Así manipulan la ciencia para venderte productos de salud fraudulentos
“Ningún ingrediente por sí solo puede cambiar tu salud de un día para otro”, afirmaron los expertos, quienes están preocupados por los mensajes fraudulentos de muchos productos en el mercado, que prometen falsos beneficios a las personas.
“Recomendado por médicos” o “clínicamente probados” son las frases que solemos ver en miles de productos de salud: en cremas faciales, tratamientos, suplementos y hasta en ciertos bebestibles.
Sin embargo, en la mayoría de los casos, detrás hay un comerciante que utiliza palabras de moda que suenan a ciencia para poder vender.
Es una especie de fraude que según el catedrático en Derecho y Política Sanitaria de la Universidad de Alberta, Timothy Caulfield en Canadá, es cada vez más frecuente. Se trata de scienceploitation, ciencia y explotación en inglés, que describe cómo las marcas utilizan lenguaje científico para comercializar productos cuyos beneficios no se han demostrado.
Y ahora, en tiempos de redes sociales, existe un sinfín de influencers que promocionan estos productos “saludables” a sus seguidores, quienes suelen caer y pensar que están invirtiendo en su salud cuando la realidad es que no existe un sustento científico detrás que lo respalde.
Estas son algunas tácticas para tener en cuenta, antes de decidir comprar un producto que suena demasiado bien como para ser cierto.
1. No confiar en listas interminables de ingredientes
Existen algunos productos que tienen muchos ingredientes en su composición: por ejemplo, hay productos de cuidado de la piel que contienen vitamina C, pero solo un 0,2%, lo que, según la ciencia, no alcanza para tener algún efecto en la piel.
Por esto, no necesariamente una lista de ingredientes con aspecto científico significa que se trate de un producto de calidad, ni que la cantidad de ingredientes tenga relevancia en los “beneficios” y eficacia que pueda traer a nuestra salud.
2. Discernir entre términos vagos, como ‘potencia’
Los fabricantes suelen utilizar palabras que no tienen definiciones claras ni específicas como “promueve”, “apoya”, “estimula”, “potencia”, “mejora”, con la intención de convencer a la persona que ese producto le traerá resultados positivos.
Sin embargo, la mayoría suele tener letras pequeñas en el envase donde se asegura que el producto “no está destinado a diagnosticar, tratar, curar o prevenir ninguna enfermedad”, por lo que “dan a entender que el producto funciona, pero después mucho menos visible aparece el hecho de que no hay pruebas de que funcione”, dijo el director de ciencia química y farmacéutica del Consejo Estadounidense de Ciencia y Salud, Josh Bloom.
3. Cuestionar los estudios de productos
Algunas marcas suelen colgar en sus sitios web enlaces a estudios que supuestamente comprueban la eficacia de sus productos, pero estos “podrían ser una selección de acuerdo a su conveniencia”, según el investigador de fisiología del ejercicio del Centro Médico Harbor-UCLA, Nick Tiller.
“Lo que queremos ver son los resultados de verdaderos estudios rigurosos del producto que demuestran que funciona, pero casi nunca es así”, aseguró el experto.
4. Evaluar las promesas
Si estás pensando comprar un producto, se recomienda que busques el nombre del producto en Internet junto a la palabra “reseña”, “queja” o “estafa”.
Además, los expertos aconsejan revisar qué dicen sobre un producto o ingrediente concreto las organizaciones de salud pública y autoridades.
Por ejemplo, las botellas de kombucha suelen decir que tienen beneficios “respetuosos con el microbioma”, aunque la investigación sobre el microbioma todavía es muy pobre. “Así que, antes de desembolsar dinero, hay que dar más credibilidad a las fuentes que incluyen un conjunto más amplio de pruebas sobre un tema”, dijo Caulfield.
“Ningún ingrediente por sí solo puede cambiar tu salud de un día para otro. Si hubiera un producto que realmente lo curara todo, todas las organizaciones médicas se apresurarían a respaldarlo”, afirmó Kevin Klatt, investigador científico adjunto del Departamento de Ciencias de la Nutrición y Toxicología de la Universidad de California.
“Cualquier cosa que parezca demasiado buena para ser verdad, probablemente sea demasiado buena para ser verdad”.
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