Veredicto en contra de Rafael Gary
Foto: Sebastián Bletrán Gaete / AgenciaUno

Rafael Garay, la primera fake news criolla


Fotografía tomada el 8 de octubre.

El 21 de septiembre de 2016, mientras iba en un taxi, recibí una llamada telefónica. Una "fuente" me pedía que investigara a Rafael Garay; dijo que tenía antecedentes para creer que no estaba desaparecido, que había arrancado del país porque era parte de una estafa piramidal o algo parecido.

De ser cierto, el dato era una bomba. Esa mañana el tema que se había tomado la pauta informativa era la denuncia por presunta desgracia de Garay, que el abogado Ángel Valencia había presentado ante la policía.

El comentarista económico había desaparecido en Europa. Hasta allí había viajado tras un demoledor diagnóstico de sus médicos: cáncer al cerebro. Recorrió matinales, dio entrevistas y usó las redes sociales a su antojo para hablar de su vida, de su pérdida de memoria y de sensibilidad en sus extremidades, de angustiantes dolores de cabeza. Todo a causa del avance de la enfermedad, la cual -aseguró en una íntima entrevista a Martín Cárcamo- se le había gatillado tras ingresar a la planta nuclear de Fukushima buscando amigos perdidos en el tsunami que azotó a Japón en marzo del 2011. Porque además de su currículo financiero, Garay era sensei en la selección chilena del arte marcial japonés kudo.

Pero Rafael Garay, el ingeniero comercial que se había transformado en el comentarista económico favorito de los matinales, que había sido director del departamento de estudios de Felices y Forrados, candidato a senador por la circunscripción N°12 apoyado por el PRO de ME-O y panelista del programa Buenos días Mercado de Radio El Conquistador... ¡¡¡no tenía cáncer!!! Sí muchas deudas… por eso se había fugado.

Así comenzó a destaparse la primera fake news criolla. Rafael Garay cambió su estatus en Interpol de desaparecido a prófugo, mientras en Concepción y Santiago comenzaban a aparecer las primeras evidencias de que en los últimos años había aprovechado su extensa exposición mediática para embaucar a feligreses y amigos. Algunos le pidieron consejos de inversión, los más ingenuos le pasaron sus ahorros con la esperanza de que se multiplicarían en poco tiempo.

A través de Think & Co, Garay ofrecía -como en otros casos de estafa piramidal- retornos más altos que el mercado. Lo que sus inversionistas no sabían es que esos dividendos eran pagados con la captación de nuevos clientes y no por un manejo brillante de las inversiones, vestir bien, los autos de alta gama y los viajes.

Interpol mediante, los chilenos descubrimos que no agonizaba en una clínica en París, sino que estaba oculto en un pueblo remoto de Rumania. Hasta ahí había llegado escapando con una novia de esa zona y con la cual tenía previsto casarse. Fue precisamente un trámite en el Consulado lo que reveló su paradero.

Allí fue detenido y deportado a Chile para enfrentar la justicia. Aterrizó en medio de una expectación mediática máxima, salió esposado del avión y subió al auto que lo llevó directamente a declarar. Las semanas siguientes nos dimos cuenta de que todo lo que sabíamos de él era falso, tan falso como el Doctorado de Economía y Negocios en la Universidad de Lleida, en España.

El 18 de octubre de este año acabó la teleserie. Ese día fue condenado a 7 años de cárcel efectiva, tras ser declarado culpable por el delito de estafa reiterada en contra de 29 víctimas y por un monto que supera los $1.000 millones. Además, el tribunal le fijó la multa de 21 UTM, lo que equivale a $1.008.336.

Días antes, Garay había hablado: "Los últimos 10 o 15 años he vivido mi vida de manera desastrosa. En mi vida personal, particular, he vivido de mala manera"... Tarde, muy tarde para darse cuenta.

*Editora de Pulso Domingo

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