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Columna de sismología: ¿Realmente es posible un megaterremoto en las costas de Valparaíso?

Chile es un país donde se generan grandes terremotos, tanto en el norte como en el centro y en el sur. Investigación reciente ha ayudado entender más estos fenómenos, y ponen la alarma sobre un posible gran evento en Chile central.


Vivimos en un país donde hemos presenciado terremotos de magnitud mayor a 9 al menos dos veces en nuestra historia, generando grandes tsunamis que incluso han dado para que en Japón exista un registro de nuestros grandes movimientos sísmicos, basados en la altura de las olas. Gracias a esos registros es que hoy sabemos que el terremoto de 1730, que azotó el centro del país, tuvo una magnitud del orden de 9-9.2. Un cataclismo del cual hablamos en una columna anterior. Desde entonces, la zona de ruptura de ese megaterremoto ha visto importantes sismos, como en 1751, 1822, 1835, 1851, 1873, 1880, 1906, 1928, 1984, 1971, 1985, y 2010. Y si bien todos han sido importantes y más grandes unos que otros, de alguna manera han contribuido a liberar la tensión acumulada entre las placas de Nazca y Sudamérica.

Recordemos que vivimos en una zona de subducción muy rápida en el planeta. Por lo mismo, después de un terremoto y la posterior reubicación de las placas hasta volver a bloquearse, la tensión se vuelve a acumular rápidamente. El problema es que, al no ser todos los terremotos iguales, un solo evento casi nunca libera toda la tensión acumulada. El siguiente esquema nos puede ayudar a entenderlo mejor: allí se muestra una situación hipotética donde se ha liberado casi toda la tensión acumulada tras un terremoto de magnitud mayor a 9. La región afectada debe involucrar un área de alrededor de 600 km de largo por 200-300 kilómetros de ancho, por lo que sismos más pequeños pueden romper un espacio menor. Después del gran terremoto se acumula la tensión, que se libera sólo parcialmente con un sismo grande (se ve como un salto en el gráfico). Por lo tanto, se puede tener una cantidad notoria de sismos grandes, y aún estar en condiciones de generar un megaterremoto.

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Este tipo de observaciones ha hecho que varios investigadores hablen de ciclos y superciclos sísmicos, donde los primeros hacen referencia a grandes terremotos, y los segundos a los animales realmente grandes, a los que no les importan mucho los otros. Por ejemplo, Emile Klein con sus colaboradores de Francia y Chile establecieron que eventos como el terremoto de Illapel del 2015 son característicos de la zona, y se repiten cada unos 70-80 años. Eso quiere decir que los últimos 3 grandes terremotos generados en esa región han sido muy parecidos en su naturaleza, y parecen ser "típicos" de allí. Más hacia el sur la historia es distinta. El último gran terremoto cerca de Valparaíso ocurrió en 1985, y antes de eso en 1906, siendo el primero más bien "pequeño" para estándares de grandes terremotos. Por lo mismo, frente al puerto la tensión se está acumulando hace más de 110 años desde 1906, a lo que hay que sumarle el remanente que queda del terremoto de 1730. Eso no es un buen augurio para la ciudadanía. Peor, los sismos de Illapel y el Maule dejaron una deformación permanente en la corteza que puede haber "cargado" más zona entre medio de ellos, llevando a que este evento ahora sea un poco más probable que antes.

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¿Qué tan grande puede ser este evento? No lo sabemos, aunque hay algunos escenarios probables. Podría generarse un terremoto que rompa el espacio entre el sur de la ruptura de Illapel y el norte de la producida por el del Maule. Esto es un sismo de magnitud mayor a 8, similar al de 1906, que dejó escenas como la de la foto de la portada de esta columna. Además, se ha visto que las placas en varias partes de la zona central de Chile siguen altamente bloqueadas, como se aprecia en las zonas negras de la figura anterior, que muestra además las zonas de ruptura de los últimos grandes terremotos en Chile central (figura alterada de la publicada por Métois y colegas en la revista Geophysical Research Letters el año 2012). Por lo tanto, el peor escenario de todos es que el siguiente terremoto en esa zona rompa algunas regiones que no terminaron de romper los terremotos del Maule e Illapel, o que incluso vuelva a romper algunas de ellas. Esto sería un megaterremoto de magnitud al menos comparable con la del terremoto del 2010. De estos dos escenarios, el primero es más plausible que el segundo. Lamentablemente, no sabemos cuándo podría ocurrir. Sí se ha visto que el contacto entre placas parece estar listo para producir el primer escenario, mientras que para el segundo se ha considerado que toma unos 300-400 años para que se geste un megaevento de magnitud parecida a 9. Y ya que han pasado más de 300 años desde 1730. Esto significa que, como sea, tenemos que dejar el pánico de lado, y comenzar a prepararnos como sociedad frente a este futuro evento. Eso significa un esfuerzo multidisciplinario, donde las distintas partes de la sociedad aporten. Y ciertamente descarta el rol de aquellos que dicen "predecir" terremotos, que sólo añaden ruido a una materia tremendamente delicada.

Es importante que como ciudadanos nos hagamos cargo del país en que vivimos, y del hecho de que este es afectado por grandes terremotos. En ese sentido, urge que nuestra sociedad construya un plan de prevención, preparación, y mitigación del impacto de un terremoto. Sobre todo considerando que es en el centro del país donde vive la mayor parte de la población y donde están la mayoría de las industrias de nuestro país. Así, la descentralización se hace más necesaria que antes, ya que podría ayudar a mitigar el impacto económico que un evento así podría llegar a tener, entre otras razones. También se vuelve crucial aumentar la cantidad de proyectos de investigación en estos temas (ya de excelente calidad). Y por último, se vuelve imperioso que el conocimiento científico llegue a las más altas esferas, con las autoridades que toman decisiones, de cara a la ciudadanía, cuya vida al final es la que hay que resguardar. Hay mucho, mucho trabajo por hacer. Pero si tomamos conciencia de donde vivimos, podremos estar mejor preparados que cualquier otro país del mundo en lo que concierne a los grandes movimientos telúricos.

Cristian Farías Vega es doctor en Geofísica de la Universidad de Bonn en Alemania, y además profesor asistente en la Universidad Católica de Temuco. Semanalmente estará colaborando con La Tercera aportando contenidos relacionados a su área de especialización, de gran importancia en el país dada su condición sísmica.

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