Susannah Buchan: "Me vine a Chile por el canto de las ballenas"
#CosasDeLaVida : "Muchas veces lloro cuando veo ballenas. Me emociona que hayan evolucionado en este tremendo océano tan dinámico y tan incierto. Son muy cercanas a nosotros: son mamíferos, inteligentes, tienen emociones y, pese a que las llevamos al borde de la extinción, siguen viniendo y siguen cantando", dice la oceanógrafa inglesa. #EspecialMedioambiente
Me crié en tres capitales: Londres, París y Bruselas. Tenía una vida muy urbana, pero en las vacaciones con mis papás y hermanos íbamos a la casa de veraneo de mis abuelos en la costa este de Canadá, que es muy parecida al sur de Chile: bosques, fiordos, aguas muy frías... todo muy patagónico. La bahía de Fundy es uno de los sitios más importantes para la alimentación de ballenas en el mundo y estaba empezando una pequeña industria de avistamiento. Desde muy chica me encantó estar arriba de un bote, salir al mar, y tuve una fascinación por estos animales tan enormes, majestuosos y alucinantes.
A los 10 años vi a una ballena jorobada atrapada en una red de pesca que saltaba para tratar de liberarse. Esa escena me hizo tomar conciencia. Las ballenas son una especie que llevamos al borde de la extinción y yo las tenía ahí, tan cerca. Así nacieron mis ganas de hacer algo por estos animales, de trabajar por su recuperación y su conservación.
Estudié Oceanografía en la Universidad de Southampton; y luego un magíster en la Universidad de St. Andrews, en Escocia. Mi tema era la distribución y el hábitat de los cachalotes: aunque las prospecciones acústicas no eran una técnica muy utilizada, a los cachalotes es más fácil escucharlos que verlos porque pasan mucho tiempo sumergidos y su vocalización es muy fuerte.
En Escocia conocí a Max Bello, un chileno que trabajaba en el Centro Ballena Azul de Valdivia, quien me contó de las ballenas azules en Chile. Entonces fui donde mis papás y les dije: "Me voy a Chile a escuchar a las ballenas". "Dale", me respondieron. Mis papás me vieron toda la vida obsesionada con las ballenas, así que sabían que eso iba a pasar en algún momento; si no era Chile, en otra parte. El 2007 me vine por cinco meses y al año siguiente me radiqué acá.
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Susannah, trabajando en el archipiélago Humboldt, un laboratorio natural para avistar y estudiar a las ballenas. Foto: César Villarroel.[/caption]
Me imaginaba que Chile era un país casi tropical y con aguas cálidas, pero nada que ver. En la Patagonia encontré un paisaje muy parecido a la casa de mis abuelos en Canadá: pescadores, chalecos de lana, frío, ballenas… era todo muy familiar.
Las preguntas que quería responder eran ¿qué están cantando las ballenas de la Patagonia?, ¿qué dialecto emiten? Me vine con el sueño de grabar a las ballenas y caracterizar su canto para saber si eran ballenas azules chilenas o de otros lugares. Me vine a Chile enamorada de las ballenas, pero acá también tuve una historia de amor con la Patagonia.
En la Patagonia aprendí a ser una mujer de mar. En el archipiélago de las Guaitecas me conecté con los estados de ánimo del mar; aprendí a leerlo, a respetar sus tiempos, a tenerle paciencia; a saber cuándo hay que navegar rápido y cuándo es mejor quedarse en tierra tomando mate, esperando que pase la tormenta. Fue un nivel de conexión que me encantó. Yo venía de Londres, con la impulsividad de los 24 años, con ganas de hacer todo rápido y, de alguna manera, esa experiencia en Patagonia forjó mi carácter, me entregó mucha humildad, paciencia y tolerancia a la frustración.
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Foto: Mario Téllez[/caption]
Vivía en una isla sin luz durante el día, sin internet y sin celular. A veces se cortaba el agua. Eso me hizo bien, me di cuenta que soy bastante aperrada, que no necesito vivir con esas cosas. A veces me acuerdo de Melinka y pienso ¡qué agradable era esa vida sin celular! Todo el día giraba en torno al clima, al mar y a las ballenas. Siento nostalgia de ese tiempo.
Yo salía al mar con Daniel Caniullán, el lonko de la comunidad huilliche en Melinka, y la pega era buscar a las ballenas, apagar el motor y estar ahí grabando. ¿Cachái el nivel de silencio y de quietud que significa hacer eso durante ocho horas al día? Hay gente que va a los Vipassana, los retiros silenciosos, y bueno… yo hice eso cuatro o cinco años durante todo el verano. Era realmente mágico.
Descubrimos que las ballenas tienen un canto chileno. Caracterizamos el dialecto de las ballenas azules en Chile, comparamos ese canto con registros de ballenas en otras partes como la Antártica, California, Sri Lanka, y determinamos que era claramente distinto. El canto chileno es de muy baja frecuencia, como el de todas las ballenas azules, en una secuencia de sonidos muy graves que se repite con ciertos tiempos. Es un canto reproductivo emitido por los machos, entonces es como un canto de amor.
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Foto: César Villarroel.[/caption]
Es importante que los chilenos sepan que ésta es una población de ballenas azules chilenas, cuyo destino final en su ruta de migración es la Patagonia: entonces el golfo de Corcovado hay que protegerlo, porque las ballenas azules no tienen otro sitio de alimentación.
Hay otras cosas increíbles que pasan en Chile. Me parece alucinante que en los dos sistemas de corrientes de las costas chilenas -Humboldt y Cabo de Hornos- existan sitios de alimentación de ballenas. Sabemos que cada ballena consume entre una y tres toneladas de krill al día, y aquí vemos grupos de 20 o 30. La costa chilena es tremendamente productiva para proveer esta cantidad de alimento. Mi investigación actual pretende averiguar por qué.
Muchas veces lloro cuando veo ballenas. Me emociona que hayan evolucionado en este tremendo océano tan dinámico y tan incierto. Los cetáceos son muy cercanos a nosotros: son mamíferos, inteligentes, tienen emociones, y a pesar de que llevamos a las ballenas al borde de la extinción en dos siglos de caza, siguen viniendo a la costa y siguen cantando. Hay una resistencia en las ballenas que encuentro muy poética y cuando las veo siento que hay esperanza. Por esa razón en el hall central del Museo de Historia Natural de Londres pusieron el esqueleto de una ballena azul colgando desde el techo, porque es un símbolo de conservación.
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Una ballena azul en los alrededores de isla Chañaral, en el archipiélago Humboldt. Foto: César Villarroel.[/caption]
Llevo 12 años en Chile y, pese a la distancia, soy muy cercana a mi familia. Mis papás viven el Oxford, un hermano vive en Londres y otro en Los Ángeles, California. Tenemos una linda relación, ahora a distancia, pero como nosotros siempre nos cambiábamos de país cada cinco años, somos muy unidos. Éramos siempre los cinco moviéndonos por el mundo, migrando... como las ballenas.
Tengo una historia en la Patagonia, pero desde el punto de vista de la investigación y del acceso a lugares con alta biodiversidad, el archipiélago Humboldt es único porque concentra todo en un lugar muy pequeño. Es el acuario de Chile, un laboratorio natural que si se echa a perder, no se va a reproducir en otro lado. Si estuviera en otro país, sería monumento natural, o tal vez Patrimonio de la Humanidad. Por eso no me cabe en la cabeza que ese lugar haya estado amenazado tantas veces por proyectos industriales... me da un poco de vergüenza. No entiendo que quieran poner un megapuerto, porque es un polo de desarrollo para el ecoturismo y el avistamiento de fauna. Chile debería protegerlo ya.
Envíanos tus historias a cosasdelavida@latercera.com.
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