Columna de Educación: Género y discurso, "calladita más bonita"
¿Qué les estamos diciendo a una mujer y a la sociedad cuando les decimos que "calladita, más bonita"? Que el rol de la mujer es escuchar con discreción, que no se ve bien expresar nuestras expectativas, que no tenemos derecho a tomar la palabra para plantear nuestras ideas, para hablar con fuerza.
En las últimas semanas, las y los estudiantes nos han empujado nuevamente a tomar conciencia. Esta vez, de los derechos que tenemos las mujeres. De este modo, en los espacios públicos, educativos, familiares e interpersonales se han hecho visibles las demandas para acabar con las brechas de género y denunciar los abusos que históricamente hemos vivido las mujeres. Esta revolución feminista nos lleva a preguntarnos qué rol juega el lenguaje en las prácticas discriminatorias que hemos naturalizado. En las conversaciones dentro de nuestros hogares y en las interacciones en las aulas, en los procesos de nombrar y nombrarnos vamos construyendo una imagen de mujer, a la que ubicamos en un espacio de silencio o bien la inscribimos en el de la "copucha" constante, que es otro modo de no dejarnos tomar la palabra.
Sin duda, a las mujeres que nacimos antes de los 90 y quizás a otras que todavía nacen, se nos ha repetido a diario que "las niñitas son discretas; que calladitas, más bonitas". ¿Cuántas veces nos hemos detenido a mirar los efectos de estas palabras, tremendamente arraigadas en nuestro inconsciente? ¿Qué les estamos diciendo a una mujer y a la sociedad cuando la llamamos "niñita"? Y este apelativo no solo es usado para referirse a escolares, sino que incluso se escucha en las instituciones de educación superior para dirigirse a las académicas, en las calles o en cualquier trabajo. Muchos podrán argumentar que es la expresión de un trato afectivo hacia las mujeres; sin embargo, el nombrar persistentemente a las mujeres como "niñitas" o "niñas" nos pone en un lugar de desigualdad, de profunda asimetría. Estamos, sin duda, nombrándonos desde ese lugar en el que hay un otro que sabe más que nosotras, alguien que puede decidir por nosotras. ¿Qué les estamos diciendo a una mujer y a la sociedad cuando les decimos que "calladita, más bonita"? Que el rol de la mujer es escuchar con discreción, que no se ve bien expresar nuestras expectativas, que no tenemos derecho a tomar la palabra para plantear nuestras ideas, para hablar con fuerza.
El movimiento feminista nos demanda, entonces, también una educación consciente de los efectos de esas palabras que usamos para nombrar a las mujeres y sus voces. Porque solo en una visión puramente estructuralista del lenguaje la palabra es aséptica, es objetiva. Las formas en que nombramos y nos nombramos dan cuenta de la subjetividad, de la cultura en la que vivimos y que creamos a través de nuestras elecciones lingüísticas. Y en empezar a ser conscientes de nuestros discursos radica el inicio de la transformación y de la revolución. Por eso: no "niñitas", y, menos aún, "calladitas".
Alejandra Meneses es Profesora Asociada en la Facultad de Educación de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
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