El Robo del Siglo, la película argentina de los dos millones de espectadores
Ariel Winograd, el director del filme más visto del año en el país trasandino, conversa sobre la cinta con Guillermo Francella que se estrena este jueves en Chile.
Eran seis ladrones, burlaron a la policía durante cinco horas, no dispararon un sólo tiro y hasta le cantaron cumpleaños feliz a una abuela que estaba en la fila. Al término del robo se llevaron entre 15 y 25 millones de dólares y dejaron un mensaje en un papelito que decía “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores. Es sólo plata y no amores”.
El suceso policial fue el llamado “robo del siglo” en Argentina y durante 14 años todo el mundo en ese país esperaba que se hiciera la película. Finalmente se rodó y hasta ahora ya lleva 1.946.000 espectadores. Un éxito rotundo.
Protagonizada por Guillermo Francella como el uruguayo Luis Mario Vitette Sellanes y Diego Peretti en el rol de Fernando Araujo, El robo del siglo del realizador Ariel Winograd (1977) entra este jueves a los cines chilenos. La historia ocurrida el 13 de enero del 2006 siempre tuvo todos los elementos para hacer un buen thriller: personajes carismáticos, villanos identificables, proeza técnica, contexto social claro. Pero además contenía una buena dosis de humor, un ingrediente que lo entregaron las circunstancias y los involucrados en este atraco perfecto.
En El robo del siglo, que se estrenó a inicios de año en Argentina, se relata la preparación del asalto (les tomó dos años de trabajo), el robo mismo y los días posteriores. La historia de lo que pasó con los personajes ya se conoce, pero el filme se las arregla para entretener sin cortapisa alguna
En la película hay bastante humor y comedia a pesar de que los robos de bancos suelen ser situaciones dramáticas, ¿Por qué razón se optó por este estilo?
La película se basa en el libro Sin armas ni rencores, del periodista argentino Rodolfo Palacios. Compramos los derechos e hicimos el largometraje que ahora ustedes pueden ver en Chile. En rigor, no hay nada de humor que le agreguemos a la situación por algún afán narrativo. Todo lo que observa el espectador efectivamente sucedió de tal manera. No es que yo esté a favor del robo de bancos ni de la toma de rehenes y quiera hacer a los ladrones más simpáticos de lo que son: es que la genética de la historia era tragicómica. Todos esos detalles están en los expedientes judiciales: que las armas eran falsas, que le festejen el cumpleaños a una abuelita en medio del atraco, que dejen un papelito para que lo lea especialmente la policía. De alguna manera es un robo muy argentino, con todo lo bueno y lo malo que eso puede significar. No nos interesaba hacer una apología de los personajes, tampoco. Queríamos ser fiel con la historia real, que desde ya, como lo he dicho, era muy absurda. Es desde ahí que surge el humor. Los tipos hacían una simulación de un robo express para despistar y ocultar a la policía el auténtico robo, mandaban a comprar una pizza y el que se encargaba de la negociación había estudiado antes teatro para ponerse en personaje. Simplemente es un caso en que la realidad supera la ficción y uno se agarra de estos elementos: la comedia se da forma natural.
¿Cómo ayudó la especial química que se produce entre los personajes que interpretan Guillermo Francella y Diego Peretti?
La verdad es que hay muchas cosas en común entre los mismos actores y los personajes reales. Si usted se pone a revisar videos de Luis Mario Vitette, el ladrón uruguayo que interpreta Guillermo Francella, podrá encontrar bastantes, bastantes similitudes. Lo mismo pasa con Fernando Araujo, que es interpretado por Diego Peretti: es un tipo muy filosófico, que se mueve en la cultura canábica, con toda una concepción de la vida muy particular.
¿Qué mecanismos ocupa un realizador para mantener al espectador atento a una película cuyo desenlace ya se conoce?
Eso tiene que ver con la capacidad para contar una aventura, una historia con todos sus resortes y vueltas de tuerca. Más allá de que el público conozca o no lo que pasó en la vida real, la película debe ser capaz de mantenerlo agarrado a la butaca, expectante. Afortunadamente creo que en Argentina logramos enganchar a la gente. Ya estamos a punto de llegar a los dos millones de espectadores, quebrando varios récords de asistencia. Eso se llama boca a boca: es decir, cuando la gente empieza a recomendar ir a ver la película entre sus conocidos.
En general, el público argentino va bastante a ver sus propias películas, incluso cuando se enfrentan a superproducciones de Hollywood. ¿A qué razón atribuye esta preferencia?
Me parece que hay, de antemano, una audiencia espectacular en nuestro país. Es un tipo de espectador al que le interesan las historias bien contadas. Por otro lado, usted me habla de los tanques estadounidenses, pero un filme como El robo del siglo no deja de ser desde cierto punto de vista un tanque local: costó mucho dinero, hubo que reconstruir todo el banco y el túnel por dónde se hizo el robo, entre otras cosas. Además, debo decir que esta producción en particular era bastante esperada entre los argentinos. La historia de este robo es famosísima en mi país y todo el mundo se preguntaba “cuándo se irá a hacer la película”.
Los ladrones dejaron un famoso papelito en el banco dirigido a los policías, donde dice: “En barrio de ricachones, sin armas ni rencores, es sólo plata y no amores”. ¿Cree que la gente con menos dinero se identificó con ellos a partir de ese mensaje?
Creo que la identificación más bien está ligada a que se trata de personajes que quieren cumplir un anhelado sueño y lo logran. Además fue un robo muy mediático. Fue el primer atraco de este tipo que se transmitió en vivo y en directo por la televisión argentina y, por si fuera poco, no hubo ningún herido. Por otro lado, hacía poco que veníamos saliendo del corralito y mucha gente interpretó el hecho como una especie de venganza contra los bancos. Y, claro, al no haber víctimas, se generó una suerte de simpatía. Sin embargo, a mí también me interesaba mostrar lo que pasaba al otro lado, específicamente quería mostrar a Miguel Sileo, que fue el negociador de la policía. También quiero recalcar que se trató de un “robo analógico”, antes de las redes sociales y del Iphone, antes de la masificación de internet. Se usaban los celulares que sólo servían para llamar. Definitivamente ya no se podrían hacer estos robos en nuestra época.
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