trayectos.
El juicio contra Schettino
El juicio del mediático caso se realizó casi tres años más tarde, después de que las autoridades evaluaran cada uno de los factores del suceso, el cual dejó más de treinta muertos y un centenar de heridos.
Schettino, en su defensa, explicó que cuando ocurrió la catástrofe él estaba en la superficie del Costa Concordia, pero que por el movimiento de la embarcación se cayó accidentalmente en una lancha para emergencias.
Asimismo, dijo que realizó maniobras para facilitar que el barco estuviese más cerca de la Isla del Giglia, para que así los pasajeros pudiesen ser rescatados.
Como es de esperar, ninguno de sus argumentos convenció a los jueces ni a la mayoría de las personas que seguían el caso a través de los medios de comunicación, por lo que fue condenado a 16 años de prisión como culpable de múltiples cargos, entre los cuales figuran los de homicidio culposo, lesiones, abandono de la nave e incumplimiento de informar a tiempo.
Hoy está en la cárcel de Rebbibia, ubicada en Roma, desde donde cumple las consecuencias por lo ocurrido y destaca por su buen comportamiento. Por su parte, Cemortan aprovechó de cobrar por entrevistas en las que contó su versión.
Y a pesar de que fueron varios los errores de Schettino, el comandante De Falco sentenció después del naufragio: “Abandonar el barco es más que desertar. Es traicionar el Código Marítimo”.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.