Cómo una dieta para entrar en el vestido de boda desembocó en un desorden alimenticio
Una novia compartió su experiencia, tras recibir distintos comentarios que la presionaron a bajar de peso y seguir dietas que la enfermaron y provocaron un trastorno alimenticio.
“No puedo esperar a verte con tu vestido” o “vas a ser una novia tan hermosa” eran los comentarios que Kelsey Herbers, escritora y defensora de la salud mental, recibía en cuanto se comprometió en diciembre de 2018.
La novia confesó al New York Times que incluso antes de reservar la fecha de su boda, sentía una presión que se iba acrecentando para “estar a la altura de las altas expectativas que creía que mis amigos y familiares ya tenían para el día de mi boda”. Kelsey estaba decidida a cumplir con lo que se esperaba de ella, por lo que comenzó una “inocente dieta” que la enfermó rápida y profundamente.
La trampa del desorden alimenticio
La autora de The Eating Disorder Trap, Robyn L. Goldberg, dijo que “la investigación muestra que una de cada tres personas que hacen dieta desarrollan un trastorno alimentario; es muy, muy común”. Incluso, comparó la situación con estar en un agujero oscuro del cual parece imposible salir.
Kelsey, la novia, cuenta que primero comenzó comprando una máquina elíptica, a tomar nota de cuántas calorías consumía en el día y encontró alternativas de comida más saludables. Luego, la pandemia llegó y, con más tiempo en casa, empezó a obsesionarse y probar nuevos métodos para perder peso.
“En tan solo unos meses, estaba limitando severamente mi ingesta de calorías, pesándome varias veces al día y siguiendo estrictas reglas de ejercicio autoproclamadas”, contó Kelsey. Confesó que corría 45 minutos en una caminadora y hacía 120 minutos de caminata todos los días. También empezó a dominar el ayuno intermitente.
“No reconocí que algo andaba mal”
La meta para Kelsey era bajar 11 kilos, pero terminó perdiendo más de 20. “Estos cambios de comportamiento ocurrieron tan gradualmente que ni siquiera reconocí que algo andaba mal hasta casi dos años después”, reconoció.
Pero la dieta comenzó a hacer estragos no solo en su peso, sino en sus emociones y vida personal. “Si me pesaba y marcaba 1 kilo más que el día anterior, todo mi día se arruinaba. Llegué a no permitirme beber agua al final de la tarde o durante la noche para que no me afectara la báscula a la mañana siguiente”, dijo.
También comenzó a discutir con su prometido por primera vez y, según cuenta, lloraba cuando sus amigos la invitaban a tomar un helado o comer panqueques. Se acostaba cada vez que tenía hambre para no tener que sentirla.
El covid hizo posponer la boda para el 19 de septiembre de 2020, pero la recepción fue un año después, lo cual le dio más tiempo a Kelsey para continuar “asegurándose” que su cuerpo estuviese listo para vestir su traje de novia, solidificándose más su trastorno y volviéndolo más difícil de romper.
La cultura de la dieta
Thom Rutledge, psicoterapeuta con más de 40 años de experiencia, le dijo a The Times que vivimos en una “cultura de la dieta”: “El pensamiento sobre los trastornos alimentarios está tan normalizado en nuestro mundo (...) la gente ni siquiera te cuestiona cuando dices ‘necesito perder peso para que quepa ese vestido’. Nadie se inmuta, y esa es una visión muy negativa de ti mismo”.
Kelsey decidió tomar un “descanso” de restringir las calorías que consumía y en menos de dos meses quedó atrapada en un ciclo de atracones y restricciones. Cuenta que se comió una hogaza de pan entera en menos de 15 minutos y ahí se dio cuenta que necesitaba ayuda. Kelsey encontró un terapeuta que después la remitió a un psiquiatra, quien la trató con medicamentos que, según ella, “hicieron un mundo de diferencia”.
Aunque costó, la novia pudo recuperarse y lleva más de 20 años con una buena relación con su alimentación: “A través de la paciencia y la gracia, yo también puedo ver una salida”.
La realidad de los TCA en Chile
Las consultas por trastornos alimenticios en Chile aumentó entre cuatro a cinco veces durante los años 2019 hasta el 2021, según un artículo del Centro de Políticas Públicas de la Universidad Católica.
“De acuerdo a resultados preliminares, un 75% de la población consultante por trastornos de conducta alimentaria (TCA) se encuentra entre los 10 y 25 años, con un preocupante 40% entre los 10 y 17 años”, declara el estudio.
Actualmente, existe un proyecto de ley “Ley TCA” que tiene por objeto que el Estado reconozca los TCA como una enfermedad que puede tener consecuencia de muerte, que vele por su prevención, tratamiento e investigación.
La diputada Francisco Bello (CS), impulsora del proyecto, indicó que los últimos registros del Ministerio de Salud dan data de 500 mil jóvenes que padecen algún TCA y que luego de la pandemia, estos “deben haber aumentado en un 30%”. Además, aclaró que el país no posee un mecanismo legal para prevenir estos trastornos y tampoco para tratarlos adecuadamente.
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.