Nick Srnicek: “La economía colaborativa debe ser uno de los términos de propaganda más importantes del siglo XXI”
El escritor y académico canadiense participó recientemente en un encuentro virtual organizado por la Fundación Saber Futuro. Allí discutió algunos de los temas que lo han hecho conocido a través de ensayos y libros: los peligros en la economía política de la inteligencia artificial y el desarrollo digital, además del potencial de estas mismas herramientas para guiar la ruta hacia una sociedad “postrabajo” en la que el tiempo libre modifique la forma de vivir.
Nick Srnicek es escritor y académico canadiense, profesor de Economía Digital en la Universidad King’s College en Londres y autor del ensayo Capitalismo de plataformas. Se lo puede clasificar en el grupo de pensadores que buscan politizar las transformaciones que ha generado la hiperaceleración tecnológica. Así como advierte peligros en la economía política de la inteligencia artificial y el desarrollo digital, a la vez sostiene que estas herramientas pueden ser usadas para abrir el camino a una sociedad “postrabajo” en la que el tiempo libre modifique las formas de vida. Asegura que la economía colaborativa es la propaganda del siglo XXI que oculta “una industria millonaria explotadora y feroz”.
Junto con Alex Williams escribió el Manifiesto por una política aceleracionista, que, según los autores, sería la estrategia correcta para superar el capitalismo. La idea es usar las herramientas sociotecnológicas a un punto más allá de lo que el capitalismo pueda tolerar: robots, ingreso básico universal, wifi abierto e identidades deconstruidas para tod@s. Para sus detractores se trata de una fantasía de millennials académicos, con suerte algo aplicable en países desarrollados. De hecho, el académico británico Benjamin Noys se ha preguntado: ¿A quién moviliza el programa de apurar al capitalismo, más allá de los hipsters universitarios?
Fantasía o no, los asuntos relacionados a las transformaciones de la economía digital son un tema de preocupación para diversos investigadores en el mundo, quienes se preguntan cómo debemos intervenir y regular. En Chile, la Fundación Saber Futuro surge con ese propósito –modificar las reglas de control y administración del conocimiento–, y hace algunos días reunieron a Srnicek, a la filósofa alemana Mercedes Bunz y al economista y académico chileno Esteban Puentes en el encuentro en línea “Pensar el futuro para nuestra sobrevivencia”. En este contexto, Srnicek respondió algunas preguntas para Tendencias de La Tercera.
-¿Qué es el aceleracionismo? ¿Hay de derecha y de izquierda?
-El aceleracionismo trata de liberarnos de las limitaciones del capitalismo, al igual que el capitalismo liberó parcialmente a las sociedades de las limitaciones del feudalismo tradicional y, al mismo tiempo, impuso sus propias limitaciones novedosas. Si bien la inspiración inmediata de esta tesis fue el trabajo de Deleuze y Guattari, la afirmación también se remonta al argumento marxista clásico de que el capitalismo prepara el escenario desde el cual puede emerger un modo de producción poscapitalista. El desafío entonces es escapar del vórtice estructural del capitalismo: deshacer las relaciones sociales del trabajo asalariado es una forma clave de hacerlo, ya que es uno de los elementos centrales que sustenta el capitalismo como sistema socioeconómico, por lo que el proyecto posterior al trabajo es una especie de táctica estratégica sobre lo que podría ser una forma eficaz de escapar del capitalismo.
-¿Ese sería el de izquierda y el de derecha?
-Aparentemente, hay una variante de aceleracionismo de izquierda y derecha, aunque, para ser honesto, nunca he encontrado mucho en común entre los dos enfoques. Quizás hubo algunas preguntas compartidas en algún momento, pero el aceleracionismo de derecha se ha convertido desde entonces en un racismo reaccionario que no estaría fuera de lugar en Fox News.
-Se habla mucho del temor a la automatización y la pérdida de puestos de trabajo, pero ustedes ven en ello una oportunidad. ¿Por qué?
-Para mí, parte del interés en los proyectos de postrabajo se debe a que pueden prometer beneficios inmediatos, como más tiempo libre, además de avances estratégicos a más largo plazo para abordar otros problemas, por ejemplo, una reducción de nuestra dependencia del crecimiento, un aumento de autonomía del trabajador, etcétera.
-¿Postrabajo sería el camino contrario a la llamada economía colaborativa?
-La economía colaborativa tiene que ser uno de los términos de propaganda más importantes en lo que va del siglo XXI: una industria multimillonaria altamente explotadora y feroz que pretende ser un servicio generoso y ético orientado a la comunidad. Sin embargo, el modelo laboral sobre el que se construyeron empresas como Uber, el de los falsos autónomos o el contratista independiente, se ha expandido en los últimos 10 años. Por un lado, continúa el tipo de precarización del trabajo que hemos visto desde la década de 1970, con el modelo de empleo de trabajo permanente a tiempo completo con buenas prestaciones y salarios que se vuelve cada vez más raro. Sin embargo, por otro lado, esfuerzos recientes como el Proyecto de Ley 5 de la Asamblea de California, más las discusiones en curso en varios países y en la UE, han comenzado a hacer retroceder este modelo de empleo para plataformas digitales. Puede que su tiempo se acabe gracias a los inmensos esfuerzos de varios sindicatos, activistas, trabajadores y académicos.
-¿Cómo son algunos de los imaginarios del postrabajo?
-Mi objetivo político básico es maximizar la cantidad de tiempo libre que todos tienen: sin tiempo libre, estamos a merced de otros y nuestro tiempo no es el nuestro. Para mí, esto se traduce en objetivos políticos inmediatos de una semana laboral más corta, de una expansión de los servicios públicos, particularmente en torno a la atención, una posible renta básica universal y un uso y control colectivo creciente de las tecnologías que pueden reducir la cantidad de trabajo requerido. Estas demandas no son una etapa final, pero pueden proporcionar una direccionalidad a las luchas políticas de hoy y orientar hacia dónde enfocamos nuestras energías. En última instancia, mi esperanza es que una expansión del tiempo libre se perpetúe a sí misma, con más tiempo libre que permita una clase trabajadora fuerte que luego pueda impulsar aún más transformaciones de nuestras sociedades.
“Mi objetivo político básico es maximizar la cantidad de tiempo libre que todos tienen: sin tiempo libre, estamos a merced de otros y nuestro tiempo no es el nuestro”.
-La pandemia ha sido una lupa que ha amplificado desigualdades y conflictos estructurales, por ejemplo los asuntos ligados a las labores domésticas y los cuidados. ¿Las teorías de postrabajo consideran la reproducción social?
-Por un lado, la mayoría de los pensadores del postrabajo no han reflexionado mucho sobre el trabajo de reproducción social, que en general se refiere a limpiar, cuidar, cocinar, etcétera. Las feministas han criticado con razón estas brechas, pero tienden a concluir que la reproducción social no se puede reducir. Ambos terminan coincidiendo en que el postrabajo y la reproducción social son temas separados. Y existen desafíos al combinar los principios posteriores al trabajo con la reproducción social. Por ejemplo, ¿realmente querríamos que los robots se ocuparan de nuestros seres queridos? Gran parte del trabajo de reproducción social es de este tipo: trabajo cariñoso y afectivo que, incluso si un robot pudiera imitar perfectamente, sería ético si lo hubiera hecho una máquina. Entonces, en un próximo libro con Helen Hester, tratamos de ver algunas formas en que las ideas del postrabajo se pueden aplicar a la reproducción social. En términos generales, esto implica pensar en los espacios dentro de los cuales se lleva a cabo el trabajo reproductivo, la forma familiar que típicamente proporciona este trabajo, la naturaleza de las expectativas sociales en torno al trabajo reproductivo y, por último, de qué forma se puede utilizar la tecnología para aliviar parte de este trabajo.
Vigilar al vigilante
-¿Las corporaciones digitales y el desarrollo de inteligencia artificial modifican o profundizan las reglas de la economía como la conocemos?
-Todavía no estoy seguro de que la inteligencia artificial cambie gran parte de la economía contemporánea, al menos en términos fundamentales. Sin duda, está cambiando la forma en que se gestionan algunas empresas, pero la arquitectura general de la economía global sigue siendo la misma: un puñado de empresas y países dominan al resto. Además, parece que la inteligencia artificial consolidará aún más su poder en la medida en que la versión contemporánea de la inteligencia artificial se basa en cantidades masivas de datos, así como en un mercado laboral calificado que actualmente es escaso. Estas dinámicas favorecen a los gigantes de las plataformas existentes, y no es de extrañar que también sean líderes en el mundo de la inteligencia artificial.
-Usted dice que parte de nuestra ignorancia frente al capitalismo de plataformas digitales es que tenemos ideas estandarizadas sobre las grandes corporaciones. ¿Qué ideas sobre su regulación se nos escapan?
-Creo que existe un consenso emergente en Europa de que las principales empresas de plataformas deberían estar reguladas de forma procompetitiva, es decir, creen que estas empresas no son suficientemente capitalistas. Sin embargo, me preocupa que, dado que las principales opciones alternativas son actualmente el enfoque del laissez-faire estadounidense o el enfoque del Estado chino, el enfoque procapitalista europeo emerge como la opción progresista predeterminada. La izquierda debe defender con más fuerza cómo controlar a estas empresas. Hay una variedad de opciones aquí, pero digamos brevemente: plataformas de apoyo a las cooperativas; convertir algunas plataformas en propiedad pública; construir un patrimonio digital; regular servicios públicos cuando sea necesario; abolir el falso empleo por cuenta propia; y mejorar significativamente los derechos básicos sobre los datos. Todos estos pasos son importantes y pueden ayudarnos a alejarnos del dominio de las plataformas estadounidense y china.
“Existe un consenso emergente en Europa de que las principales empresas de plataformas deberían estar reguladas de forma procompetitiva, es decir, creen que estas empresas no son suficientemente capitalistas”.
-¿Si los estados regulan, entonces quién vigila al vigilante?
-¡La gente! Por supuesto, esta es una respuesta un tanto fácil a una pregunta importante, pero creo que debemos recordar que el lugar del poder debería, aunque muy raramente lo hace, estar en la gente. Tenemos varios mecanismos para tratar de garantizar que el Estado actúe de acuerdo con las demandas de la gente, pero muchos de nosotros en todo el mundo somos cada vez más conscientes de lo débiles y frágiles que son nuestras democracias. No tengo una respuesta fácil a esto, pero un replanteamiento de la democracia, más allá de su pálida forma de partido representativo parece absolutamente imperativo.
-A propósito de otras formas políticas, en el libro Inventar el futuro, usted y Alex Williams hacen una crítica a lo que llaman “izquierda folk”. Dicen que a los activistas les preocupa más tener razón que pensar en el cambio político.
-La “política folk” que critiqué en mi trabajo anterior estaba dirigida particularmente a Occupy Wall Street y los movimientos asociados, y fue un intento de señalar por qué estos movimientos fracasaron en gran medida en sus propios términos. El análisis que hicimos fue que estos movimientos fracasaron al centrarse en una política de ‘inmediatez’: pensar a corto plazo, con una inmediatez temporal, actuar localmente con inmediatez espacial y, con demasiada frecuencia, rechazar proyectos universales, es decir, inmediatez conceptual. El resultado final fue que estos movimientos podían construir éxitos temporales y locales, pero la naturaleza del capitalismo global es tal que siempre surge el problema de la escala. Para nosotros, y en retrospectiva, quizás fuimos demasiado duros, la política popular fue un momento necesario de cambio político, pero insuficiente. Curiosamente, sin embargo, creo que lo que hemos visto desde el colapso de Occupy Wall Street es el resurgimiento de los intentos de ganar hegemonía a través de varias instituciones, ya sean medios de comunicación, centros de estudios o partidos políticos. Eso se alinea con nuestro análisis de lo que salió mal y hacia dónde debería dirigirse la izquierda después de esos fracasos.
-Por último, ¿es la tecnología una herramienta que se puede utilizar para bien o para mal, o como advertía Heidegger, se convierte en un modo de existencia?
-El mejor resumen de tecnología que he escuchado es que no es ni buena ni mala, ni neutral. Lo que entiendo que significa esto es que deberíamos concebir las tecnologías individuales como una especie de posibilidades que se pueden utilizar de diversas formas. Si bien algunas tecnologías están predispuestas a ciertos usos, es decir no son neutrales, esto no excluye la posibilidad de que puedan usarse para bien o para mal. En general, creo que un énfasis excesivo en la tecnología es, con demasiada frecuencia, un desplazamiento neutralizado de las críticas a nuestro sistema económico.
-¿Cómo así?
-Por ejemplo, hay mucho escrito sobre los impactos negativos de las redes sociales en la sociedad, pero para entender por qué se usa la tecnología de esta manera, debemos analizar la economía de la atención y la metrificación de la atención, los imperativos económicos de un negocio financiado con publicidad y los imperativos generales de la competencia capitalista. Sólo culpar a la tecnología no es suficiente, y demasiados críticos tecnológicos siguen estancados en ese nivel.
El ingreso básico universal
Esteban Puentes es economista Ph.D en Economía de la University of Chicago, director alterno del Núcleo Milenio en Desarrollo Social y académico de la FEN. Él participó en el encuentro en línea con Nick Srnicek y aquí aborda alguna de las ideas que rondaron en ese diálogo.
-¿Es posible un ingreso básico universal en Chile?
-El ingreso básico universal es un tema que se estaba debatiendo intensamente en el plano académico antes de la pandemia, y que durante este año tomó aún más relevancia. Varios países implementaron sistemas similares al ingreso básico universal a través de subsidios -incluido Chile-, aunque no siempre fueron universales, ya que existía algún tipo de focalización. Los esquemas utilizados tenían en general la característica de que entregaban un subsidio sin poner condiciones a las personas y hogares, como buscar trabajo o enviar a los niños a la escuela. Antes de la pandemia, varias evaluaciones encontraron evidencia que entregar dinero a individuos pobres genera resultados positivos, lo que da sustento a la idea de que un ingreso seguro puede ser una buena política pública. Además, en países con alta informalidad, donde la pobreza es muy alta, como India, y es muy difícil focalizar las transferencias, tiene sentido implementar un sistema de ingreso básico universal, o con algún grado menor de autoselección. El problema para estos países es que una política de este tipo es muy costosa, por lo que el nivel de la transferencia podría ser muy bajo. Chile además debería embarcarse en una reforma tributaria que aumente la recaudación, o por lo menos disminuya la evasión tributaria, y que permita entregar ingresos básicos a gran parte de la población.
-¿La reproducción social, ya sea trabajo doméstico o cuidados, es una variable que se considera en los análisis económicos?
-Este es un desafío de gran importancia. Un trabajo de Comunidad Mujer encontró que el trabajo no remunerado aportaría un 22% del PIB y que esta labor es principalmente realizada por mujeres. Entre otras consecuencias, este trabajo no permite a las mujeres acumular fondos individuales para financiar sus pensiones y las castiga además con su jubilación. Este trabajo no remunerado debería ser reconocido al momento de la jubilación. Para lograr una equidad en el trabajo doméstico hay que avanzar en varias dimensiones, una de ellas es la corresponsabilidad en el trabajo doméstico.
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