Crédito: Javiera Gandarillas.

Denise Gillmore (25): "En tres años perdí a mi mejor amiga y a mi hermana menor"

"Me da mucho miedo que se me vuelva a morir alguien, sobre todo porque tengo el duelo de mi hermana ahí. Todavía es demasiado duro recordarla, es tocar la llaga profundamente y eso me da mucha pena, porque no puedo pensarla mucho, porque sé que me saca de mis casillas".


Me empecé a hacer muy partner de la Trinidad Gelfenstein, mi mejor amiga del colegio, cuando iba en octavo. Fue una amistad intensa. Teníamos una dependencia la una con la otra. Cuando sonaba el timbre para el recreo o para irnos a nuestras casas, nos mirábamos y sabíamos que íbamos a hacer algo juntas. En primero nos volvimos muy cercanas. La empecé a invitar a veranear a Vichuquén, donde mi familia tiene una casa. Mis papás y mis entonces cuatro hermanos siempre han sido muy cariñosos y cercanos, entonces la Trini pasó a ser una más de nosotros.

Éramos inseparables. Nos llamábamos todas las noches y para las pruebas estudiábamos juntas. Incluso fue un problema cuando me puse a pololear, porque quería pasar tiempo con mi pololo y con ella. Además, éramos muy celosas la una con la otra, entonces ella me reclamaba tiempo que yo también le exigí cuando ella en algún momento pololeó. Hoy pienso que fue una relación intensa y única.

Me acuerdo perfecto el día en que a la Trini se le desencadenaron los primeros signos de su enfermedad. Todo pasó en 2012. Íbamos del colegio al McDonald's. Eran unos 20 minutos caminando y hacía calor. Al volver, me dijo que estaba muy agotada y me pidió sentarse un rato. Los cansancios se hicieron más seguidos y empezó a hacerse exámenes, hasta que descubrieron que la Trini era la primera persona en Chile en tener hemangiomatosis capilar pulmonar. Entonces, dejó de ir al colegio y hacía las pruebas desde su casa.

La enfermedad avanzó rápido, pero yo incorporé todo como normal, incluso el hecho de que ella estuviera viviendo con oxígeno. Después le dijeron que necesitaba un trasplante de pulmón para seguir viviendo. Yo imprimí todas mis conversaciones de WhatsApp con ella y en una le ofrecí uno de mis pulmones. "Que eres tierna", me respondió. Yo lo decía en serio.

"Tras la operación los medios hablaban de "posibilidades remotas", pero yo no entendí –o no quise entender- lo que eso significaba".

Lo de ella se agravó. Necesitaba no sólo un trasplante de pulmón, sino que también de corazón. Fue todo rápido. En junio ella estaba muy mal y la internaron. Era prioridad nacional para recibir órganos; se hizo una campaña muy mediática y el caso estaba en la tele, los diarios y las radios. Pasé varias noches en la clínica durmiendo y acompañando a la familia. Incluso estuve ahí cuando por fin llegaron los órganos. Estábamos todos esperanzados. Fue una intervención muy larga, pero cuando terminó, el corazón nuevo de la Trini no funcionó mejor.

Tras la operación los medios hablaban de "posibilidades remotas", pero yo no entendí –o no quise entender- lo que eso significaba. Me dejaron entrar a verla, recuerdo, y antes de poder estar con ella, entré a un box donde había gente llorando angustiada. Me acuerdo que ahí mismo nos llevaron a otra salita y nos dijeron que la Trini había fallecido.

Creo que fui una de las primeras que entró a despedirse. Le tomé su mano calentita y le hablé. Cuando salí, todos los que estaban esperando afuera, que no eran pocos porque había mucha gente del colegio, me vieron llorar y supieron la noticia. Todavía me acuerdo del sonido de todos gritando de pena. Yo me fui a encerrar a un baño con mi mamá y mi hermana. Me desarmé en sus brazos.

Escribí, con la ayuda de mis primos y hermanos, una carta preciosa para despedirla. Me preocupé siempre de estar en contacto con su familia hasta el día de hoy, incluso su mamá va con nosotros a Vichuquén todos los años.

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Denise

Crédito: Javiera Gandarillas[/caption]

Para homenajearla en mi corbatín de colegio llevaba siempre una foto de la Trini. También llené mi pieza de imágenes de ella. Cuando tenía pena, leía todas las conversaciones que tuvimos una y otra vez. La lloré cada día de mi vida por muchos años.

Viví mucho tiempo en piloto automático hasta el 2015, donde tuve un doble golpe. En agosto de ese año el hermano menor de la Trini, Cristóbal, tuvo la misma enfermedad. Estuve presente en su campaña, pero era muy fuerte para todos tener que pasar del "Dale vida a Trini" a "Dale vida a Cris". Dos meses después, la Pauline, mi hermana menor que entonces tenía 13 años, murió.

Ella era el pilar que unía a la familia, la persona más cariñosa del mundo, la niña que cuando nació fue un milagro porque tenía hidrocefalia. También a los dos años se cayó a la piscina y fue diagnosticada con epilepsia. Todos vivíamos preocupados de ella, de sus remedios, de su cabecita, de que estuviera bien. Lo más complicado era cuando convulsionaba porque terminaba en la clínica, pero nunca hubo una situación de riesgo vital.

Yo todavía vivía con mis papás y me acuerdo que la noche antes de que ocurriera todo, fui a hablar con ellos. Y ahí estaba la Pauline, feliz porque al otro día tenía jeans day en el colegio. Ese día me dio un abrazo apretado de buenas noches. Como todas las mañanas, mi mamá la fue a despertar pero no la encontró hasta que llegó al living y la Pauline estaba en un sillón. Eran las seis de la mañana y escuché gritos. Pensé que mi hermana estaba convulsionando, pero no reaccionaba.

"No sé cómo explicar lo que sentí cuando me dijeron que mi hermana murió. La pena era tan grande que de verdad sentí que mi corazón se me partía en trizas".

La llevamos rápido a la clínica, donde la revivieron. "Está estable dentro de todo", nos dijeron. Rápido fuimos a la casa a sacarnos los pijamas y a buscar ropa, y en eso llamaron a mis papás. Mi hermana había tenido muchos infartos. Cuando volvimos no había nada que hacer. Entramos a su box y nos dijeron que teníamos que despedirnos: estaba con muerte cerebral. Mi mamá pensó que los órganos de mi hermana podían dárselos a Cris –que finalmente encontró donante y ahora está muy bien-, pero no estaban en condiciones para ser donados. Fue terrible.

No sé cómo explicar lo que sentí cuando me dijeron que mi hermana murió. La pena era tan grande que de verdad sentí que mi corazón se me partía en trizas. Pensaba en mis papás, en cómo contener a mi hermano. También en mis hermanas, sobre todo en una que era como su madre y que estaba en Australia.

A la Pauline le hicimos un velorio de noche y muy bonito.

Hoy siento que perdí la noción del tiempo. Para mí todo esto fue ayer. Puedo, obviamente, contar esto sin derrumbarme, pero la intensidad del dolor es el mismo. No sé si hay un duelo más sano que el otro, pero creo que la muerte de mi hermana no la he vivido de la mejor forma. No la he llorado bien y no me he podido sentir tranquila con lo que le pasó a Pauline como sí me siento con el duelo de la Trini. Debe ser porque no hubo un proceso, no fue esperado, no entiendo todavía cómo de un minuto a otro pasó esto.

La muerte me sigue tocando la puerta. En 2019 se volcó un bus que iba hacia Osorno y murió una partner que me hice en un taller de teatro que había tomado. Esa noche, antes de que tomara el bus, nos despedimos con un abrazo y le deseé suerte en una conversación importante que iba a tener con sus papás. Una conversa que no fue.

Me da mucho miedo que se me vuelva a morir alguien, sobre todo porque tengo el duelo de mi hermana ahí. Todavía es demasiado duro recordarla, es tocar la llaga profundamente y eso me da demasiada pena, porque no puedo pensarla mucho, porque sé que es algo que me saca de mis casillas. En estos años me apoyé mucho en la hermana de la Trini, que es tres años menor que yo, y que pasamos por una experiencia parecida. Bueno, somos como hermanas. Eso también fue sanador respecto a la pérdida de mi mejor amiga.

Estudié diseño y me titulé en 2019. Mi proyecto de título lo hice en base a un proyecto de talleres de bordado para familias que habían perdido a un integrante de cero a dieciocho años. En ese programa habían participado miembros de la familia de la Trini y mi mamá. Quise hacer lo mismo, pero con la Pauline. Bordamos un dibujo de ella. Integré a mis papás y para eso tuve que leer mucho sobre el duelo. Eso me ayudó a entender que no se vive de una sola manera y no tengo que sentirme mal por no poder llorar a la Pauline como quisiera. El 2019 fue el año más sanador con respecto a mi dolor.

Todos los días me despierto y pienso qué está pasando en mi vida y qué me pasó. He hablado menos de lo que quisiera de esto, porque a la gente le da nervio preguntar cosas. Ojalá no sea porque me miran con pena, porque no me gustaría que me hicieran sentir distinta, aunque obviamente que los que hemos perdido a alguien tenemos diferentes formas de ver la vida y las relaciones. Mi manera de vivirla es hacerlo como la Pauline: amando intensamente aunque a veces no recibas nada a cambio. Así la recuerdo y así trato de ser yo.

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