La hazaña del chileno Julio Soto, el exatleta paralímpico que subió al volcán más alto del mundo
Tras una expedición que duró diez días para “aclimatarse” a Ojos del Salado, el deportista logró llegar al cráter sin prótesis en su pierna izquierda y apoyado por sus dos bastones. “Es lo más difícil que he hecho hasta el momento”, dice en entrevista con La Tercera
Julio Soto (34) dice ser un convencido de que la mente puede mucho más que el cuerpo. El exesquiador paralímpico, que representó a Chile en los Juegos Paralímpicos de Invierno de Corea del Sur 2018, perdió su pierna izquierda a sus nueve años producto de un cáncer, pero eso nunca fue un obstáculo para su espíritu aventurero y deportivo.
A través de la iniciativa Montaña Sin Límites, impulsada por la Fundación Niño y Cáncer, el andinista se ha propuesto llegar a algunas de las cumbres más altas de Chile para inspirar a personas con discapacidad. Y hasta ahora lo está logrando: el pasado 10 de diciembre hizo historia al ascender al cráter de Ojos del Salado, que con sus 6.893 metros, es el volcán más alto del mundo.
El desafío lo hizo sin prótesis y con la ayuda de sus dos bastones adaptados. Lo acompañaba el guía de montaña Alejandro Calvo.
“Si yo me imagino una montaña sin límites, las personas que son testigos de este proyecto también pueden hacer lo mismo. Lo que tienen que hacer es pensar cuál es su montaña, aquella que se ve tan lejos y tan inalcanzable”, cuenta Soto en entrevista con La Tercera.
La operación Ojos del Salado
El exatleta, quien es oriundo de Carelmapu, una pequeña localidad costera ubicada a 85 kilómetros de Puerto Montt, ha pasado el último año preparándose intensamente en el gimnasio y subiendo diferentes cerros del país para su ambiciosa travesía.
En su historial reciente está haber llegado al Cerro Pintor (4.180 metros), una montaña que se ubica en los Andes centrales, y el Cerro El Plomo, (5.424 metros) considerado el de mayor altitud de Santiago.
Esos ascensos fueron la antesala para otros retos mayores: el volcán Ojos del Salado, ubicado en la región de Atacama, y próximamente el Aconcagua (6.960 metros), la cumbre más alta de América.
“Siempre vamos aumentando en tecnicismo y en altitud. La montaña es difícil para todos, creo que el acondicionamiento físico es primordial ya sea si tienes una o dos extremidades”, describe Soto, quien tras retirarse del team nacional de esquí paralímpico en 2019, se dedica a ser traumatólogo.
La misión de Ojos del Salado no era sencilla de llevar a cabo, y de hecho, requirió de la ayuda de la Escuela de Montaña del Ejército de Chile, que colaboró con la planificación de las rutas, la instrucción de montaña y logística.
“Durante 10 días hicimos esta expedición para aclimatarnos. Lo que hicimos fue dormir en refugios a diferentes altitudes, para que cuando estemos cerca de la cumbre, es decir cuando estemos en el último día, la altitud no nos perjudique y ya estemos aclimatados a ella”, cuenta Soto.
Como en otras aventuras, el desafío implicaba ascender sin la prótesis y solo usar sus bastones, que son diseñados por Ortopedia Nacional. “Cuando estoy en la vida cotidiana uso mi prótesis, pero generalmente al hacer deporte me la saco”, comenta.
Cómo fue llegar al cráter de Ojos del Salado
A eso de las 1 de la mañana del martes 10 de diciembre, Soto y su equipo comenzaron a ascender hacia el último tramo de Ojos del Salado.
El exatleta recuerda con claridad que “los últimos 200 metros de nivel fueron muy duros”, porque es en ese momento donde la altura se vuelve más notoria. Por cada tres pasos que daba, tenía que hacer una pausa para descansar.
“Uno queda somnoliento, sin fuerzas, con fatiga e incluso con inapetencia. Así que es lo más difícil que he hecho hasta el momento”, argumenta.
Después de diez horas de haber iniciado el ascenso, Soto logró la impresionante hazaña de alcanzar el cráter del volcán más alto del planeta, sumando un hito para el andinismo nacional. Lo primero en lo que pensó fue en su familia, sus deseos de visibilizar a las personas con discapacidad y motivarlas a que hagan actividad física.
“Nadie puede imaginarse lo que es caminar a 6.800 metros de altura. Es tremendo. Ahí te das cuenta que la mente puede mucho más que el cuerpo”, señala.
A pesar de que Soto se siente “tranquilo” porque cumplió su objetivo de escalar el volcán chileno, sus deseos de seguir conquistando otras montañas aún no han terminado.
Y es que aún tiene pendiente la etapa más compleja de Montaña sin Límites: ascender al Aconcagua en enero del próximo año, que también hará acompañado de Calvo. “Tengo que confiar 100% en él y él en mí. Es un gran compañero, un gran amigo y sin duda vamos a llegar al Aconcagua”, dice el deportista.
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