El amor que mueve al ex cura Jolo
Creyó y apoyó las denuncias de abuso sexual de Gema Bueno, en el marco del caso Spiniak. Cuando ella dijo que todo era mentira, a José Luis Artiagoitía se le dio vuelta el mundo. Fue acusado de inducir a falso testimonio, estuvo preso, fue condenado. Luego dejó el sacerdocio. En todo ese camino, hubo una mujer a su lado: Leontina González, hoy su esposa y madre de sus hijos. Aquí cuentan la historia.
La vereda oriente de un pequeño pasaje de Quinta Normal cambia su opaca impronta de cemento y latas cuando irrumpe una pared azul con una enorme ilustración de El Principito. Al lado, con letras amarillas, una de las frases más conocidas del libro de Saint-Exupéry: "Sólo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible para los ojos". Para descubrir qué hay detrás, se debe tocar con fuerza una puerta de lata y esperar a que los gritos de niños se calmen y se conviertan en un: "Jolo, ¡te buscan!".
Lo que hay detrás de la muralla azul es un gran terreno donde caben un bus antiguo estacionado, un taca-taca y, al fondo, una casa de madera de dos pisos. Allí, en medio de las murallas verdes, hay un comedor donde esta mañana seis niños y adolescentes toman desayuno: té, café, leche, pan. Jolo, como todos llaman a José Luis Artiagoitía, está sentado en la cabecera. Su oficina está a pasos de esa mesa, a un costado del living-comedor.
Aquí funciona el hogar de menores Nuestra Señora de Guadalupe, donde viven chicas y chicos de entre 7 y 25 años que han pasado en este lugar desde meses hasta toda su vida. Sus casos están asociados principalmente a vulneraciones de derechos como maltratos, abandonos, abusos o explotación sexual. Uno de los fundadores del recinto fue justamente Jolo, el ex cura que se hizo conocido a fines de 2003 dentro del complejo caso Spiniak -proceso judicial por estupro, prostitución infantil y producción de material pornográfico- y que le significó estar preso durante dos semanas, por inducción a falso testimonio.
Fue precisamente a este hogar al que en los primeros años del 2000 llegó la joven Gema Bueno, quien se convertiría en una mediática, polémica y cuestionada testigo dentro de ese caso, y a quien Jolo amparó y acompañó en sus denuncias. Pero también fue en este hogar donde el ex cura empezó a acercarse más a Leontina González, quien es hoy su esposa y madre de sus tres hijos, y quien además ha administrado este lugar desde que se creó el 19 de enero del 2000.
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En este hogar, que es un proyecto común de la pareja, Jolo y Leontina han conocido la satisfacción, pero también el infierno. Su relación ha sobrevivido a la clandestinidad, al no poder estar juntos por el celibato de él, a los rumores y finalmente a la llegada a la casa de Gema Bueno, quien en medio del caso Spiniak afirmó que el entonces senador Jovino Novoa había abusado de ella. Jolo le creyó, llevó los antecedentes a la justicia y declaró apoyando la versión de la joven. Nueve meses más tarde, en La Tercera, la joven se desdijo: "Todo, todo es mentira", reconoció.
Tras ese vuelco del caso, se inició el proceso por inducción al falso testimonio por el que en 2005 Jolo estuvo dos semanas detenido en Capuchinos. La condena, que se dictó en 2006, fue de tres años y un día de pena remitida, y cuatro años de libertad vigilada. Gema Bueno -quien también estuvo presa- obtuvo la misma condena.
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FOTO: ROBERTO CANDIA[/caption]
Leontina iba semanalmente a visitar a Jolo a la cárcel. Hoy, cuando mira hacia atrás, dice que en ese tiempo están los peores recuerdos. "Nuestra historia -dice- no es de amor romántico, no es un relato más sobre Romeo y Julieta; es una historia muy dolorosa".
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Leontina González tiene 43 años, la voz gruesa, la risa fuerte y el humor ágil e irónico. Nació y creció en la población San Gregorio, de La Granja. Fue criada por su madre, su padrastro y sus abuelos maternos. Todos católicos, todos practicantes. Tiene cinco hermanos en total, entre los que su madre y su padre tuvieron por separado.
José Luis Artiagoitía tiene 55 años y creció en Vitacura. Son siete hermanos, hoy repartidos por Chile y el mundo. El más conocido debe ser Roberto, el Rumpy. Jolo entró al seminario a los 19 años. Y decidió salirse de cura diocesano a los 44, después de abandonar la cárcel.
Las primeras misas que ofició como sacerdote fueron en La Granja. Allí conoció a Leontina. Entonces ella tenía 22 años; él, 34. Mientras él dirigía las ceremonias y la pastoral juvenil, ella cantaba en el coro y tocaba guitarra. "El Jolo era un amigo más del lote, conocía a mi familia y nos veíamos por asuntos de la parroquia, aunque creo que más que las amistades, tuvimos sintonía por lo social", recuerda ella.
Tiempo después él fue trasladado a la parroquia Nuestra Señora del Buen Consejo, en Quinta Normal, pero siguieron en contacto. Allí, a petición de Jolo, ambos trabajaron en la creación de un hogar que becaría a menores que no podían seguir pagando colegiaturas y universidades o institutos. La idea fue de él y se puso en marcha rápidamente con la ayuda de monseñor Sergio Valech. Los estudios de Leontina, que entonces cursaba Trabajo Social y ya era contadora, iban acorde con el proyecto.
"Partimos con dos casos", recuerda Jolo. Al poco andar, los juzgados de familias les hicieron llegar menores con otras problemáticas: ya no asuntos económicos, sino casos de maltrato, abandonos, violaciones, adicción a drogas, explotación sexual. En esa apertura es que llegó Gema Bueno, que fue recibida por Leontina, quien recuerda que durante el tiempo en que la menor de edad estuvo en el hogar había que esconder las témperas, los esmaltes y las sustancias volátiles que ella pudiera usar para saciar su adicción.
La historia entonces se cruza. Coincidió que poco después de la llegada de Gema Bueno, las cosas entre Jolo y Leontina se empezaron a enredar. El compañerismo laboral pasó a otras esferas, más cercanas al romance. Era un secreto, no a voces, y no podía ser de otra manera: pensaban que la familia de Leontina no se tomaría bien que ella tuviera un amor clandestino con un cura, y a Jolo se le iba a desmoronar su carrera eclesiástica.
Tuvieron idas y venidas, marcadas principalmente por el deseo no concretado de estar juntos. Leontina nunca abandonó el hogar, pero se mantuvo alejada de Jolo durante un año. Entre medio tuvo un romance, tuvo una hija -la mayor, de 15 años, de la que Jolo se ha hecho responsable- y luego explotó el caso Spiniak, donde incluso ella tuvo que ir a declarar porque había sido quien recibió a Gema Bueno en el hogar. "La situación fue dolorosa, terrible y angustiante", dice Leontina.
Antes de que explotara lo del falso testimonio de Gema Bueno, Leontina y Jolo aún se mantenían separados. Durante esa época, Leontina tuvo un rol secundario en el hogar y se fue a trabajar a la Municipalidad de Quinta Normal. Inesperadamente, y en medio del caos mediático, político y judicial del caso Spiniak, una mañana recibió un llamado de Jolo: le proponía matrimonio. Ella no le creyó, se enojó, le dijo que no olvidara que él era un cura, que no se podía, que la dejara tranquila. Leontina recuerda que ambos lloraron a través del teléfono. Él le confesó que había redactado la carta para solicitar la dispensa para dejar de ser sacerdote y que la enviaría durante la semana. Ella, sin muchas expectativas, aceptó.
Pero esa misma semana Gema Bueno se retractó de las acusaciones de abuso sexual contra Jovino Novoa y acusó a Jolo de haberla inducido a dar un falso testimonio. En este nuevo escenario, la promesa de Jolo a Leontina quedó en nada. El abogado que lo defendía, Jorge Ferdman, le dijo que podía ser negativo que, en medio del revuelo, tomara la decisión de dejar el sacerdocio y casarse. Y él le hizo caso.
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En paralelo, el hogar seguía funcionando y Leontina debió retomar allí el protagonismo en sus funciones, considerando el descabezamiento temporal de Jolo. Ella se hizo cargo de los funcionarios y de los niños.
Mientras él estuvo preso, Leontina iba a verlo. Cuando quedó en libertad, recuerda ella, le pidió llorando a él, a los pies de una cama y tomándose la cabeza con ambas manos, que dejara de dar entrevistas y declaraciones y que, por favor, se quedara callado. Jolo acató.
Cuando se le pregunta por sus recuerdos de aquella época, Artiagoitía casi no habla. Sus palabras son escasas. Se nota que el episodio con Gema Bueno es algo que él ha preferido dejar guardado bajo llave. El quiebre entre ambos fue profundo e irreparable. Lo último que supieron de ella, según cuenta Leontina, fue un mensaje vía WhatsApp que le mandó a Jolo, pero que su esposa eliminó inmediatamente, sin siquiera abrirlo. Con la joven nunca más volvieron a verse.
-Con la perspectiva del tiempo, José Luis, ¿volvería a apoyar a Gema Bueno?
-No.
-¿Qué aprendió con este caso?
-Que no hay que confiar en nadie.
-Los temas de abuso sexual antes eran tabú. ¿Cree que, mediáticamente, una acusación como la de Gema Bueno habría tenido otra reacción si hubiese ocurrido hoy?
-Sí. En esa época los abusos estaban todos tapados. Hoy en día se sabe que hay abusos en todas las esferas de la sociedad. Estamos viviendo un tiempo importante respecto a esos temas, y yo espero que la sociedad aprenda con esto.
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FOTO: ROBERTO CANDIA[/caption]
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Las cosas para esta pareja se ordenaron cuando Jolo recibió la condena y salió de la cárcel el 4 de abril de 2006. El hogar seguía funcionando y él volvió a tomar el control de la casa, en la cual aún viven algunos chicos que ya estaban allí en esos tiempos turbulentos. Cuando Jolo regresó, sus problemas eran otros: enfrentar una crisis de financiamiento, salirse de la tutela del Sename para filtrar los casos que ingresan, adoptar un perfil alejado tras lo que había ocurrido, pedir la dispensa y casarse con Leontina. Eso último, que era prioridad, ocurrió finalmente en 2007 por el Civil. Y tres años más tarde, en enero de 2010, hicieron un matrimonio en grande por la Iglesia.
"Fue un proceso largo y orgánico. Y menos mal, porque lo pasamos mal. Nos hicimos pololos en el dolor", dice Leontina. Para darle estabilidad al hogar, Jolo compró la casa de nueve dormitorios que actualmente cobija a los 18 niños que viven allí en Quinta Normal. La decisión familiar fue vivir a pocas cuadras del lugar. "Es por cualquier emergencia, pero cuido mi espacio privado. A mi casa no va nadie, ninguno sabe dónde vivo", dice Jolo. "Yo no soy como el papá de ningún niño de los que tengo a cargo. Soy el director del hogar, un educador, no el papá".
Desde que dejaron de estar bajo la tutela del Sename -aunque aún son fiscalizados por el organismo-, el hogar ha estado enfocado en funcionar como un recinto familiar, "que no es lo mismo que nosotros seamos su familia", recalca Jolo. Allí, los cumpleaños son celebrados de acuerdo a lo que pide cada niño y ninguno debe irse a los 18 sólo por haber cumplido la mayoría de edad. Se van, cuenta Jolo, cuando han conseguido un trabajo estable que les permita independizarse. La mayor que reside en el hogar tiene 25 años y estudia Trabajo Social en la universidad.
Cuando llevan amigos, los niños más grandes presentan a Leontina y a Jolo como sus tíos. "Nosotros les seguimos la onda, porque entendemos que les da vergüenza decir que viven en un hogar, porque por mucha buena voluntad que tengamos, estar en un hogar de menores no es fácil", dice Leontina. Por lo mismo, agrega, entienden que hay niños que se van y que no vuelven, porque les trae recuerdos de momentos traumáticos de sus vidas.
Según confiesa Leontina -quien hoy es docente en la Universidad Andrés Bello, donde además es secretaria académica de posgrado en la Facultad de Educación-, lo único que conmueve a Jolo es cuando un niño pequeño llega al hogar. "Después de tanto alboroto en su vida, es difícil verlo fuera de sí o conmovido", dice.
El camino que prometieron transitar cuando finalmente pudieron casarse tiene dos ejes. Primero, sus tres hijos (los dos menores tienen 11 y 5 años). Y segundo, la proyección del hogar que actualmente funciona gracias a donaciones privadas. Las rutinas familiares incluyen que los tres hijos almuercen todos los días en el hogar y celebrar junto a esos niños la Navidad.
-José Luis, esos niños del hogar que conocen la historia suya con Leontina, la historia con Gema Bueno y su vida de cura, ¿se la recuerdan?
-No.
-Es hermético usted.
-¿Por qué? No. Siempre he respondido todo.
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