Raúl Figueroa: “Lo más duro fue constatar que para un grupo importante del espectro político la calidad de la educación era un eslogan”

Raul Figueroa
03 Marzo 2022 Entrevista a Raul Figueroa, Ministro de Educacion. Foto: Andres Perez03 Marzo 2022 Entrevista a Raul Figueroa, Ministro de Educacion. Foto: Andres Perez

El titular del Mineduc, que en una semana entrega su cargo, hace una extensa evaluación de su gestión, la que estuvo marcada por los permanentes tira y afloja por el retorno a clases presenciales. Acusa a la oposición y transversalmente a los alcaldes de poner sus intereses personales por delante del bienestar de los niños.


Esto es divertido, porque hay una tendencia a que uno se declare agobiado por trabajar en este ministerio. Yo no estuve nunca agobiado, al contrario: estuve tremendamente desafiado y me siento muy satisfecho de todo lo hecho”.

A grosso modo, esa es la evaluación que el ministro de Educación, Raúl Figueroa, hace de su gestión, que el 28 de febrero cumplió dos años y en una semana termina.

Comenzó marcado por la figura de su antecesora, Marcela Cubillos, quien sorteó una acusación constitucional y terminó renunciando al gabinete por desavenencias políticas. A esas alturas, Figueroa no sabía que correría la misma suerte: también fue objeto de una acusación de la que salió indemne. Pero si Cubillos llevó adelante una agenda más ideológica que buscó terminar con la tómbola y empujó el proyecto Aula Segura, a él el Covid lo llevó a tomar una sola gran bandera: el regreso a las clases presenciales.

En esta entrevista, Figueroa revisa su paso por el Mineduc al día siguiente de que gran parte de los establecimientos educacionales volvieran a clases, dos años después de que se decretara su cierre.

“Lo que espero es que con el sistema abierto y una masiva asistencia podamos concentrarnos en recuperar los aprendizajes, el desarrollo socioemocional de los niños y no seguir enfrascados en una discusión artificial, movida por otros intereses y que iba en claro perjuicio de quienes más necesitan un compromiso por parte de las autoridades”, dice.

¿Por qué insistió desde tan temprano por el regreso presencial?

Siempre supimos que cerrar los colegios iba a ser muy rápido y fácil e iba a ser difícil volver a abrir.

¿Fue un error del gobierno haberlos cerrado tan rápido?

No fue un error, sino que una necesidad desde el punto de vista sanitario que tuvimos que abordar como lo estaba haciendo todo el mundo.

Fue una necesidad política también, ¿no?

Obviamente hubiésemos querido que este cierre fuera paulatino y se fuera concretando a medida que el Covid avanzaba. Pero hubo una serie de factores a considerar. En este caso, lo sanitario era fundamental y dar señales concretas al país de que se estaban tomando medidas adecuadas era también un objetivo. Ya tomada la decisión, había que trabajar en el nuevo contexto. ¿Qué es lo que hicimos? Poner el esfuerzo en dar continuidad al proceso educativo, pero también fuimos constatando que nada iba a reemplazar las clases presenciales y que el impacto del Covid iba a ser tremendo. Es entendible el temor de la ciudadanía en un contexto tan difícil como una crisis sanitaria. Pero toda la evidencia demostró que lo más efectivo para evitar la amplitud de brechas era volver a abrir las escuelas.

¿Se sintió solo en esa lucha?

Lo que nos pasó fue que partimos de la base de que todo el país, y específicamente el mundo político, iba a estar de acuerdo en que tomar las medidas correctas de acuerdo con la evidencia era una urgencia. Fue una gran desilusión constatar que ese consenso no se produjo. Y rápidamente surgieron grupos y con mucha claridad en la oposición, pero también transversalmente de alcaldes, que optaron por cerrar los ojos ante la evidencia y derechamente obstaculizar un proceso de apertura. Por intereses distintos al bienestar de los alumnos se empezaron a generar profundas divisiones.

¿De qué intereses habla?

Mientras nosotros nos movimos por convicciones, otros se paralizaron por intereses políticos o personales. Cuando uno está en un cargo como éste, en que tiene que asumir una responsabilidad hacia el país, paralizarse no es una opción. Eso chocó con una serie de aspectos. Primero: Chile venía de un proceso de paralización en 2019 del sistema educativo forzado por razones políticas y luego por los hechos de violencia de octubre, donde ciertos grupos la utilizaron para obtener rédito político o para que sus intereses fuesen resueltos. Quienes acostumbraban utilizar la paralización del sistema educacional como herramienta política encontraron en la suspensión de clases un mecanismo para mantener esa conducta.

¿A qué grupos se refiere?

A quienes explícitamente tomaron esa actitud.

¿El Colegio de Profesores?

Me refiero, por ejemplo, a parte importante de la oposición que presentó proyectos para impedir que los colegios abrieran; a alcaldes de oposición que presentaban recursos de protección para cerrar colegios abiertos; a grupos de oposición que presentaron una acusación constitucional en mi contra; y a directivas gremiales que han hecho de la paralización una constante herramienta política. Lo más duro fue constatar que para un grupo importante del espectro político en Chile la calidad de la educación no era más que un eslogan. En ese sentido me siento orgulloso de haber impulsado la apertura con seguridad, porque nunca tuvimos duda de que era lo correcto.

Cuando alude al Colegio de Profesores, ¿cuáles son los motivos que usted cree hay detrás de su oposición?

Chile tiene un cúmulo de experiencias en que lamentablemente se ha hecho del sistema educacional una trinchera política. Y, por lo tanto, de alguna manera se cruzan los intereses. Mientras desde el Mineduc y un sinnúmero de comunidades educativas se hacían todos los esfuerzos para reabrir, otros sectores vinculados a la oposición y alcaldes optaron por la parálisis para evitar mayores dificultades en su gestión. Esto estuvo muy cruzado con las elecciones.

¿Ahí incluye a alcaldes de su propio sector?

Por supuesto. Lo que vamos a tener que juzgar con una mirada retrospectiva es qué significa asumir el liderazgo en estos cargos de responsabilidad. Lo que apreciamos en parlamentarios de oposición y lamentablemente, con honrosas excepciones, en alcaldes de todos los signos políticos, es que pusieron sus intereses electorales por sobre el bienestar de los niños y optaron por paralizar su gestión en vez de movilizarse en búsqueda de soluciones concretas.

¿Cómo se condice este interés electoral de mantener paralizado si ud. dice que las comunidades querían volver?

Es evidente que existía un temor en las familias y cuando se instala como medida sanitaria el cierre de los establecimientos educacionales, es difícil para esos mismos padres cambia esa medida por otra que parece ser contraintuitiva. Ahí está el rol de quienes asumen liderazgos, de este ministro. Siempre lo dije: si no hubiese estado por abrir los colegios, tendría que haber renunciado, o también un alcalde o parlamentarios que conociendo -y esto es lo complejo- los efectos de la virtualidad, optaron por mantenerla, sabiendo el daño que produce.

O sea, ¿había que hacerlo a contrapelo al principio?

Había que hacer un esfuerzo de explicarle a las familias lo importante que era recuperar la presencialidad y de darles confianza de que era posible. Y lo que vimos en parte importante de estos grupos políticos, más bien de oposición y transversalmente en muchos alcaldes, es que optaron por no transmitir esa confianza y por ser en algunos casos muy funcionales a los intereses gremiales.

¿Hace una autocrítica respecto de las conversaciones? Colegio de Profesores y alcaldes plantearon que había un déficit de diálogo importante de su parte.

Eso no es cierto. Hay una cierta tendencia a confundir el carácter, las posiciones claras y los objetivos fundamentales con una teórica falta de diálogo. Y siempre mantuvimos el diálogo abierto. Yo creo que no existe ministro que se haya reunido tantas veces con los alcaldes como quien habla. Al Colegio de Profesores lo invitamos desde un principio al consejo asesor ‘Abramos las Escuelas’, que ha sesionado sistemáticamente desde hace ya más de un año y medio y nunca asistieron. Entonces, es fácil decir que no hay diálogo cuando no vas a las reuniones. Es fácil decir que no hay diálogo cuando lo que quieres es imponer tus términos, sabiendo que perjudican el bienestar de los niños, y para nosotros eso era un intransable. Si hay que hacer una autocrítica, creo que partimos de un diagnóstico que no fue adecuado y era que para todos, esto era fundamental. Y constatamos que esa posición no era real. Llegó a tal punto que durante la campaña presidencial no se habló nunca de educación.

¿No es un fracaso que este gobierno dé paso a uno del Frente Amplio, coalición desde la cual se levantó su acusación?

El tema es más amplio. A mí me preocupa que el Frente Amplio asuma la dirección del país no porque me haya acusado constitucionalmente, sino porque no comparto sus ideas y su visión de sociedad. En lo personal, la acusación constitucional me marcó no en cuanto la sentí como un ataque personal, sino porque demostró al país que un grupo importante, pero no mayoritario, optó por dar señales políticas y dejar de lado el bienestar de los niños. Demostraron que en los momentos más complejos optaron por el propio beneficio político.

En particular respecto de Gabriel Boric, usted planteó que si ganaba se ponían en riesgo cosas claves en materia de educación, ¿Qué puntos se arriesgan?

Chile vivió durante 2020, 2021 y a partir de octubre del 2019 un proceso crítico en el que los liderazgos políticos tenían que jugar un rol fundamental. La oposición tuvo un nivel de servilismo frente a intereses específicos, que es totalmente contradictorio con lo que a un verdadero líder político se le exige y demostró que no están a la altura de asumir las responsabilidades que el país espera. Agradezco y es muy positivo el cambio de tono de Gabriel Boric frente a, por ejemplo, la necesidad de abrir las escuelas. Esa no fue la posición que tuvo su coalición, ni él, cuando se necesitaba un gesto político para destrabar la parálisis en la que el sistema educativo estaba. En términos más conceptuales del sistema educativo, hemos visto cómo grupos de presión han tratado de instalar una mirada estructural que es opuesta a los principios fundamentales en que Chile y su sistema educativo se ha desarrollado: la libertad, la diversidad y el acceso a nuevas y mejores oportunidades. Lo que hemos visto en la Convención y en ciertos núcleos políticos vinculados a la oposición, es que en el sistema educativo esos valores no son absolutamente compartidos.

En noviembre dio una entrevista apoyando a José Antonio Kast, ¿fue un balde de agua fría cuando perdió?

En términos políticos creo profundamente en una sociedad libre, diversa, donde las capacidades de cada individuo se ponen al servicio del desarrollo de la sociedad. Que la candidatura que mejor representaba esa visión de sociedad haya perdido, ciertamente me preocupa. Espero que tanto en el próximo gobierno como también en la Convención, la concepción de una sociedad libre y diversa prevalezca. Obviamente que me preocupa, porque las señales políticas del Partido Comunista y la coalición del nuevo gobierno no son claras en ese sentido.

¿Fue un error esa entrevista?

No.

Ahí también decía que Kast representaba mayor libertad, diversidad y seguridad. ¿Con Boric eso está en entredicho?

Uno no puede ser tan enfático en hacer juicios de relación causa-efecto entre un Presidente y cómo va a derivar la sociedad. Veo que, en términos de la visión de sociedad, el partido se está jugando en la Convención más que en el próximo gobierno. Un proyecto de constitución contracultural que se traduce en un menosprecio a la forma en que nuestro país se ha desarrollado sería un muy mal legado. Espero que el Presidente electo asuma un rol en la conducción de su sector frente a lo que viene en la nueva Constitución.

¿Pero no cree que la crítica a esa tradición es lo que justamente dio paso a la Convención?

Hay que separar los planos. Chile tiene un amplio consenso en cuanto a elementos centrales como la libertad, la diversidad, el acceso a oportunidades, el reconocimiento al mérito, el valor de los individuos y el hecho de que el Estado debe estar al servicio de las personas. Ese andamiaje estaba, a mi juicio, bien resuelto en la Constitución del 80 y por diversas razones se da entender que hay que revisarlo. Lo que me preocupa es que por la necesidad de tener una nueva Constitución, conceptos esenciales de una sociedad libre se vean perjudicados.

Su sucesor, Marco Antonio Ávila, es profesor, ¿cree que le va a dar algo distinto a lo que le pudo dar usted al Ministerio?

Lo que espero es que las próximas autoridades den, primero, continuidad a este proceso de apertura y recuperación de aprendizaje. Lo que he conversado con el nuevo ministro es que tiene todo el propósito de hacerlo y espero que tenga éxito. Obviamente desde el punto vista programático, ellos proponen una serie de iniciativas que no comparto, pero que dentro del juego democrático están totalmente legitimados para impulsar. En mi rol de futuro opositor voy a estar siempre dispuesto a colaborar en todo lo que signifique poner el foco en el bienestar de los alumnos. Y voy a ser también muy firme y claro en hacer presente mi oposición a políticas que crea que pueden afectar la calidad del sistema o las posibilidades de contar con mayores libertades o diversidad.

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