Cómo su estilo cambió las reglas de la comida en la TV mundial y chilena
Colegas locales destacan el legado de Bourdain, que en los últimos 16 años expuso en pantalla la cultura de la calle y de las personas reales.
Buena parte de la filosofía de vida de Anthony Bourdain, aquella que lo convirtió en estrella y con la que ganó millones de seguidores en el mundo, se resume en una página de su libro de memorias, Confesiones de un chef (2000), donde incluye una filosa pregunta que dirigida al viajero contemporáneo, o más concretamente, al estereotipo de turista de su país.
"¿Realmente queremos viajar en papamóviles herméticamente sellados por las provincias rurales de Francia, México y el Lejano Oriente, comiendo sólo en los Hard Rock Cafés y los McDonalds?", se cuestiona en su biografía Bourdain, quien desde su llegada a la televisión, a comienzos de este siglo, se dedicó a hacer justamente lo opuesto, lo que en realidad siempre quiso hacer, como explicó en su debut literario. "Yo sé lo que quiero: lo quiero todo. Quiero probar de todo alguna vez".
Fue en 2002 que el cocinero estadounidense debutó en la pantalla chica. Tenía 45 años y ya venía de vuelta en la industria culinaria. Sus exitosas memorias, que tres años después serían adaptadas en una serie protagonizada por Bradley Cooper, lo convirtieron en un nombre cotizado en la industria y de las diversas ofertas que recibió se quedó con la que presentó el canal de cable Food Network: un programa de viajes que lo llevaría por destinos exóticos y en el que un anfitrión le presenta todo tipo de preparaciones locales. La idea, que hoy abunda en pantalla, tenía algo de revolucionaria por esos días, cuando en Norteamérica el formato era dominado por chef-celebridades como Alton Brown y Rachel Ray, enseñando a los telespectadores a preparar platillos saludables y rápidos.
A cook's tour se emitió entre 2002 y 2003, y dos años después Bourdain estrenaría en Travel Channel Anthony Bourdain: Sin reservas. El mismo que lo traería a Chile en 2009 y que llegó a la TV por cable local a través de Discovery Travel & Living (hoy TLC). Allí, el cocinero neoyorquino profundizó en su búsqueda por un nuevo tipo de programa de viajes y gastronomía, presentando más preguntas que aseveraciones y comiendo lo que comen los lugareños de cada punto del planeta en comedores, ferias o derechamente en la calle.
"Siempre con mucho respeto por la gente de los mercados y por el mundo campesino", asegura el francés Yann Yvin, quien reconoce sentirse cada vez más cercano a ese ADN que Bourdain fue presentando capítulo a capítulo: "Ese hombre epicúreo, gozador de la vida, libre pensador y sobre todo humanista, que viaja por el mundo, respeta cada cultura y se acerca a la gente con mucha humildad".
Tras el cambio de propiedad de Travel Channel, Bourdain decidió emigrar a CNN, donde acordó mayor control editorial y estrenó Parts unknown. El espacio, que actualmente emite su temporada número once, sigue teniendo la comida como eje pero con énfasis en conflictos y temáticas locales: desde el presente de Medellín tras décadas dominadas por el narcotráfico, hasta su encuentro con los votantes duros de Donald Trump en West Virginia.
"Él fue un pionero en esta idea de compartir desde la honestidad", dice la cocinera Virginia Demaría. "Fue capaz de transmitir a través de la pantalla y con las personas reales de cada lugar la esencia de su gastronomía, que es el reflejo de la cultura de cada país", agrega.
Para Patricio Cisternas, quien presenta puestos de comida y picadas desconocidas en su programa El hacedor de hambre (hoy en TVN), "por años la cocina en pantalla fue de recetas para la dueña o dueño de casa, o chefs cool en programas tipo reality, pero Bourdain, al explorar la calle, rompió todas las reglas de la gastronomía televisiva".
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