Mascarillas: la historia detrás de la tela que nos protege de los virus
Para protegerse de olores fétidos de cadáveres, evitar otra mortífera pandemia y la toxicidad de la contaminación, las mascarillas han sido nuestras aliadas en momentos difíciles de la historia de la humanidad.
El Ministerio de Salud (Minsal) avisó recientemente que las mascarillas en Chile de nuevo serán obligatorias en establecimientos escolares, trayendo de alguna manera el recuerdo de los casi tres años que tuvimos que utilizarlas en espacios abiertos y cerrados. Y aunque se empezaron a utilizar masivamente en la pandemia, estos elementos existen desde hace 500 años o incluso más.
Desde la Peste Negra hasta la intensa contaminación en distintas épocas de la humanidad, hay muchas historias misteriosas e impactantes detrás del uso de la mascarilla. Estas son algunas de ellas.
El uso de las mascarillas durante la Peste Negra
25 millones de personas fueron las víctimas fatales de la Peste Negra, una plaga que azotó a Europa en el siglo XIV. Con pocos conocimientos de la enfermedad, había quienes creían que se propagaba a través del “aire envenenado” de los cuerpos de los fallecidos.
Entonces, para evitar que ese aire fétido, llamado miasma, les llegara a la nariz, comenzaron a cubrirse la cara y a llevar ramilletes de olor dulce para disipar el olor. Fue entonces cuando, en el brote final, se crearon las máscaras de pájaro, esa imagen siniestra que recuerda la época. Pero, lo que pocos saben es que en el pico de la “mascarilla”, se ponían hierbas aromáticas para contrarrestar los malos olores que había por todas partes.
Mascarillas en la gripe española
Otra pandemia mundial, además del Covid-19, fue la gripe española, un masivo y devastador brote de influenza al final de la Primera Guerra Mundial donde murieron cerca de 50 millones de personas.
El primer caso surgió en España -por ello la bautizaron así- y se cree que se propagó por los soldados que regresaban de las trincheras en el norte de Francia. Y es que viajaban tropas enteras apiñadas en vagones de tren, donde era imposible no contagiarse. Pero, rápidamente, se expandió por todo el mundo.
Las medidas que tomaron las empresas en algunos países, para evitar la propagación, fue rociar una solución antigripal en el transporte público y hacer que sus empleados utilizaran tapabocas. Por ejemplo, las enfermeras, médicos y ayudantes que entraban a una ala epidémica, debían utilizar mascarilla y un traje de cuerpo completo.
El mensaje, muy similar a lo que se recomendó durante la pandemia del coronavirus, fue: “usa una mascarilla y salva tu vida”. Muchas personas comenzaron a fabricarse tapabocas a partir de gasas, e incluso añadían gotas de desinfectante por debajo de la nariz.
La mascarilla versus el smog de la Revolución Industrial
En Londres, la Revolución Industrial del siglo XVIII fue el principal causante del smog, donde fábricas arrojaban cantidades peligrosas de humo, mientras que en el invierno, los hogares mantenían encendidos fuegos de carbón para mantener temperaturas decentes dentro de casa.
Sin embargo, los episodios de severa contaminación -tanto que los cielos se ponían amarillos- fue en 1952, donde 4 mil personas murieron y, un tiempo después, 8 mil más fallecieron. Así, las muertes continuaron producto del smog que era tan denso que los trenes no podían circular y el ganado moría asfixiado en los campos.
Por esto, en la década de 1930, las mascarillas anti-smog se volvieron un elemento básico para las personas para no morir y enfermar lo menos posible.
Las mascarillas y su protección ante el gas de la Segunda Guerra Mundial
El frecuente uso del gas cloro y gas mostaza provocó que las personas, no solo los militares, comenzaran a usar máscaras de gas para protegerse. Tan solo en Inglaterra, se distribuyeron 35 millones de mascarillas para todos los civiles e incluso se veían bailarinas de Cabaret utilizándolas en los espectáculos.
Lo más asombroso es que incluso los animales tenían sus propias mascarillas. En el zoológico, se midió varios hocicos para hacerles accesorios a la medida y así poder protegerlos de la toxicidad de los gases.
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