Vista panorámica de Coliumo. En el extremo izquierdo, la residencia de artistas llamada Casa Poli. Crédito: Jorge López Orozco

Viajando lento por la península de Coliumo

Esta pequeña caleta se levanta entre Dichato y Tomé, y ha sido el hogar centenario de familias pescadoras. Sus nuevas generaciones le están dando un giro a su actividad y abren, pausadamente, sus grandes atractivos litorales al turismo más consciente y responsable en la Región del Bíobío.


Los expresivos ojos de Alfredo Reyes siguen atentos los pasos de sus vecinos y las actividades del muelle pesquero. Instalado en el marco de la ventana de su casa, recuerda y rememora su vida, que ya completa 95 años. Antiguo pescador, soportó la pérdida de su hogar con el tsunami del 27 de febrero del 2010 y la pérdida de su mujer en un incendio del cual ella no pudo escapar. Dice que espera la muerte también, pero sus ojos están demasiado vivos.

Alfredo Reyes tiene casi la misma edad que el lugar que habita. Coliumo está ubicada a 10 kilómetros al norte de Tomé y es vecina del famoso balneario de Dichato, en la Octava Región. Si bien hace casi una década parte de este poblado de tres mil personas estaba en ruinas producto de las inmensas olas provocadas por el terremoto del 2010, a simple vista hoy nada hace recordar los efectos devastadores que tuvo la naturaleza.

Para llegar a Coliumo hay que viajar una hora desde Concepción al norte, pasando por Penco, Lirquén y Tomé, hasta tomar un desvío -la Ruta O-252- que, entre cerros poblados por pinos y eucaliptus abre paso a las vegas de Coliumo: grandes pastizales que besan las aguas de una angosta bahía, en las que se reparten sencillas casas sureñas y sectores en los que los carpinteros calafatean grandes embarcaciones pesqueras.

"Muchos peñascos se disgregan sobre el océano, mientras aves marinas, sargazos y pequeñas lanchas de pescadores se entrelazan en una panorámica continua que lleva hasta el sector de las loberías".

La península de Coliumo comprende una costa accidentada llena de acantilados, grandes olas, algunas playas de arenas doradas y un viento permanente que se levanta sobre todo en las tardes. Frío en invierno y muy cálido en los veranos, fue Francisco Cid Baeza quien hace un siglo atrás colonizó este territorio que hoy revive de la mano de las nuevas generaciones, hijos de pescadores, que han visto en su pueblo natal una identidad que los diferencia y los hace gratamente singulares.

Mar adentro

Centares de embarcaciones de todos los tamaños y colores flotan en la bahía de Coliumo. El mar está completamente calmo. La costanera, remozada tanto en su recorrido como en las casas rojizas de dos pisos que reemplazaron las destruidas por el 27/F, antecede al muelle pesquero, punto ideal para ver las faenas preparativas de la pesca o para conseguir algún paseo mar adentro.

Ramiro Aedo, pescador de 36 años y uno de los artífices del resurgimiento de Coliumo, dirige la lancha con tranquilidad mientras va mostrando algunos de los sectores más representativos de la localidad, como el morro Punta Coliumo, loma que se interna en el océano con grandes árboles poblando su geografía, como si fuese una isla con un cordón umbilical de tierra que la une al continente. Muchos peñascos se disgregan sobre el océano, mientras aves marinas, sargazos y pequeñas lanchas de pescadores se entrelazan en una panorámica continua que lleva hasta el sector de las loberías.

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Los llamados patos Lile abundan en esta zona. / Foto: Jorge Orozco.

Los llamados patos Lile abundan en esta zona. / Foto: Jorge López Orozco.[/caption]

Coliumo ha comenzado a destacarse por la calidad de sus aguas para el buceo. Ramiro es uno de los creadores del Centro de Buceo local, que desde hace un par de años está dando que hablar. Hace unos meses organizaron el primer campeonato de fotografía submarina: "Coliumo a través de su especial forma geológica presenta distintos escenarios. Manque o Casa Piedra encanta con su diversidad de especies. Hay nudibranquios, comúnmente llamados "babosa de mar". En el sector del Pacífico están los bosques de huiros o gorgonáceas de colores morados que combinan con los amarillos y rosas de las esponjas", cuenta en medio del oleaje.

Juan Pablo -el dueño del restaurante Tía Pabla- y don Riso son los capitanes de las embarcaciones que hacen paseos regulares por otros sectores cercanos a la caleta, como Necochea, Pingueral o Dichato. La bahía es ideal también para hacer kayak de mar, cruzando entre barcos pesqueros y boyas que marcan los amplios cultivos de algas, choritos araucanos, ostras japonesas y chilenas. Ramiro señala que "a las actividades que realizamos les queremos dar un enfoque educativo y sustentable con nuestro medio ambiente".

Comer, beber, relax

De vuelta en el muelle, la señora Rosa sonríe dentro del restaurant Algueras. Con la estufa y la televisión prendidas ofrece platos de mar típicos de Coliumo, como las empanadas de algas, de mariscos o queso y un afamado pastel de jaibas. Todo con vista al mar, mientras en la mesa sobra pebre y pan. La comida se torna de importancia aquí para el viajero que se le abre el apetito con el aroma marino. A los productos frescos como las ya mencionadas ostras y choritos araucanos, se le suma lo ofrecido por la pesca diaria. Platos caseros como caldillos, pailas marinas o pescados fritos se pueden disfrutar en Tía Pabla, cocinería El Loro o en los restaurantes Nubia, Cuatro Hermanos o Tía Rosa. ¿El plato local?, la "sierra a la coliumana": pescado al cancato (asado) y previamente marinado con harina de avellana, especias con tomate y aceitunas.

"Mejor es sentarse, disfrutar el viento salobre y observar la puesta de sol. Si en ese momento aparece algún resplandor dorado en el mar, puede que sea el mítico tesoro de la fragata española Santa Ana, que naufragó acá, cargada de oro, en 1796".

Para beber, la recomendación es una: la cerveza Coliumo. Nacida hace tres años, es producida en variedades ambar, pilsen, porter. La hace Víctor Torres Coya, emprendedor con pinta de rockero, que además es pescador y el presidente más joven de uno de los sindicatos más antiguos de la región.

Las playas son un sitio idóneo para una siesta. La principal es Los Morros, con arena blanca y vista a las embarcaciones que se mueven perezosas con la marea. También están la playa Necochea, con vista hacia el norte y más pequeña, y Playa Blanca, la más extensa y ubicada frente al océano abierto al suroeste del poblado, entre faldeos boscosos, mucha soledad y viento frío. Para los deseosos de experiencias más tibias, hay posibilidades de baños en tinajas calientes en el Coliumo Spa, que además ofrece masajes, sauna y vinoterapia: un jacuzzi con veinte litros de cabernet.

Los artistas

"Hace un cuarto de siglo encontré una caleta de pescadores en la mitad del sur y la lluvia: Coliumo. Su mar y su gente forman parte de mis últimos huesos. Bajo la ira de los temporales y la sombra de sus silencios nacieron mis libros junto con la llegada del invierno", escribía el prolífico poeta, cuentista y dramaturgo Alfonso Alcalde. Desde acá también decidió partir, al suicidarse en un pequeño cuarto arrendado, debido a una depresión y un glaucoma que lo estaba dejando ciego en 1992.

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Coliumo nació y se mantiene hasta hoy como una villa de pescadores. / Foto: Jorge López Orozco[/caption]

Coliumo ha sido siempre lugar de artistas. Sus acantilados, el viento imperante o su honesta calidez pueblerina lo han situado en el alma artística de la región. De hecho, el grupo Los Tres le dedicó un álbum y una canción instrumental posterremoto, en octubre del 2010.

Cinco años antes comenzaba la construcción de Casa Poli, uno de los hitos del pueblo. En medio de los roqueríos de la zona oeste de Coliumo aparece un rectángulo de hormigón armado que pareciera dominar en soledad los acantilados que enfrentan al Pacífico. Diseñado por Mauricio Pezo y Sofía von Ellrichshausen, junto Eduardo Meissner y Rosmarie Prim, y de estilo minimalista, el lugar fue creado para convertirse en residencia de artistas -vía becas, invitaciones o postulaciones- para fomentar el intercambio entre visitantes y locales, buscando contribuir al desarrollo del arte contemporáneo.

Roqueríos al atardecer

Casa Poli domina un extenso campo de enormes rocas, acantilados y entradas de mar que son ideales para caminatas en medio de la naturaleza litoral. Desde el centro de Coliumo hay senderos de trekking que se abren hacia el occidente rumbo a los sectores de Necochea y Los Morros a través de antiguas rutas algueras, zona también que posee una ola suave y risada que atrae a los surfistas.

Otros sectores que los lugareños han abierto para caminatas son la ruta costera a Casa Piedra, con enormes rocas y hermosos miradores naturales que se fusionan con los acantilados. O la ruta a Las Conchillas, una pequeña playa formada de conchas y rocas erosionadas adornadas de "chupones" (Greigia sphacelata) con tonalidades verdes y rojas.

Los riscos bajo Casa Poli son escabrosos y hay que descender con cuidado. Grandes planchones de roca se abren sobre el Pacífico lleno de olas encabritadas y furiosas por las que navegan pequeños botes pesqueros llenos de algas. En las verticales paredes litorales de una enorme cueva erosionada por el océano hay decenas de parejas de pato Lile (Phalacrocorax gaimardi), de llamativas patas rojas y de la familia de los cormoranes. Hay que mirar con cuidado porque la caída al mar rugiente que colinda al hábitat de las aves no dará para segundas oportunidades.

Mejor es sentarse, disfrutar el viento salobre y observar la puesta de sol. Si en ese momento aparece algún resplandor dorado en el mar, puede que sea el mítico tesoro de la fragata española Santa Ana, que naufragó acá, cargada de oro, en 1796. La leyenda cuenta de algunos aventureros que intentaron rescatar el botín de las revueltas aguas, pero nadie sabe realmente qué sucedió. Lo único cierto es que, si hay un tesoro por descubrir, éste se llama Coliumo.

Datos útiles

*Centro de Buceo Coliumo: +56 9 8918 2053.

En Facebook: @centroBuceoColiumo

*Spa Coliumo: www.coliumospa.com

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