MARCOS MUNOZ
Fotografía: Dedvi Missene

Marco Antonio Muñoz (52): "Me engañaron tres veces; hoy tengo el corazón destrozado"

"Mis primeras dos mujeres me engañaron. Un día un amigo me dijo que la Mariela, mi tercera mujer, también me estaba engañando. No le creí. Pero luego todo se confirmó. Me echó a la calle con mis hijos. Después vendió la casa. Yo, como un estúpido enamorado, la había puesto a nombre de ella".


Me casé para un Año Nuevo del ochenta y tantos con Patricia. Yo tenía 21 años. Duramos ocho meses y me separé, sin hijos. Después me emparejé con Verónica y duramos 10 años. Ella me dio una hija, la Tamay. De estas dos mujeres me separé por lo mismo: el engaño. Patricia fue a una fiesta, a la que yo no fui porque no me gustan las fiestas, y cuando la fui a buscar la sorprendí con otro. Con Verónica fue otra fiesta para un Dieciocho.

Después de esa separación estuve solo, ya no creía en nada. Me dediqué a la artesanía y empecé a viajar conociendo Chile. Vendía pulseras, collares, aros, anillos en las ferias, en la calle, en la noche en los bares. En eso estaba cuando en una fiesta de la primavera en Cartagena conocí a una chica estupenda, de 19 años. Me contó que se llamaba Mariela y venía de Argentina. Me dijo: 'Eres terrible de simpático, el primer chileno que encuentro simpático'. Y se fue. No la vi más en 10 años.

Un día estaba en una feria de Maipú y de repente me dicen que mi artesanía era muy bonita. Miré para arriba y no la reconocí, pero ella sí a mí: era Mariela. Nos enamoramos. Nuestra vida consistía en viajar, ir a Argentina, volver. Pasaron dos años y nació Virgilio, quien hoy tiene 11. Después llegó Juan, de 10. Nos dedicábamos a la artesanía. Teníamos un buen pasar: una casa en Bariloche y una camioneta Chevrolet Luv año 91.

Siempre discutíamos. Ella quería proyectar el futuro y yo le decía: 'El mañana es incierto; te puede dar un ataque, te pueden matar, te pueden atropellar. Vive el día a día, la hermosura que te da la vida, porque es un cheque, pero a fecha'.

Un día un amigo me dijo que Mariela me estaba engañando. No le creí. Le dije que cómo mi señora me iba a hacer eso. Pero el 3 de enero de 2016 todo se confirmó. Habíamos trabajado en Bariloche con buenas ganancias y cuando llegamos a la casa discutimos. Ella me echó a la calle con Virgilio y Juan, sólo con lo puesto. Unos días después volví a la casa, pero la había vendido. Yo, como un estúpido enamorado, la había puesto a nombre de ella. Al rato me llegó un telefonazo del Banco Nación donde me contaron que ella había retirado el dinero de la cuenta que teníamos. Con mis hijos decidimos venirnos a Chile, porque ella estaba en la vida loca. Como esto ya me había pasado dos veces, no quise ir a convencerla para volver. Lo pasado es pisado, no se puede mirar atrás.

Llegamos a Chile y fui a pedirles unas piezas de la herencia de mi papá a mis hermanas. Me dijeron que no. Ahí me di cuenta de que estaba en la calle. Me sentía impotente, con las manos atadas, no hallaba qué hacer. Miraba el extremo al que había llegado y no lo quería creer. Mi vida era un nudo ciego. Tenía pensamientos incoherentes, estaba frustrado, no sabía qué hacer.

Empezamos a viajar con los chicos: San Sebastián, Cartagena, San Antonio, Llolleo, Leyda. Llevábamos un carrito de feria con la artesanía, un saco con ropa, la carpa, una cajita con comida, el mate y la tetera. En la noche, cuando dormíamos en la calle y no tenía baño ni cocina, pensaba que me los iban a quitar y mandar al Sename, ése era mi miedo. Yo quería que vivieran el día a día, contentos. En la noche les hacía la camita, les ponía los plumones, su almohadita y nos tirábamos en un rinconcito. Ahí empezaba el calvario de dormir con un ojo abierto y el otro cerrado. El que se me acercara se iba a llevar el tremendo palo en la cabeza.

Yo estaba buscando una toma. En Chile si uno quiere tener una casa, se toma un terreno. En Santiago, un caballero me dijo que en Viña había una toma, pero pensé: 'éste está tarado, allá viven todos los ricos'. Me explicó que era en Reñaca, y yo pensé: 'éste se escapó del Opendoor, si Reñaca es para los ricos'. Pero igual fui a ver. Llegué el 25 de febrero pasado y me dijeron que me ubicara por la ladera del cerro con mi carpa. Estuve un mes y nos sacaron. Luego nos instalamos en otra parte del cerro, que pertenecía a un fundo con orden de desalojo, y nos desalojaron de nuevo. Entonces, dividieron otro sitio en dos y es donde estoy viviendo. Primero en la carpa, hasta que se me acercó la directiva de la villa. Llamaron a Reñaca Más Alto, que es como un Techo para Chile, y ellos me iban a ver todos los días, me llevaban pancito. Un día me llamaron y vi un camión que venía subiendo el cerro con una casita. Era para mí.

La gente acá me entrega harto apoyo, hartos pensamientos positivos para seguir adelante porque no puedo trabajar: el comercio ambulante está prohibido en la comuna. Sólo quiero tirar para adelante; como dicen los viejos: si estás en el baile, baila. Por eso hago 'pololitos'. El otro día me tocó lavar un auto, jamás lo había hecho, pero lo lavé nomás. Saco pasto, limpio sitios, boto basura, corto árboles, arreglo techos, pinto, he hecho baños. Lo que me manden a hacer, lo hago. Por horarios no me puedo meter a un trabajo apatronado, porque tengo que cuidar a mis hijos. Ellos son mi tesoro, lo que me va quedando.

Después de creer en hartas mujeres, de enamorarme tres veces, de que me engañaran tres veces, tengo el corazón destrozado. Destrozado al máximo. Lo di todo y todavía estoy enamorado de Mariela. No me la puedo arrancar del corazón; sufro todos los días por el daño que hizo. No lo comprendo, si yo era todo para ella, me entregué entero. Todos me dicen que soy joven todavía, que puedo rehacer mi vida, pero no puedo. Quiero estar solo para siempre.

Hoy vivo en mi casita en la Villa La Cruz. Le hice una ampliación y mi vecino me ayudó a pintarla, a empastarla, me la dejó bien bonita. Tengo una tacita de baño, agüita potable, electricidad y estoy contento, siguiendo adelante y firme con el de arriba para que me siga ayudando. En el colegio de mis chicos, el María Reina, también me han ayudado harto. No me quejo. Estamos con vida y salud. Lo demás es un pelo de la cola.

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