Nexos con la mafia y una investigación abierta: el caso de tres niños abandonados en una estación de trenes
Tres hermanos de 2, 4 y 5 años fueron desamparados a su suerte en una estación ferroviaria. A medida que crecieron, se embarcaron en una búsqueda para hallar a sus padres biológicos, pero lo que encontraron los sorprendió más de lo que esperaban. Autos de lujo, el disparo de un francotirador a un reo, un niño apuntando a otro con una pistola real y una golpiza en un restaurante fueron solo algunas de las situaciones que aparecieron en la investigación. Hoy ya tienen algunas certezas, pero el caso sigue en desarrollo.
El 22 de abril de 1984, un Mercedes-Benz blanco aparcó en las cercanías de la Estación de Francia, una central ferroviaria construida en Barcelona, España, en 1848.
Cuando se abrieron las puertas del lujoso vehículo, un francés llamado Denis se bajó con tres niños que vestían prendas de costosas marcas y que eran hijos de un amigo suyo. Sus nombres: Elvira (2), Ricard (4) y Ramón (5).
El hombre y los pequeños, quienes aparentaban llevar un estilo de vida acomodado, caminaron hacia el vestíbulo de la estación de ferrocarriles, en la cual los pasajeros se movían con apuro para alcanzar un tren y llegar a sus destinos.
Una vez ahí, les dijo: “Iré a comprar unos dulces y regreso. Espérenme acá”.
Los niños asintieron y siguieron sus instrucciones.
Pero a medida que las manillas del reloj giraban y los transeúntes se movían con mayor velocidad de un lugar hacia otro, notaron que Denis no iba a volver.
Elvira —con solo dos años— rompió en llanto y sus lágrimas se esparcieron por el reluciente piso de mármol, lo que atrajo las miradas de los presentes.
Un empleado del lugar se acercó a los tres hermanos para consultarles si se habían perdido. El mayor de ellos, Ramón, quien hablaba francés y español, le explicó que el amigo de su papá había ido a buscar golosinas, pero que nunca regresó.
Tras escucharlo, el trabajador llamó a la policía. Y cuando los agentes les preguntaron cómo se llamaban sus padres, no supieron responder. ¿Cuáles eran sus apellidos? no lo sabían. ¿Dónde vivían? Tampoco.
Lo único que pudieron asegurar, era que recientemente habían estado en París, Francia.
De un momento a otro —como si se tratase de un viaje instantáneo en el tiempo— estaban perdidos, en una fría estación de ferrocarriles y ante desconocidos que les planteaban dudas sobre sus vidas.
Los agentes esperaron a que algún familiar o conocido recurriera a algún cuartel para notificar su desaparición, pero nunca ocurrió.
Frente a este escenario, los llevaron esa noche a un orfanato de la ciudad de manera momentánea.
Ahí estuvieron tres días, hasta que —por la ausencia de nuevos antecedentes— fueron trasladados a una residencia para niños en situación de vulnerabilidad. Al mismo tiempo, las autoridades buscaban el origen de los tres pequeños, pero la información era nula más allá de lo que había dicho Ramón.
Según explicó uno de los peritos en un informe revisado por The Guardian, se presumió que los niños pasaron por “un bloqueo psicológico” por el impacto de su situación, mientras que su caso se hizo cada vez más conocido entre las policías europeas, sin presentar nuevos hallazgos.
¿Quienes eran sus padres? ¿Por qué los abandonaron?
Esas eran solo algunas de las preguntas que quedaron plasmadas en la memoria de los tres hermanos hasta su adultez, por lo que decidieron tomar cartas en el asunto e investigar las respuestas por su cuenta.
Lo que encontraron años más tarde los sorprendió más de lo esperado.
El misterio de los tres niños abandonados en la estación de trenes
Elvira, Ricard y Ramón permanecieron en la residencia de acogida por varias semanas, hasta que en mayo, una psicopedagoga llamada Marisa Manera se enteró de su situación tras ver un afiche, con fotografías que retrataban sus inocentes miradas.
No pudo evitar compadecerse, por lo que ella y su esposo, el profesor Lluís Moral, se acercaron a los responsables para solicitar cuidarlos por un tiempo. Ellos aceptaron. Después de todo, no era la primera vez que recibían a menores en su hogar.
Ya en junio, los cinco vivían juntos en un departamento de Barcelona y empezaron a formar una relación cercana que se mantendría por toda su vida.
De hecho, ese verano los llevaron de vacaciones al Río Ebro, ubicado a cuatro horas en auto de dicha ciudad, en donde los niños recordaron nuevas aristas sobre su pasado.
“¡Mira, el coche de papá!”, dijo Elvira al ver un Mercedes-Benz blanco como el que manejaba Denis el día en que fueron abandonados. Y si bien, el vehículo no era exactamente el mismo, aquel comentario vino con nuevas pistas sobre sus padres biológicos.
Además de ese, dijeron que tenían un Porsche negro y un Jaguar verde, es decir, modelos que pueden catalogarse dentro de una categoría “de lujo”.
Las pistas eran evidentes: definitivamente venían de una familia con una buena situación económica. Asimismo, eran muy pequeños como para inventar historias de carros con ese nivel de detalle.
Pero aquello no era suficiente para sacar conclusiones.
En 1986, Manera y Moral adoptaron formalmente a los hermanos, una acción que según contó Elvira recientemente a The Guardian, se tradujo en que “consiguieron la familia de tres hijos que siempre habían deseado”. Por su parte, ellos se ganaron “la lotería” al ser acogidos por ellos.
A pesar de que los jóvenes tuvieron una infancia fructífera bajo la tutela del matrimonio, las dudas en torno a su historia siguieron latentes y sumando nuevos recuerdos, tales como viajes a Suiza o Bélgica con sus padres biológicos y la borrosa figura de una señora que los retaba si no terminaban de tomar su leche, además de otros aún más reveladores e, incluso, asociados con armas
Esos últimos llegaron años después.
En búsqueda de un árbol genealógico
Pese a que Elvira pasó la mayor parte de su vida con esas dudas en su interior, no se dedicó a investigar más allá sobre el abandono de la Estación de Francia.
En cambio, prefirió seguir los pasos de Moral —quien murió cuando ella tenía 18 años— como profesora de niños con necesidades educativas especiales y en 2014 tuvo un hijo con su pareja, un diseñador de anteojos llamado Marco.
Todo iba por buen camino, pero el embarazo trajo consigo nuevos cuestionamientos, tales como si tenía alguna enfermedad hereditaria que pudiese afectar al bebé.
Ya cuando nació y tuvo al pequeño en sus brazos, no pudo evitar preguntarse cómo alguien podría abandonar a su suerte a una criatura tan bella e inocente.
Aquello se intensificó aún más cuando tuvieron a su segundo infante en 2017, para luego casarse y comprar un departamento para criarlos.
Si la unión entre una madre y sus hijos es tan intensa, ¿por qué ella y sus hermanos ni siquiera podían recordar sus nombres?
Esa pregunta fue la gatillante para que a finales de 2020 se hiciera un test de ADN de MyHeritage, un servicio que ofrece la posibilidad de indagar en tu árbol genealógico a través de una inmensa base de datos.
Fue ahí cuando vio que tenía relación con un escaso número de personas en Francia, mientras que la gran mayoría de los lazos se situaban en el sur de España.
Según dijo al citado medio, “fue un shock, porque estábamos convencidos de que éramos franceses”. Aún así, el rastro seguía siendo escaso, ya que el máximo porcentaje que tenía en común con otras personas era apenas de entre 1% y 2%. Y cuando se contactó con ellos, se negaron a conversar o no le dieron información útil.
Pensó que nunca encontraría su verdadero origen, pero no perdió las esperanzas.
La muerte de “El diablo”, un niño armado y una golpiza en un restaurante: los nexos con la mafia
Un día, Marisa Manera, su madre adoptiva, le pidió a Elvira y a Ramón que fueran a verla a su departamento. Según les anticipó, tenía noticias que podían ayudar en la investigación del caso. Ricard no pudo ir, debido a que estaba fuera de la ciudad.
Cuando los dos hermanos llegaron a la junta, ella les mostró unos recortes de un diario de julio de 1984, mismo año en que fueron abandonados en la Estación de Francia el 22 de abril.
En ellos se relataba la historia de un francés llamado Raymond Vaccarizi, un mafioso de Lyon que se mudó a la localidad de L’Escala en Cataluña y que dirigía una red de prostitución antes de ser arrestado por cargos de asesinato.
Aquel sujeto, apodado popularmente como “El diablo” por sus actos extremadamente violentos, había sido recluido en la Cárcel Modelo de Barcelona, en donde había un espacio desde el que los presos podían gritar a las personas que estaban afuera del centro penitenciario.
Así había logrado comunicarse con su esposa, una trabajadora sexual francesa llamada Antoinette. Pero el 14 de julio de 1984, no pudieron terminar su conversación a la distancia.
Cuando Vaccarizi se asomó, un francotirador posicionado en la azotea de un edificio de seis pisos, apretó el gatillo dos veces en dirección a su cabeza.
El resultado: una muerte instantánea a sangre fría que sepultó a uno de los criminales más temidos de la zona. “El diablo” pasó de mantener una imponente figura a convertirse en un cadáver teñido de rojo, con un rostro difícil de reconocer.
Posteriormente, Antoinette desapareció de España.
Manera le explicó a sus hijos adoptivos que había guardado los recortes por una serie de detalles que sugerían que podría haber sido su padre biológico.
Los más destacables eran que Raymond Vaccarizi era francés, gozó de una inminente fortuna mientras cometía los delitos (por lo que tenía poder adquisitivo para comprar autos de lujo), y su nombre de pila, traducido al español, es Ramón.
“Me dejó alucinando”, contó Elvira a The Guardian refiriéndose a dicha teoría, mientras que Marisa destacó que sintieron temor de que la mafia pudiese estar buscándolos.
Pese a que la menor de los tres hermanos consideró esta posibilidad, Ramón enfatizó en que no la creyó factible, debido a que recordaba a su padre con pelo blanco y a que su imagen de él distaba de la tez morena de Vaccarizi.
Sin embargo, había un factor que ambos creían plausible: los vínculos de su padre biológico con el crimen. Y precisamente, no se equivocaron.
Ramón recordó que cuando era niño —antes de ser abandonados— jugó con su hermano Ricard con una pistola real en la casa en la que vivían: lo apuntó y cuando apretó el gatillo, el arma salió con fuerza hacia atrás, para luego lanzar una bala en una fracción de segundo.
Afortunadamente, el tiro no llegó a su objetivo.
“Mi papá se puso furioso”, contó al citado medio, para luego relatar otro recuerdo en el que iban con él en un auto en las cercanías de una playa. Se bajó a un restaurante dejando el motor en marcha y volvió a los pocos minutos con la cara ensangrentada.
Había recibido varios golpes en el interior.
En otra oportunidad, Ricard comentó —aunque con menos detalles— que recuerda un ostentoso departamento en París, haber viajado en el Porsche negro y haber visitado a su padre en un hospital.
“Un día de infarto”
Con estos antecedentes, un amigo de Elvira le sugirió que contara su historia en la emisora catalana RAC-1, por lo que ella se contactó con los productores para evaluar dicha posibilidad.
Ellos aceptaron y el 21 de marzo de 2021, a las 19:00, se transmitió una entrevista grabada que le hicieron.
Al inicio, se arrepintió de dicha movida y pensó que no generaría interés alguno, pero se equivocó, ya que más de 150.000 personas sintonizaron la radio.
Su teléfono no paraba de sonar. Muchos de sus conocidos que no sabían acerca de su situación le ofrecieron ayuda, mientras que además llegó una oleada de voluntarios con las mismas intenciones.
Así crearon una página de Facebook para reunir informaciones en torno al caso, aunque eso no sirvió de mucho, debido a una serie de testimonios falsos o sin argumentos suficientes como para considerarlos.
En medio de ese ajetreado escenario, Elvira se sentía abrumada e insegura en torno a qué camino seguir, hasta que se hizo amiga de Montse Del Río, una médico forense de 51 años que escuchó su historia en la radio y que tenía experiencia en la búsqueda de personas.
Ella fue una pieza clave para tranquilizarla, mientras que otra mujer llamada Carmen Pastor, una criminóloga aficionada con conocimientos de francés, la ayudó a presentar nuevos avances en su investigación.
Llegó a pasar 14 horas diarias estudiando el caso, pero sus esfuerzos dieron resultados.
Tras analizar los resultados del test genético que se había hecho Elvira, Pastor encontró a una mujer con la que tenía tatarabuelos en común, quien le expresó que creía haber escuchado una historia sobre tres niños desaparecidos en su familia.
De esta manera, quedó de preguntar en su círculo para conocer más detalles y luego informárselos. Cumplió con su palabra.
“Creo que hemos encontrado a tu familia”, le dijo Pastor en una primera llamada, para más tarde contactarse con ella nuevamente y afirmarle que recién había hablado con su prima en segundo grado, quien le detalló que “había tres niños desaparecidos y que el mayor se llamaba Ramón”.
También precisó que su papá se llamaba Ramón y que era de Sevilla, y que su mamá era Rosario y había nacido en Madrid.
“Fue un día de infarto para mí, emocionalmente cargado, lleno de nervios”, contó Elvira a The Guardian.
La adrenalina de acercarse a la respuesta del misterio se apoderaba de su cuerpo y de su mente, pero, ¿cómo podía corroborar que lo que decían era cierto?
Esa misma noche, recibió una llamada de una presunta prima llamada Lorena, quien le dijo que había muchos posibles familiares con interés en conocerla.
Bajo esa premisa, le propuso que hicieran una videollamada, una propuesta que Elvira aceptó entre lágrimas por la emoción de que todo pudiese ser cierto. Rápidamente, le pidió a Ramón que se conectara. Ricard no pudo estar, debido a que se había mudado a una localidad rural en la que no usaba habitualmente su celular.
Una vez que entraron a la junta virtual, otra presunta prima llamada Mari les mostró fotos que los dejaron con la boca abierta.
“¡Es la vieja de la leche!”, exclamó Ramón al asociar una imagen con el recuerdo de la señora mayor que vivía en su cabeza. Se trataba de su abuela Inés, quien murió en 2013.
Poco después, vieron fotografías en las que aparecían de bebés, jugando con sus padres y paseando con ellos por playas y parques. También estaba el Jaguar verde, idéntico al que recordaban de su infancia.
No lo podían creer. Después de tantos años con dudas sobre lo que ocurrió ese 22 de abril de 1984 en la Estación de Francia, al fin estaban viendo nuevamente la cara de sus padres, Ramón Martos Sánchez y Rosario Cuetos Cruz, quienes tenían 34 y 35 años cuando los abandonaron en Barcelona.
El estado actual de la investigación
Entusiasmados, Elvira, Ramón y Ricard le preguntaron si tenía detalles del paradero de sus padres biológicos. Pero ella no lo sabía. Y de hecho, tampoco nadie de su círculo.
Lo único concreto era que desaparecieron en 1983.
Con estas dudas en mente, viajaron el fin de semana siguiente a Madrid para conocerlos en persona.
Ahí consiguieron nuevos antecedentes: su padre se dedicaba al robo y en 1978 escapó a Francia con Rosario tras enfrentarse en un tiroteo con la policía española. Según le dijeron, era un hombre carismático, aunque muy involucrado en el crimen a través de actos como el tráfico de joyas y dinero falso, entre otros que implican graves consecuencias ante la ley.
Posteriormente, Elvira encontró unos periódicos antiguos que informaban que había sido detenido en 1973. De la misma manera, Ramón y Ricard recordaron haber encontrado una caja llena de piedras brillantes cuando eran pequeños.
Las declaraciones que reunieron detallaron que sus padres solían tener una comunicación constante con sus familiares, pero aquello se detuvo en mayo de 1983, cuando desaparecieron del mapa con los niños, para luego abandonarlos en la Estación de Francia un año después.
No alertaron a la policía porque creían que podían estar escapando de ellos.
Felisa, una tía de Elvira, contó a The Guardian que por ese periodo se enteró de que Ramón estuvo muy enfermo, lo que coincidía con los recuerdos de los niños de haber estado en un hospital.
También se sugirió —a través de distintos testimonios— que era violento e infiel con Rosario, y que efectivamente los tres hermanos habían nacido en París y no en España. De Denis, el amigo de su papá que hizo la maniobra en el Mercedes-Benz blanco, no se supieron mayores detalles.
En conversación con el citado medio, Elvira reflexionó que —a pesar de la angustia ocasionada por todas las dudas de su pasado— agradece que ella y sus hermanos hayan sido adoptados por Marisa Manera y Lluís Moral.
Descifró que bajo los cuidados de Ramón y Rosario, “habría crecido de otra forma, desarrollando una personalidad y unos valores distintos” a los que atesora actualmente.
Respectó a su mamá biológica, dijo que “todavía me gustaría preguntarle: ¿cómo fue para ti mi nacimiento?”.
Se estima que ella y Ramón, en caso de seguir vivos, tendrían cerca de 70 años.
Y aunque Elvira todavía no sabe mucho acerca de ellos (más allá de sus conflictos con la ley), manifestó que aún ve las fotos en que él sale jugando con ella y sus hermanos. Es ahí cuando piensa: “Un verdadero hijo de pu.. no hace eso, revolcarse en la hierba con los niños”.
“Puedes ser un carterista y una persona maravillosa al mismo tiempo”, agregó esperanzada en su conversación con el citado diario.
Elvira sabe que quedan muchas aristas por resolver en el misterio de su pasado, pero hoy, con una familia y un trabajo estable, prefiere dedicar la mayor parte de su tiempo a vivir el presente.
“Quizá tenga que hacerlo poco a poco, mientras los niños crecen, y lanzarme de lleno después”, sentenció.
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