Felipe Berríos tras expulsión de Jesuitas: “La Compañía confunde a la opinión pública (...) mi ruptura es con la jerarquía de una institución, no con el Evangelio”
El sacerdote cuestionó el comunicado dado a conocer este viernes por la congregación a la cual perteneció durante 45 años, sosteniendo que es impreciso y falta a la verdad respecto a los cargos que levantó en su contra la justicia canónica, pese a ser sobreseído por la justicia civil. "Estoy triste pero tranquilo. Durante todo este proceso he sufrido la opacidad del Vaticano y el ataque furioso de algunos usuarios de las redes sociales incluso antes de haber sido informado de la investigación. También estoy tranquilo porque durante todo este período siempre me esforcé por no dañar a las denunciantes", aseguró.
A través de un comunicado difundido este viernes, la Compañía de Jesús puso término a sus históricos lazos con el sacerdote Felipe Berrios, a quien abrió -en abril de 2022- una investigación tras una denuncia de hechos de connotación sexual en su contra. Ese mismo año, en agosto, la abogada María Elena Santibáñez determinó la “verosimilitud” de los testimonios de las víctimas y frente a ello el Vaticano ordenó a la congregación un proceso administrativo que finalizó con la expulsión y posterior orden de no celebrar misas en público y la prohibición de cercanía pastoral con menores de edad en un plazo de 10 años. Todo esto, pese a que la justicia civil -los tribunales penales- decretaron su sobreseimiento definitivo tras una autodenuncia que el propio religioso presentó.
Ante la comunicación de su excongregación, a la que además decidió renunciar en noviembre de 2022, Berríos sostuvo -también por escrito- que “esta mañana he sido notificado del decreto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe que me impone sanciones canónicas por cuatro supuestos atentados contra el Sexto Mandamiento, y del decreto de la Compañía de Jesús que me expulsa de la Congregación a la cual renuncié hace ya un año y medio, tiempo durante el cual tampoco he ejercido el sacerdocio”.
El religioso, avencidado hoy en “la Chimba” en Antofagasta, apuntó a que “estas decisiones, si bien profundizan la tristeza que me ha acompañado durante todo este proceso, no constituyen para mí ninguna novedad ni sorpresa. Como dije desde el primer día, el procedimiento canónico no es garantía de debido proceso ni de justicia, ya que al amparo del secreto impide que la opinión pública sepa de qué y con qué prueba se me acusó; y por qué y con qué prueba se me condena”.
Junto a esto apuntó a imprecisiones en el comunicado de los Jesuitas respecto a su situación canónica. “Las resoluciones que se me han notificado me sancionan por cuatro casos -todos los cuales niego- y entre los cuales se destaca como más grave un supuesto abrazo dado en el año 2000, en el patio de una casa de retiros, al cual se le atribuye un carácter erotizado. Las otras tres denuncias se refieren a supuestos contactos fugaces con los labios, rodillas, muslos o glúteos de las denunciantes. La declaración pública que acaba de hacer la Compañía de Jesús, una vez más, confunde a la opinión pública al calificar estos hechos como “solicitación a pecar en contra del sexto mandamiento”, lo que no se condice con ninguna conducta que se me haya atribuido en este proceso ni en ningún otro”.
Sobreseído en lo penal
El 2 de junio del año pasado, su defensa, encabezada por el penalista Julián López, solicitó que se diera por finalizado cualquier intento con seguir adelante, en sede penal, con la acusación en su contra que fue apoyada por la Fundación para la Confianza. La Fiscalía había decidido no perseverar, pero el abogado del exjesuita fue más allá y pidió que fuera sobreseído por inexistencia de delito. El tribunal accedió y con esto la causa penal que se abrió por una autodenuncia se acabó.
Frente a los hechos que hoy concluyen su proceso personal con la congregación a la que perteneció durante 45 años, Berríos expresó que “el decreto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe tiene apenas seis carillas, de las cuales sólo dos se refieren a los hechos por los cuales se me acusó; el decreto de la Compañía de Jesús tiene sólo dos carillas, en las cuales se limita a explicar el procedimiento a través del cual se acordó mi expulsión. Ninguno de los decretos analiza la prueba rendida, sus contradicciones, ni razona sobre el mérito de mis descargos como lo haría el tribunal de un estado de derecho”.
Junto con estas reflexiones expresó que “estoy triste pero tranquilo. Durante todo este proceso he sufrido la opacidad del Vaticano y el ataque furioso de algunos usuarios de las redes sociales incluso antes de haber sido informado de la investigación. Sin embargo, también he recibido el apoyo de muchísima gente, lo que me consuela y alegra. Y también estoy tranquilo porque durante todo este período siempre me esforcé por no dañar a las denunciantes”.
Finalmente sostuvo: “el sacerdocio nunca ha sido para mí un instrumento de poder sino de servicio. En la situación en que me encuentre y bajo las circunstancias que sean, seguiré siempre dedicado a servir, con humildad, a la gente que me necesita. Mi ruptura es con la jerarquía de una institución, no con el Evangelio, y confío en que el paso del tiempo pondrá las cosas en su lugar.
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