Microcasas: la apuesta de 18 metros cuadrados del gobierno brasileño para las personas sin hogar

En una de las arterias más transitadas de São Paulo —bautizada por los locatarios como el minhocão— cientos de familias sin hogar comenzaron a asentarse con carpas. La post pandemia y el alza de los arriendos las habría obligado a dejar sus casas y la única opción fue quedarse en esa avenida, donde recibían mantas de la municipalidad para protegerse del invierno.

Sin embargo, ahora, el gobierno brasileño ideó una nueva alternativa para solucionar esta crisis: microcasas, parecidas a contenedores de barcos de carga, que miden 18 metros cuadrados y que, aunque son pequeñas, son un espacio más seguro que la calle y cuentan con las necesidades básicas para ayudar a quienes no tienen un techo sobre sus cabezas.

Según las autoridades de Sao Paulo, unas 34.000 personas están durmiendo a la intemperie en las calles de la ciudad. Los comedores de beneficencia y los refugios no dan abasto, por lo que la nueva solución temporal de Brasil son las aldeas de microcasas.

La primera ya se construyó en el vecindario de Canindé, donde está una de las favelas originales de Sao Paulo, y alberga a 20 familias. Además, en medio, construyeron un parque infantil para darle una sensación de comunidad.

Pero el objetivo es lograr construir 1.000 casas en distintos puntos de la ciudad hasta fin de año, para poder albergar al menos a 4.000 personas.

“Es una manera de cuidar del pueblo basada en el reconocido concepto internacional Housing First (Vivienda Primero), ofreciendo vivienda como el primer paso para ayudarles a volver a levantar cabeza”, explicó a BBC Carlos Bezerra Junior, secretario de bienestar del Ayuntamiento de la Ciudad de Sao Paulo y encargado del proyecto.

El medio también pudo conocer a una familia beneficiaria de una microcasa, quien enseñó cómo viven sus cuatro miembros en una de estas casitas de 18 metros cuadrados, después de haberlo perdido todo tras la pandemia de Covid-19.

En el espacio, cuentan con una cama doble que comparten Daniela (30) y Rafael (32) y su hija Sofía (4). En la pared opuesta, yace la cuna de Henri, su bebé de tres meses.

En la esquina, hay una estufa pequeña, un lavaplatos y un refrigerador. Al lado, cuentan con un pequeño baño.

“Este es un lugar desde donde intentamos volver a vivir en sociedad, de ser humanos otra vez. Simplemente queremos una vida normal. Tantos empleadores creen que las personas que viven en un refugio son malas”, relató Rafael.

Sin embargo, para muchos expertos, las microcasas no son una solución perfecta ni permanente, pues la concentración de casas pequeñas agrupadas pueden dar lugar a la formación de guetos.

Además, apuntan a que no se está haciendo un uso eficiente de las estructuras y que si bien son gratis para las primeras familias ocupantes, para las segundas o terceras no lo serán, pues los mismos beneficiarios comenzarán a ponerlas en arriendo.