Marcelo Mena y la COP25: “Dejaron abandonada a la ministra Schmidt”
El exministro de Medio Ambiente, que renunció a su trabajo en el Banco Mundial y regresa a Chile luego de dos años, dice que la actual titular de esa cartera debió tener más apoyo en la cumbre climática de diciembre pasado, especialmente de Cancillería. Mena quiere influir en la discusión climática en el país, y asegura que la inversión en mitigación y en adaptación es más rentable que ignorar los riesgos. Además, repasa su derrota más dura como ministro de Bachelet.
Marcelo Mena viste una polera azul donde se lee la consigna “Put a price on carbon”, una iniciativa mundial que busca fijar el precio al carbono, principal causante del cambio climático. El exministro de Medio Ambiente de Michelle Bachelet está sentado en un Starbucks al que llegó en su bicicleta pistera, con un café al que no le puso la tapa plástica. Apenas hace un día, Mena y su familia se bajaron del avión que los trajo de regreso a Chile, luego de renunciar al Banco Mundial, donde fue asesor en temas climáticos de la exdirectora de esa entidad, la búlgara Kristalina Georgieva, quien ahora encabeza el FMI. Tras dos años en Washington, Mena está de vuelta: “Quiero incidir más en los cambios que requiere Chile”, dice.
Pese a que acaba de llegar, Mena no incrementará la tasa de desempleo. Ya tiene un acuerdo para, dice él, cumplir un sueño: ser académico de la UC de Valparaíso, la casa de estudios donde se tituló de ingeniero civil bioquímico, y donde su padre, Jaime Mena, un destacado matemático, imparte clases hace más de 40 años. También se integrará al directorio de Fundación MERI, el brazo científico y ecológico que creó Francisca Cortés Solari, nieta de los fundadores de Falabella. Y, además, está escribiendo un libro donde contará pasajes de su experiencia como ministro de Medio Ambiente de un país que se financia, en gran medida, con la extracción de sus recursos naturales.
Mena asegura que en esta pasada no piensa en un cargo político. “No me interesa la política, porque cuando se politiza la discusión climática y se deja de ver como un tema de Estado, pierde el apoyo que requiere. Por ejemplo, la gestión de residuos, que en Chile es bien paupérrima, tiene relación con cómo se financian las municipalidades, pero ¿por qué tiene que ser una cuestión política? Lo mismo la gestión del agua. Uno puede avanzar mucho más cuando se basa en argumentos técnicos”.
Luego agrega: “Lo bueno es que en Chile hay un consenso de gobierno a gobierno de que la acción climática es importante y, por lo tanto, no nos podemos dar el lujo de que no se avance de un gobierno a otro. Por eso apoyé públicamente a la ministra Cubillos en su minuto y luego a la ministra Schmidt. Eso no quita que haya discrepancias de cómo se han hecho las cosas”.
-¿Por qué guardó silencio sobre la COP25 y el desempeño de la ministra Schmidt?
-Porque tengo la empatía con el cargo y como funcionario del Banco Mundial, tampoco podía criticar abiertamente. Pero si me preguntas, el problema fue no escuchar a los aliados. Chile era parte de un grupo de países progresistas de Latinoamérica que se llama AILAC, y desde el comienzo no los ocupamos como apoyo y articulamos acuerdos con los negacionistas, como Brasil, Australia y Estados Unidos, donde tenías ministros que celebraron la COP con un asado, como en el caso de Brasil. Considero absurdo el negacionismo climático de Estados Unidos, un país que aumentó casi en un 30% su inversión en energías renovables el último año, pero hoy tiene una posición ideológica que pretende frenar eso con fines electorales.
La ministra Schmidt es una excelente profesional que ha tenido una carrera destacada, pero no en medioambiente y, por lo tanto, uno habría esperado un mejor apoyo de los equipos de negociación.
-¿Considera a Trump un peligro para el planeta?
-Sí, es un peligro y solamente su falta de rigor ha impedido que avance. Según la jurisprudencia norteamericana, para derogar una normativa, como la Clean Power Plan (Plan Energía Limpia), de Obama, tienes que demostrar que el cambio climático no reviste daño a la salud y eso no lo han podido hacer. Es una posición ideológica que va en contra de la evidencia.
-Volviendo a la COP, ¿cómo evalúa a la ministra Schmidt?
-La ministra Schmidt es una excelente profesional que ha tenido una carrera destacada, pero no en ámbito medioambiental y, por lo tanto, uno habría esperado un mejor apoyo de los equipos técnicos de negociación.
-¿De quiénes, específicamente?
-De la Cancillería, en particular, porque me da la impresión de que no le informaron cómo iba el avance de las negociaciones. También hubo titubeos al no querer sacar al pizarrón a Estados Unidos, lo que le corresponde al Minrel. Sí creo que un ministro de Medio Ambiente tiene que negociar como si no hubiera un mañana, donde quemar las naves es fundamental y no es necesario cuidar las relaciones mirando el futuro, porque lo que importa es llegar a un acuerdo en ese momento.
-¿Cree que no se le tomó el peso a la COP?
-Creo que se perdió la oportunidad de hacer grandes anuncios y el hecho de que la figura presidencial estuviera tan debilitada no permitió que llamara por teléfono a otro presidente para pedirle una posición más blanda. Simplemente no lo iban a pescar. Piñera pudo decirle a Trump: “Anuncien que se van a salir del Acuerdo de París después de la COP, para qué me la vas a arruinar”, o a Brasil y Australia: “Mantengamos la racionalidad sobre el Artículo 6”. Esas cosas, que se manejan a un nivel más alto, no ocurrieron y difícilmente se puede llegar a acuerdos ambiciosos sólo entre ministros de Medio Ambiente.
-Después de la COP, desde Cancillería comentaron que habían recomendado a Presidencia no ser la sede del encuentro. ¿Cree que pretendía desligarse de la responsabilidad tras el resultado?
-Sí, pero cuando uno ya está embarcado en algo se tiene que seguir avanzando. Estoy seguro de que el apoyo de la Cancillería a la APEC fue mucho mayor que a la COP. Intentaron desligarse y dejaron abandonada a la ministra Schmidt. Eso no quita que ella haya logrado avanzar, aunque no al nivel que se esperaba. Pero simplemente no correspondía ese tipo de desinterés, porque lo que ocurrió afecta la imagen del país.
-¿Fue una derrota la COP25?
-Que la COP no fuera en Chile ya le quitó mucho peso. También influyó el hecho de tener una figura presidencial debilitada y de creerse más de lo que se es, porque Chile tiene un compromiso climático ambicioso, pero que debe tener una consecución en el corto plazo, con un aumento del gasto ahora. Si tú dices que vas a ser ambicioso, no puedes hacer un plan de cierre de termoeléctricas a la medida de las empresas o no puedes hacer una reforma tributaria sin ajustar el impuesto verde, como lo señala la OCDE o mi antigua jefa del Banco Mundial, quien recomienda que esté en torno a 75 dólares la tonelada emitida de CO2. No puedes ser incoherente de esa forma. En el tema de las pensiones: en el mundo se está discutiendo que las inversiones tengan criterios de riesgo climático, entonces una reforma de pensiones moderna debería contemplar ese tipo de discusiones.
-BlackRock, la mayor gestora de fondos de inversión del mundo, planteó hace unos días que el cambio climático debe estar incorporado en los planes de las empresas. ¿Cómo llega ese mensaje en el plano local?
-Yo trabajé muy bien con el ministro Felipe Larraín cuando creamos la coalición de ministros de finanzas para la acción climática en el Banco Mundial. Ambos teníamos la percepción de que el sector financiero debía incorporar riesgos climáticos, porque cuando Chile rompió los récords de energía renovable más barata durante el gobierno de Bachelet nuestros fondos de pensiones igual bajaron, porque teníamos nuestra plata en el frente de los incumbentes. Si quiero que a mis pensiones les vaya bien, no puedo tener mis inversiones en empresas de petróleo, en un portafolio donde esté metido el carbón, o en lugares riesgosos expuestos al cambio climático. Por eso es importante que el sector financiero premie la resiliencia. Eso tiene que ver con visibilizar el riesgo, y lo que hace BlackRock va en la dirección correcta. Está demostrado que la inversión en mitigación y en adaptación, en el largo plazo, es mucho más rentable que ignorar los riesgos del cambio climático.
-¿Qué ocurre en la práctica?
-Mark Carney, gobernador del Banco Central del Reino Unido, dice que tenemos la tragedia del horizonte: vamos en un bus que va a 100 km/h y no estamos viendo que hay un muro con el que vamos a chocar. Podemos hacer el negocio a corto plazo, pero nuestros hijos van a ir en ese bus en 50 años. Si queremos ser coherentes y decir que somos preocupados por ellos, tenemos que tomar las medidas hoy y no esperar que ellos las tomen.
-¿Quién avanza más rápido, las empresas o los estados?
-Yvon Chouinard, el CEO de Patagonia, que muchas veces es bien oscuro en su visión, me decía que los gobiernos siempre están afectados por intereses económicos y por eso la única forma de transformar al mundo es desde el sector privado. Trabajando en el gobierno me di cuenta de que sí se podían hacer muchas cosas. Si le ponemos el precio al riesgo climático para invertir en adaptación y premiamos proyectos resilientes, y le ponemos precio a la contaminación para que la mitigación compita con la cancha nivelada, vamos a lograr avanzar, independientemente de la posición del gobierno de turno.
Los incumbentes
Marcelo Mena -casado, tres hijos, cumple 45 años a fines de marzo- tiene un perfil más científico y técnico que político. Es doctor en Ingeniería Ambiental de la Universidad de Iowa y tiene publicaciones en revistas científicas como Science o Nature. Cuando comenzó el segundo gobierno de Michelle Bachelet fue nombrado subsecretario de Medio Ambiente, y en marzo de 2017 asumió como ministro, luego de la salida de Pablo Badenier.
-¿Pudo hacer más cuando fue ministro?
-Paradojalmente se dio que hacer más que nunca resultó insuficiente. Hicimos más áreas marinas protegidas, la ley que prohíbe el uso de bolsas plásticas, el impuesto verde, que son hitos en Latinoamérica, sin embargo, fue poco. Me faltó avanzar en el tema del agua, cuya la responsabilidad está disgregada en varios ministerios. Un problema de la institucionalidad ambiental es que muchas veces están sentados en la mesa los incumbentes, que se oponen a las normativas en las que uno quiere avanzar. Eso pasó con la norma de dióxido de azufre en la zona de Puchuncaví. Codelco y los ministerios de Hacienda y Economía se oponían a la norma exigente. ¿Eso evitaba que los niños se intoxicaran? No, porque había una realidad. Pero la ausencia total de normativa causaba los efectos que ahora vemos.
Insisto, ese es el problema de la institucionalidad: en la mesa están sentados los incumbentes y son los que frenan los grandes cambios que requiere el país.
-¿El Ministerio de Medio Ambiente sigue siendo el hermano menor?
-Sí, ese es el problema de la institucionalidad ambiental. Por eso yo creo que el Comité de Ministros no debería existir. En el momento en que tú te sientas en la mesa están los ministerios de Hacienda, Minería, Economía, Agricultura, Energía, y entras perdiendo 5 a 1 por definición. ¿Y por qué tienen que pronunciarse por aspectos técnicos? Si hubiera una institucionalidad ambiental que confíe en el Ministerio del Medio Ambiente tendrías trámites mucho más rápidos. Por eso es importante la reforma al SEIA.
-Uno de los temas clave de esa reforma es la participación ciudadana. ¿Qué opina?
-Acá le tenemos miedo a conversar con la gente. Yo quise que hubiera participación ciudadana incluso en los proyectos inmobiliarios. Hubo incomodidad de Hacienda y de la Cámara Chilena de la Construcción, pero cuando tú no les consultas a los vecinos, ellos recurren a la última instancia que les queda, que es la judicialización. Es mucho mejor discutir y hacerse cargo que acortar camino.
-En el caso de Mina Invierno, ¿cómo se explica la posición del gobierno?
-Según la Ley 19.880, que establece bases de los Procedimientos Administrativos, uno tiene que mostrar imparcialidad y dejar las opiniones personales. Un ministro no puede ser promotor de un proyecto o de una empresa, es muy malo que haya habido apoyos abiertos a un proyecto, es una falta a la probidad. Yo tengo una historia con Mina Invierno. Visité la instalación y me dijeron que no se usarían las tronaduras y que habría reforestación, y si bien ese proyecto me revolvía la guata, lo veía como un intento por hacer mejor las cosas. Entonces escribí una columna con el título “Isla Riesco, el mal menor”, y los ambientalistas me destruyeron… por años. En el momento que Mina Invierno dice que en realidad sí haría tronaduras, me sentí estafado. Hoy, un país que quiere descarbonizarse no puede tener producción de carbón en la Patagonia. Es absurdo.
-En el gobierno de Bachelet, la Contraloría rechazó el Plan de Descontaminación para Quintero y Puchuncaví, porque “no se traducía en una efectiva reducción de los contaminantes”. ¿Por qué aceptó usted un plan deficiente?
-El plan de descontaminación está diseñado para material particulado 10 y 2,5, y no hay un problema de esa naturaleza en Puchuncaví, el inconveniente está en lo que no está regulado. Yo hice un estudio el año 2010 y recomendé incorporar la norma horaria de dióxido de azufre. Soy una de las personas a las que más le interesaba esa norma, lo estudié como académico y le planteé a la comunidad que era relevante. Y cuando se rechazó, pensé en renunciar, porque era de las luchas que más me importaban y no fui capaz de ganar.
-¿Con quién perdió?
-Yo era subsecretario no más, pero perdí con Minería, Hacienda y Economía. Después me tocó ser ministro y pude avanzar en otros ámbitos, sacamos la Red de Parques de la Patagonia, tuvimos tremendos problemas para sacar las áreas marinas protegidas de Juan Fernández y Cabo de Hornos por los intereses pesqueros. Por suerte hoy está vigente la norma de dióxido de azufre.
-¿Fue su peor derrota?
-Fue la que más me dolió. Mi forma de poder resarcir eso fue evitar que existiera una nueva zona de sacrificio con el rechazo a la Minera Dominga y con el plan de cierre de termoeléctricas que hicimos con el exministro de Energía Andrés Rebolledo. Pero hay que aclarar que la razón por la cual la gente de Quintero y Puchuncaví se intoxicó en agosto de 2018 no tiene nada que ver con los objetivos del plan de descontaminación, sino con permisos ambientales que no han sido revisados por mucho tiempo y con contaminantes no regulados, como compuestos de hidrocarburos y otros gases (...) Yo traté de ser un ministro derechamente ambientalista. Cuando me hicieron la funa en Huasco, me decían ¿por qué no cierran Pascual Lama? Cerramos Pascua Lama. ¿Por qué no tapan los trenes que esparcen polvo tóxico por Huasco? El plan de descontaminación de Huasco contiene eso. ¿Por qué no limpian la chimenea de CAP? Nos hicimos cargo. Con la mano en el corazón, en gran parte de la zona avanzamos.
-¿Qué le diría a la gente de Puchuncaví?
-Yo soy de la zona, crecí con la chimenea de la fundición Ventanas en el horizonte. Lo que corresponde es que esa fundición se cierre, pero no le puedes pedir a un Ministerio de Medio Ambiente que una normativa resuelva lo que los ministerios de Hacienda, Economía y Minería no han querido resolver. Insisto, ese es el problema de la institucionalidad: en la mesa están sentados los incumbentes y son los que frenan los grandes cambios que requiere el país.
-Días antes de terminar el gobierno de Bachelet, el Consejo de Ministros aprobó la creación de un área marina costera en el archipiélago de Humboldt, pero no determinó su extensión. ¿Por qué no la concretó?
-No llegamos a acuerdo con el Ministerio de Economía, con Rodríguez Grossi. Ya habíamos celebrado llegar al millón de kilómetros cuadrados de áreas protegidas, más los 45 mil km de parques nacionales. Surgió la idea de hacer esta área protegida en La Higuera, que era sepultar Dominga. Se aprobó en el Consejo de Ministros, ese acuerdo existe y no hay nada que impida que esa área se cree, al contrario, si vas a ir por el mundo hablando de la COP azul y la protección del océano, lo coherente es seguir con eso. Es más, si hay un proyecto minero portuario, es mucho mejor tener claro dónde se protege y dónde no. Pero esa vez no pude llegar a ese acuerdo y nadie quería ser padre de un área marina insuficiente que le diera la posibilidad de existir a Dominga. Yo creo que ese proyecto está más muerto que nunca.
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