El coronavirus según los asesores de “Contagio”
Ian Lipkin es uno de los mejores cazadores de virus del mundo, y Larry Brilliant es un epidemiólogo que participó en el combate final para erradicar la viruela. Ambos fueron consultores en la película de 2011 que relataba la propagación de una pandemia global y ahora se han vuelto referentes a la hora de evaluar la actual crisis y el futuro del combate contra el Covid-19.
Ian Lipkin (68) asegura no tenerles fobia a los gérmenes, pero su trabajo lo ha convencido de tomar precauciones constantes. Antes de salir cada mañana se coloca un par de delgados guantes de color marrón: “Son mis condones para el tren subterráneo. Uso guantes en todas partes. No me toco la cara. Si veo a alguien que tose o estornuda, mantengo mi distancia. En los aviones, limpio todo”, contó hace unas semanas a la revista New Yorker. Este epidemiólogo ha adquirido esos resguardos tras vivir experiencias traumáticas, como aquella vez que visitó un templo en la India y un mono se encaramó en su espalda y metió un dedo en su boca: “Veinticuatro horas después, tenía una colitis terrible”.
Hoy este investigador dirige el Centro de Infección e Inmunidad en la Universidad de Columbia y es reconocido como uno de los mejores cazadores de virus del mundo. En su laboratorio, Lipkin está liderando actualmente varios estudios destinados a diseñar tests más precisos para detectar la presencia del Covid-19. Es un escenario que él ya conoce, porque ha descubierto o descrito más de 500 agentes infecciosos, incluyendo el virus del Nilo Occidental –que puede provocar una encefalitis mortal en los humanos- y el virus Lujo, responsable de generar fiebre hemorrágica. Además, en 2003 viajó a China para ayudar a las autoridades locales a controlar la propagación del Síndrome respiratorio agudo grave (SARS), provocado por otro coronavirus similar al Covid-19.
Toda esa experiencia lo llevó a ser contratado como asesor científico de la cinta Contagio (2011), que narra la propagación de una pandemia global y que se ha vuelto una de las más populares del servicio de streaming de Amazon. A su lado estuvo Larry Brilliant, otro epidemiólogo estadounidense que en los años 70 fue clave en la embestida final contra la viruela, patología que sólo durante el siglo XX mató a 300 millones de personas y hasta ahora es la única enfermedad erradicada exitosamente.
Hace 14 años, Brilliant (75) dictó una conferencia TED que se titulaba “Ayúdenme a detener las pandemias”. En esa época, su discurso parecía ciencia ficción, pero hoy parece bastante más plausible: “Mil millones de personas se podrían enfermar. Hasta 165 millones podrían morir. Habría una recesión global y una depresión”, afirmaba en su presentación. En una reciente entrevista publicada por la revista Wired, Brilliant asegura que aunque mucha gente dice que Contagio se acertó casi por azar a lo que ocurriría años después, él y su colega sólo plantearon lo que dictaba la ciencia.
“La comunidad epidemiológica completa les ha advertido a todos durante los últimos 10 a 15 años que esto no se trataba de si íbamos a enfrentar o no una pandemia como esta. El asunto era simplemente cuándo se iba a presentar”, asegura. Brilliant agrega que hoy “no hay ningún humano en el mundo que posea inmunidad como resultado de haberlo tenido antes. Eso significa que es capaz de infectar a 7,8 mil millones de nuestros hermanos y hermanas”.
Por ese motivo, Brilliant es tajante: “Es la pandemia más peligrosa de nuestra era”. Sus palabras suenan ominosas, pero según Dean Ornish –profesor de medicina clínica de la Universidad de California y fundador del Instituto de Medicina Preventiva-, todos deberían hacer caso a lo que dice. Él conoce de cerca al epidemiólogo y, de hecho, aparece en uno de los prefacios del libro donde Brilliant relata su lucha contra la viruela (Sometimes Brilliant, 2017).
“Él es uno de los científicos más destacados y visionarios en su área. Y toda su pasión proviene de un deseo de ayudar a la humanidad”, señala Ornish a Tendencias. “Para mucha gente resulta difícil sostener un interés en una catástrofe que quizás no ocurra durante algún tiempo, que es el mismo problema que surge al hablar del cambio climático o al pedirle a la gente que cambie su dieta para evitar un infarto cardíaco años después. El miedo no basta para motivarte a seguir una carrera de este tipo, sólo la pasión por lo que haces te puede sostener durante tanto tiempo”, añade.
Un nuevo enemigo
Ian Lipkin se enteró del Covid-19 casi un mes antes de que el mundo estallara en pánico. Un colega de Guangzhou, en China, lo llamó por teléfono: “Me dijo ‘hay algo raro ocurriendo en Wuhan’. El 31 de diciembre, los investigadores de ese lugar identificaron a un coronavirus como el culpable pero él me aseguró: ‘No es altamente transmisible’. Qué gran evaluación… Va a ser difícil averiguar ahora quién realmente sabía algo por ese entonces”, relató a New Yorker.
Tras la aparición del SARS a comienzos de la década pasada, Lipkin siguió viajando a China todos los años para así fomentar la cooperación entre investigadores e intercambiar información. En enero, partió nuevamente a estudiar el Covid-19. Su estadía duró una semana y a su regreso se autorrecluyó en una cuarentena preventiva en el sótano de su casa, mientras su esposa le dejaba comida en la escalera.
Hoy asegura que entre sus preocupaciones está averiguar por qué algunas personas se contagian y otras no, además de determinar cómo contraatacar al Covid-19: “El truco de todo esto es verlo como una carrera armamentista. El virus intenta evadirte y tienes que asegurarte de seguirle el paso”, señaló en New Yorker. Lipkin añade que “lo que sí es claro es que hay servicios y otras cosas que van a dejar de funcionar. Y este virus probablemente va a estar con nosotros durante bastante tiempo. Quizás se vuelva endémico, como el sarampión”.
El investigador explica que el virus presenta varios desafíos porque, por ejemplo, ha demostrado estar presente en las heces humanas. De hecho, cuenta que en Asia la plomería de baños y cocinas ni siquiera tiene lo que llama “trampa U”, una curvatura de las cañerías con la forma de esa letra que se llena con agua en reposo y bloquea el paso de aire contaminado desde el alcantarillado. Detalles como ese, dice, generan varias interrogantes: “¿Cuánto tiempo permanece el virus en los desechos humanos?, ¿cuánto tiempo se queda en la boca y en la nariz?, ¿cuánto tiempo reside realmente en hebillas, cinturones de autos, perillas de puertas, pantallas táctiles o el control del televisor en un hotel, que por cierto nadie limpia y es una de las cosas más asquerosas en el planeta”, señala el investigador en New Yorker.
Un reciente estudio del Instituto Guangdong de Recursos Biológicos Aplicados sugiere que el pangolín –un mamífero hormiguero que en China se usa como alimento- habría traspasado el nuevo virus a los humanos en el mercado de Wuhan. “Algunas mujeres en China creen que es bueno para ellas mientras están amamantando. Y otras personas con diversas condiciones médicas también piensan que les hace bien”, aseguró recientemente Lipkin en la revista Scientific American.
Para el científico, el nexo entre el animal y el Covid-19 quizás tenga una faceta positiva: “Si podemos convencer a la gente que una criatura salvaje es la fuente del nuevo virus y nadie puede refutar ese hecho, se generarán dos beneficios. Leí que el 70 por ciento de los pangolines portan este virus. Si ese es el caso, es bueno para ellos porque es un muy buen argumento para no consumirlos. Además, refuerza un punto que les recalqué a todos cuando estuve en China. Les dije ‘Miren, hablé con ustedes sobre esto en 2003, 2004, 2005 y cada año que he venido. Estos mercados donde se venden animales salvajes no pueden existir’. Quizás este brote nos permita establecer un argumento que resulte indudable”.
Durante su estadía en China, Lipkin se lavaba las manos constantemente y usaba una mascarilla. “Tenía varias del modelo N95 –recomendada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que hasta hace algunas semanas se podía hallar fácilmente en las farmacias chilenas- y les dejé varias a mis colegas en China, donde se han vuelto escasas. También usaba guantes, no del tipo quirúrgico, sino que de cuero, sobre todo en el tranvía y en el aeropuerto. Esa es una medida prudente y es lo mismo que hago en el subterráneo de Nueva York”, explicó en Scientific American.
El contraataque
Larry Brilliant –que también integra la organización Ending Pandemics, que colabora con distintos países en la detección temprana de brotes infecciosos- admite estar preocupado por el Covid-19. Después de todo, debido a su edad está cerca del grupo más amenazado por el coronavirus: según la OMS, entre los pacientes de más de 80 años la tasa de mortalidad ronda el 15 por ciento. Sin embargo, eso no quiere decir que el epidemiólogo esté aterrorizado: “Todos necesitamos recordar que esto no es un apocalipsis zombi. No es un evento de extinción masiva”.
En primer lugar, recalca la importancia del aislamiento. De hecho, él mismo está en cuarentena en Marin County, California: “Lo que estamos viendo ahora con las autocuarentenas, el cierre de escuelas y eventos es lo correcto. ¿Nos va a proteger por completo?, ¿va a lograr que el mundo sea seguro para siempre? No. Pero sí es positivo porque lo que queremos es ir extendiendo la propagación de casos a lo largo del tiempo”, señala en Wired. Volver más lenta o al aplanar la curva de crecimiento del Covid-19 no va a disminuir el número de casos, pero sí se retardará la aparición explosiva de ellos “hasta que obtengamos una vacuna, la cual vamos a conseguir porque no hay nada en virología que me asuste más que no obtener una dentro de 12 o 18 meses”.
Según la OMS, hoy existe una carrera en ese campo: al menos 20 vacunas están en desarrollo en todo el mundo. De hecho, esta semana los primeros test en humanos ya empezaron por parte de Moderna, una empresa biotecnológica de Boston. La doctora María Van Kerkhove, encargada del programa de emergencias de la OMS, dijo hace algunos días en una conferencia que “la aceleración de este proceso es realmente dramática en términos de lo que podemos hacer. Todo el trabajo que partió con el SARS y el MERS se está aprovechando ahora con el Covid-19”.
Si esas pruebas tienen éxito y se esparce el surgimiento de casos, Brilliant cree que se podría llegar al “anillo dorado” de los epidemiólogos. “Eso significa, en primer lugar, la existencia de una gran cantidad de personas que ha tenido la enfermedad y ha desarrollado inmunidad. Y segundo, que tenemos una vacuna. La combinación de A más B es suficiente para crear inmunidad de grupo, que debería rondar entre el 80 y 90 por ciento”, asegura en Wired.
Mirando más hacia el futuro, Lipkin plantea que la actual crisis deja una lección clara: el mundo debería haberse dado cuenta antes de que algo inusual ocurría en Wuhan. “He intentado crear un proyecto de colaboración internacional que aborde de manera proactiva este tipo de asuntos. La idea es que este grupo se comprometa a compartir recursos, datos y suba resultados a un sitio web común. De esa manera, a medida que las enfermedades infecciosas son encontradas, la gente identificará riesgos de manera colectiva y podrá decir ‘Ah, aquí hay algo que deberíamos enfrentar. ¿Qué podemos hacer?, ¿en qué consiste?’. He intentado conseguir fondos para el programa y ha sido muy difícil. Esto haría del mundo un lugar más seguro”, dice en Scientific American.
Por ahora, advierte Lipkin, la mejor herramienta para hacer frente a la pandemia es el aislamiento. Él mismo sabe que la pelea requiere estar en alerta constante, porque esta semana el cazador se convirtió en la presa: el martes por la noche confirmó en una entrevista televisiva que, pese a todas sus precauciones, dio positivo en un test por Covid-19. En el video, dijo tener una sospecha de donde pudo haberse contagiado: “Pero eso no importa, porque el virus hoy se encuentra en todo Estados Unidos. Lo puedes adquirir en cualquier parte. Si me pudo infectar a mí, puede atacar a cualquiera”.
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