¿Cómo afecta la música a tu cerebro y tu salud mental?
La inmensa variedad de sonidos que podemos escuchar no solo influye en nuestros movimientos, sino que también en cómo nos sentimos emocionalmente y en cómo nos relacionamos con nuestro entorno. Así lo aseguró un especialista de la Universidad de Liverpool en esta área, quien explicó sus efectos a nivel cerebral. Estas fueron sus conclusiones.
La oyes en las fiestas, en las calles, en eventos formales y en situaciones inesperadas. A veces, incluso la imaginas en tu cabeza y tratas de hacer que calce con lo que escuchas a tu alrededor: el sonido de las rocas, el viento, los bocinazos de la urbe y las conversaciones ajenas, entre una lista interminable.
El impacto que la música ha tenido en el desarrollo del ser humano es incalculable. Ya sea a través de los cantos de antiguos rituales ancestrales, clásicos del rock & roll, orquesta sinfónicas o los últimos lanzamientos del pop más comercial: desde que nuestros antepasados empezaron a caminar, el ritmo de sus pasos ha guiado la manera en que se crean composiciones y la forma en que se perciben desde la emocionalidad.
Puede ser mediante percusiones agitadas, guitarras distorsionadas o cuerdas que chocan una contra la otra en un espectro sonoro determinado, ahí pueden estar el miedo, la felicidad y la tristeza, por nombrar solo algunas.
“Los primeros pasos nos pusieron en el camino de forjar vínculos entre el cerebro, el esfuerzo muscular y el sonido”, afirmó el especialista de la Universidad de Liverpool, Michael Spitzer, en un video explicativo que hizo con el medio Big Think.
Después de todo, es común que diversas melodías, armonías y ritmos nos lleven a mover el cuerpo como una reacción, mientras que también se esbozan imágenes en nuestras mentes, como un rollo fotográfico o una película que nunca se detiene.
“Puedes predecir lo que ocurrirá a continuación y eso refleja la experiencia de caminar por la Tierra”, dijo Spitzer, “y la mayor parte de la música, ya sea una sinfonía o una canción, despliega un viaje, que nos lleva de un punto a otro”.
“En nuestra mente, es un viaje imaginario, un eco muy largo y lejano del viaje de nuestros antepasados fuera de África”, añadió.
Los efectos de la música en tu cerebro
El experto en esta área afirmó que el vínculo entre el sonido y el movimiento se debe a “las conexiones que hay en el cerebro humano entre las regiones motoras que controlan cómo nos movemos y las regiones que controlan la audición y el sonido, el córtex auditivo”.
“Si se empieza por el tronco encefálico, nuestra capa más antigua, se estremecen ante los reflejos del sonido (...) la siguiente capa, los ganglios basales, responde al placer, si un sonido es agradable o desagradable (...) la amígdala es donde ocurren las emociones (...) y el neocórtex donde se procesan los patrones y sus complejidades”, detalló.
Bajo esta línea, explicó que el “análisis auditivo de escenas” —o “efecto cóctel”— hace referencia a las facultades innatas que tenemos para concentrarnos al escuchar y que se manifiesta, por ejemplo, en la capacidad para oír una canción y concentrarnos en un solo instrumento.
Aquello también lo tienen las aves. Un caso concreto es cuando un bebé pingüino y su progenitor se escuchan en medio de miles de parejas reproductoras, a pesar de que las otras estén emitiendo ruidos para comunicarse en el mismo lugar.
Es conocido el hecho de que la música puede ser un elemento clave para la comunicación entre seres humanos, pese a que no toquen instrumentos o se dediquen al canto. Solo basta una letra o una serie de sonidos con los que se identifiquen para que puedan conectar entre sí, a partir de sus emociones.
De esa manera se han creado numerosos movimientos a lo largo de la historia, en los cuales sus integrantes comparten un sentimiento o una visión común. Algunos de ellos son los derivados del punk, el rap, el gospel, entre muchos otros géneros y subgéneros, que pueden estar ligados a raíces folclóricas, políticas, religiosas y/o sociales.
El rol de la música en la salud mental
Pero más allá de los aspectos relacionales entre individuos, el académico de Liverpool recalcó que la música tiene un efecto positivo en la salud mental, ya que ayuda a combatir la sensación de soledad y disminuye el estrés al reducir el cortisol, para así “producir placer y felicidad al inundar el cerebro de neurotransmisores como la dopamina”.
En sus palabras, escucharla “es una forma excelente de etiquetar los recuerdos, de recordar el pasado, de expresar las emociones más profundas y la identidad, algo que no se puede captar con el lenguaje, porque la música es demasiado precisa”.
Si bien esta influye en nuestros movimientos corporales (consciente o inconscientemente), Spitzer fue enfático al decir que “las emociones también son contagiosas”.
“Cuando oigo una canción triste, mi cuerpo y mis neuronas espejo se compadecen instintivamente, se mimetizan, se reflejan. La tristeza del tema no es solo acústica, codifica el comportamiento que asociamos con la tristeza, que es el duelo”, ejemplificó.
Lo mismo ocurre con otras como la felicidad, la ira o el miedo, entre otras, ya que “hay momentos en la música que son muy intensos”, hasta el punto en que se te puede erizar la piel cuando la escuchas, de una forma similar a lo que ocurre cuando tienes miedo.
“Por eso pensamos que es capaz de expresar emociones de una manera muy visceral (...) cuando estás absorto en la obra, viajas hacia atrás a través de capas y capas de tu cerebro, casi biológicamente”, dijo, “por eso me refiero a ella como una especie de cordón umbilical de vuelta a la Madre Naturaleza.
Revisa el video explicativo a continuación:
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