Alergias que no terminan: el desafío de la primavera extendida
Los factores clave en las alergias han evolucionado. Ya no se trata solo del polen en primavera; la contaminación y los cambios en el ambiente ahora influyen tanto en su intensidad como en su duración.
Termina el invierno y, paradójicamente, Antonella Calderón tiene las peores infecciones de garganta de todo el año. En 2022 fue al médico por una constante congestión, picazón de ojos y oídos, y salió con un diagnóstico de rinitis crónica. Desde entonces su rutina suma dos antihistamínicos, uno de día y otro de noche, además de un corticoide nasal para aliviar los síntomas. Un tratamiento que le surte efecto hasta agosto, cuando ya nada es suficiente.
Y es que la primavera ha sido, desde siempre, la temporada asociada a las alergias. Según la Fundación de Aerobiología, Medioambiente y Salud (FUNDAMAS) alrededor del 30% de los habitantes de la capital presentan signos de alergia durante los meses de septiembre a diciembre, que corresponden al periodo de mayor concentración de pólenes de árboles y pasto.
Este año, las alergias han tenido un comportamiento inusual: la primavera se retrasó en términos de concentración de polen. Las lluvias y el frío de septiembre redujeron el polen de los árboles y ralentizaron la floración de los pastos, lo que permitió una acumulación significativa de este alérgeno.
Es por eso que faltando días para que llegue el verano en nuestro hemisferio, los pacientes sienten la alergia a flor de piel y, probablemente, no les dará tregua hasta marzo en el peor de los casos.
Una amenaza que no es
Las alergias son una reacción del sistema inmune, que es el sistema de defensa del cuerpo. Este se encuentra en permanente vigilancia de posibles agentes dañinos, para neutralizarlos.
Sin embargo, en el caso de las alergias, ocurre una confusión: el cuerpo identifica una sustancia inofensiva, llamada alérgeno, como si fuera peligrosa, desencadenando una respuesta desproporcionada.
Dos tipos de síntomas y distintos tratamientos para cada uno
Eduardo Villane tiene alergia estacional y despierta todas las noches por la tos y la congestión; y en el día se le suman estornudos, picazón y carraspera. En su desesperación encontró una manera efectiva, pero poco práctica, de aliviar los síntomas: meter la cabeza en el freezer.
“Uno se acostumbra a vivir de otra manera, a saber que hay épocas del año en las que vas a tener más malestar y buscas formas de impedirlo”, dice.
Además de la solución que encontró Eduardo existen múltiples tratamientos para la alergia y que dependerán del tipo de síntomas que presenten. Rodolfo Nazar, director del Departamento de Otorrinolaringología de la Universidad de Chile, distingue dos grupos:
Síntomas irritativos:
- Signos clínicos: picazón de ojos, paladar y estornudos fuertes.
- Tratamiento: antihistamínicos.
Síntomas obstructivos:
- Signos clínicos: nariz tapada, mocos y rinorrea (goteo de líquido por la nariz).
- Tratamiento: corticoides nasales —que a diferencia de los orales no tienen efectos negativos para la salud y se pueden recetar de forma permanente—.
Para determinar el uso adecuado de antihistamínicos, es importante distinguir entre pacientes crónicos y estacionales. En los primeros, el tratamiento debe ser permanente, mientras que en los segundos se aconseja iniciarlo 10 o 15 días antes de la primavera.
En ambos casos, es crucial superar el llamado “periodo de latencia”, el tiempo que tardan los medicamentos en hacer efecto. Si se utilizan de forma intermitente, solo cuando aparecen los síntomas, es probable que no resulten efectivos.
Cuando nada de eso funciona, puede considerarse la inmunoterapia, que introduce alérgenos al cuerpo mediante vacunas o vía sublingual para generar tolerancia. Sin embargo, no todos los pacientes son aptos para este método.
A Antonella, por ejemplo, su inmunóloga le dijo que su alergia es tan generalizada que, aunque los antihistamínicos y los corticoides no son suficientes, no hay nada más que hacer. Y es que para hacer inmunoterapia se deben seleccionar los alérgenos a los que el paciente reacciona, que no deben ser demasiados y tienen que tener una correlación entre los resultados del test de alergias y los síntomas.
Cada ciudad tiene su propia alergia
Aunque no hay consenso en la cifra, se estima que la prevalencia de la alergia en la población mundial es de 40% y amenaza con aumentar. El inmunólogo del Centro del Alérgico y director de FUNDAMAS, Pedro Mardones, atribuye esto a que los niveles de polen han crecido un 20% en el mundo por el cambio climático y el uso de suelos, y en Chile se han hasta triplicado en árboles como el plátano oriental en la Región Metropolitana.
Ahora bien, no es lo mismo ser alérgico en Santiago que serlo en otros lugares del país porque cada ciudad tiene un patrón de polen distinto. Eso explica el caso de pacientes como María de los Ángeles Carvallo, a quien el test cutáneo le marcó positivo en todos los alérgenos estudiados y que sufre los peores síntomas cuando está estudiando en Santiago, expuesta a olivos y plátano oriental, y no en su casa en Puerto Varas.
En Santiago, el patrón polínico está dominado por el plátano oriental, el arce, el nogal y el olivo, mientras que en Valparaíso prevalece la parietaria judaica, una hierba común en ciertas zonas. Las ciudades del interior tienen más polen, y las costeras enfrentan problemas con ácaros.
Ante todo, para reducir la exposición al polen Mardones recomienda las siguientes medidas de control ambiental:
- Mantener las ventanas del hogar cerradas la mayor parte del tiempo
- Conducir con las ventanas del auto cerradas
- Usar lentes de sol en el exterior
- Secar la ropa dentro de la casa cuando se lave y, si no, sacudirla al entrarla a la casa
- Usar mascarilla al estar al aire libre
- Lavarse la cara al volver de paseos fuera de casa
- Para los ácaros, existen fundas que sellan el colchón y la almohada evitando que estos salgan
No existen las alergias estacionales a la piel
Las reacciones alérgicas respiratorias y las de la piel no deben confundirse al culpar a la primavera. Mientras las primeras están directamente relacionadas con la floración de pólenes, las segundas suelen estar vinculadas al aumento de la exposición al aire libre y a la piel descubierta con la llegada del calor.
Así, el hecho de que un paciente con alergia al pasto no tenga reacciones alérgicas durante el otoño y el invierno, tiene más que ver con que pasa esos meses cuidándose del frío cubierto de pies a cabeza, que con las estaciones del año. “Para la piel la estacionalidad no es tan relevante como para otros órganos, de hecho, no es frecuente que reaccione al polen”, dice el dermatólogo de la Clínica Universidad de los Andes, Fernando Valenzuela.
Con el calor y la baja humedad, la piel se seca, adquiere un aspecto quebradizo y se vuelve más vulnerable a los alérgenos, acentuando síntomas como enrojecimiento, picazón y descamación en pacientes con dermatitis.
Para prevenir, se recomienda preparar la piel usando sustitutos de jabón menos agresivos y cremas hidratantes que mantengan su barrera natural. Si ya hay alergia, el tratamiento incluye corticoides tópicos para los síntomas locales y antihistamínicos para la comezón.
La culpa no la tienen solo los alérgenos
Junto con el polen, los profesionales apuntan a otras dos causas de que las alergias tengan más prevalencia con el paso del tiempo: La contaminación y la pérdida de la diversidad de bacterias.
La contaminación altera las barreras mucosas del organismo haciendo que agentes que no debieran entrar en ella, tengan más contacto con él. Son tantos los elementos dando vueltas en el ambiente, que el cuerpo los percibe como una agresión y responde exageradamente con una reacción alérgica.
La segunda, comúnmente conocida como “la teoría de la higiene”, se refiere a la pérdida de la diversidad de bacterias “buenas” que deberían convivir en el cuerpo. “Al perderse la biodiversidad se va generando una desviación del sistema inmunológico hacia reacciones inflamatorias menos tolerantes, porque esas bacterias ayudaban a la tolerancia”, señala Mardones.
Esto se debe a que está instalada la creencia de que mientras más higiénico sea un estilo de vida, más sano estará el organismo. La dermatóloga de la Sociedad Chilena de Dermatología, Isabel Ogueta, es tajante en decir que tal idea es errónea y que, de hecho, la limpieza del cuerpo solo debe concentrarse en las partes sucias.
Es por eso que se recomienda poner a los niños en contacto con la tierra para que después su sistema inmune no reconozca las sustancias del entorno como ajenas. Sin embargo, el verdadero desafío para frenar el aumento de las alergias recae en la planificación responsable de la plantación urbana, una medida que podría marcar la diferencia en el bienestar de las futuras generaciones.
Comenta
Los comentarios en esta sección son exclusivos para suscriptores. Suscríbete aquí.